II

52 4 0
                                    

—Preso número 442— llamaron. Brandon se levantó de la silla desganado mientras algunos observaban detenidamente cada uno de sus movimientos. Al estar cerca del hombre con camisa azul este dijo seco y sin mirarle al rostro— A enfermería. 

Brandon caminó desganado por los pasillos angostos de la segunda planta siendo acompañado por uno de los guardias hasta llegar al pequeño cubículo llamado enfermería, donde sólo había una camilla incómoda y un botiquín casi vacío. 

—Ya sabes lo que tienes que hacer — dijo la enfermera caucásica mientras se acercaba al botiquín a sacar algunas vendas. 

Brandon comenzó con su tarea. Empezando por quitarse la franela blanca con cuidado para luego comenzar a sacar los vendajes que cubrían parte de su torso y cuello. 

Cada que quitaba los pedazos de algodón sentía como parte de su piel muerta y deteriorada se quedaban en ellas, para luego desprender un hedor de podredumbre. Vio por el rabillo del ojo como la enfermera pasada su mano por su nariz rápidamente en un intento vago de desviar el olor que salía de su piel podrida. Ya habiendo quitado todas las gasas la enfermera se acercó a él para comenzar con la limpieza de su piel

—Esto no se está curando del todo bien — susurró. 

... 

Cuando mis pies tocaron finalmente la entrada del instituto automaticamente tiré mi bolso al piso para luego sacarme el suéter que se encontraba totalmente empapado por la repentina lluvia que se había dado mientras cruzaba el trayecto desde mi casa hasta acá. Sentía mis pies encharcados y cada vez que daba un paso el agua se esparcia por los laterales de mis zapatos, chorritos de agua bajaban desde mi nuca hasta mi coxis haciendo que me dieran repentinos escalofríos 

—Maldita sea — susurré a la par que intentaba secar mi cabello al sacudirlo con mi propia mano. Vi la hora y supe que la primera asignatura del día tenía ya 25 minutos de haber comenzado. Acto seguido tomé mi bolso del suelo, el cual había dejado un pequeño charco en el mismo, para luego dirigirme al baño; pensando que tal vez podría secarme en este con el secador de manos. 

Con el paso apurado entré al baño más cercano. Cerré la puerta con llave y comencé a quitarme los zapatos, estaban hechos mierda 

—Joder — dije para mis adentros dejando el bolso en el lavamanos. Me saqué toda la ropa quedando solo en calzoncillos, estaba totalmente mojada, había intentado secarla con el secador pero este para mi sorpresa estaba descompuso —¿y ahora qué coño hago?  

Pegué mi culo al suelo y mi espalda a la pared mientras intentaba sacar las libretas de mi bolso sin que se rompieran,  de repente,  en ese momento oí cómo una de las puertas de uno de los baños comenzaba a abrirse, no hice ningún movimiento, a fin de cuentas, no tenía nada qué esconder en el baño de hombres. 

Del baño de en medio salió un chico delgado y bajo, vestido de negro con una capucha que me impedía verle la cara. Vio el bolso en el lavamanos y descubrió que no estaba solo, se volcó hacia mi y son previo aviso vi como sus mejillas se timbraban de un color rojizo a la par que sus labios se fueron abriendo lentamente, tal vez para decir algo. Sin embargo, se quedó callado, observandome...no...observando mis cicatrices y vaya que las estaba detallando 

—Eh...eh...yo...o...eh — tartamudeó, no me quedaba más que observar cada uno de sus movimientos, que eran casi nulos. Recordé al chico de pronto 

—Daniel ¿No? — dije suavemente

—S...sí—su mirada se posaba en todos los lugares de mi cuerpo a excepción de mis ojos, esto me hizo sentirme algo inquieto e incómodo. Tomé aire y dije jocosamente 

I see fire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora