Fingir

Siete

Con un malestar en la mayor parte de mi cuerpo, logré abrir mis ojos, encontrando las oscuras cortinas de mi habitación evitando la entrada de la luz solar.

Me volteé y recordé al instante porqué Eleanor estaba dormida a mi lado en mi cama.

No, no me la tiré.

  
Resulta que ella había dejado sus pertenencias con su madre en la feria, incluidas sus llaves y cartera; por lo que no teníamos manera de entrar a su casa a las 2 am. Si llamaba a su madre de su celular, posiblemente nos mataría a ambos por andar alcoholizados.
Además, yo no había llevado auto, por lo que tampoco podíamos ir muy lejos.

Así que acabamos durmiendo en mi habitación.

Al menos yo lo recordaba todo y esperaba que ella lo hiciera también, porque el beso... me corrijo... los besos que habíamos compartido la noche anterior habían sido... muy buenos, he de reconocer, pero raros.

Muy raros.
Tuve que darme una ducha al llegar a casa, porque eso había sido demasiado para mí.

Cerré mis ojos un par de segundos más, tratando de volver a conciliar el sueño otra vez, cosa que fue misión imposible, ya que en ese momento, oí la voz de Eleanor exclamando:

  
—¡Mierda!

Abrí los ojos y la miré.

—Shhh, mi hermana debe estar en su habitación.

—¡Me vale! —me pateó, provocando que yo cayera de la cama—. No puedo creerlo, te aprovechaste de mí, ¡maldito degenerado! —tomó el gato de peluche que yo había ganado en la feria y me lo lanzó con fuerza, golpeándome en el torso desnudo—. No puedo creerlo —se llevó las manos a las sienes.

—Hey, alto ahí —dije levantándome del suelo—. Si mal no recuerdo fuiste tú la que empezó a tomarme del cinturón anoche.

—Eso es mentira —me señaló.

—No lo es. ¿Quieres ver el video?

—¡¿Tienes un video?! —preguntó y creí que le iba a dar un ataque al corazón.

—Es broma, no te alteres —dije riendo levemente, por lo que ella me mostró su dedo medio.

—No puedo creer que esto sucediera —dijo dejándose caer sobre mi cama.

Me levanté y la miré, tenía las manos en el rostro, obviamente recordaba todo.

  
—¿Por qué tuviste que hacerlo?

—¿El qué? —se sentó de nuevo y me miró.

—Besarme. ¿Por qué me besaste?

Ahí no supe que decir, porque era obvio que no le había agradado mucho la idea que hubiéramos compartido un... dos besos.

Tenía que mentirle.

—Travis me dijo que nunca nos había visto besarnos y era necesario —alcé mis hombros y me acerqué a mi armario y busqué ropa para vestirme—. Además, no entiendo tu alboroto.

—¿Alboroto?

—Sí —me volteé para encararla—, digo, yo te besé una vez, sí, pero en el segundo beso fuiste tú la que lo inició.

—¿Qué? —preguntó como si no pudiera creérselo, como si la estuviera insultando—. Es un chiste, ¿cierto? Porque recuerdo con claridad que fuiste tú el que se lanzó dos veces a mí.

Sonreí. Sabía que ella mentía y al igual que yo, no estaba dispuesta a aceptar la verdad.
Eso significaba que le había gustado, ¿no? Tal vez el beso que me había devuelto ella sí había sido controlado por el alcohol... Pero no iba a preguntárselo, me vería y sentiría ridículo.