IV

31 1 0
                                    

Brandon introdujo la llave en la cerradura para luego abrir la puerta. Al entrar a su casa sintió como esta le brindaba un poco de calor. Daniel siguió sus pasos entrando inseguro a la pequeña casa. Miró a su alrededor y pudo darse cuenta de que era una casa tipo estudio, de un solo piso con una pequeña sala, una pequeña cocina y quizás un cuarto y un baño. Observó el mueble acogedor de la sala convencido de que dormiría allí esa noche. 

—¿Quieres café? — la pregunta lo sacó de su trance. Siguió con la mirada la espalda ancha de Brandon que se dirigía a la cocina y decidió decir 

— Sí, gracias — visualizó por unos segundos antes de que desapareciera de su vista, como la sonrisa de aquel chico de cabellos oscuros y ojos grises y se ensanchaba débilmente. Aquel simple acto había hecho que su corazón comenzara a palpitar rápidamente, había hecho que sonriera, otra vez. No fue hasta que se mordió el labio que recordó que había recibido una buena paliza minutos antes

— Disculpa las molestias pero...¿Tienes alcohol? 

— En el baño hay un botiquín, creo que ahí tienes lo necesario. 

Caminó por el pasillo y se encontró con dos puertas, abrió la más cercana y le fue inevitable no aspirar el aroma varonil que brindaba. No era el baño. Era la habitación de Brandon. Había una cama destendida, una mesa de noche con algunos libros sobre ella junto con una pequeña lámpara y alguna que otra prenda tirada en el piso. Cerró la puerta suavemente y se dirigió a la otra. 

Al entrar al baño se sacó la camisa y se vio ante el espejo, en su costado izquierdo había un gran moretón que cubría gran parte de su torso, estaba tomando un color entre morado y rojizo. Recordó las patadas y de inmediato sintió las lágrimas abriendo paso por sus mejillas. Se dirigió al lavamanos y lavó su cara con jabón, sintiendo un ardor en las palmas de sus manos, en su labio y en una de sus cienes. Encontró el alcohol en un cajón bajo el lavamanos y comenzó a desinfectar sus heridas con ayuda de un algodón que pronto se vio bañado en sangre. Enjuagó su boca y luego salió con dirección a la cocina tras ponerse la camisa 

— Listo...—dijo lo suficientemente alto como para que Brandon oyera. Este salió de la cocina con una taza entre las manos, se la entregó y dijo 

—¿Listo? Daniel, tienes sangre en el cabello — lo reprimió un poco. — Toma una ducha, puedo prestarte ropa y una toalla para que te seques. 

Daniel inmediatamente pensó en ir a su casa y aceptar sin peros el que su padre lo moliera a golpes por no tener idea de cómo defender su trasero homosexual. Porque no quería que Brandon le prestara su ropa, no quería que su aroma estuviese abrazándolo. Había estado todo el día absteniéndose de oler su sudadera, pues sabía que parecería un maníaco obsesionado por el chico de ojos grises,  y ahora venía el mismísimo y le prestaría todo un conjunto de prendas suyas... 

— Mejor me voy a mí casa — tomó un sorbo, dejó la taza en una mesa cercana y caminó con dirección a la puerta, o eso quería hacer, pues, antes de lograrlo Brandon ya estaba frente a él, obstruyendo su camino. 

— No seas idiota, no te salvé el trasero de Tom como para que vayas con tu padre y termine de matarte. 

Daniel levantó la mirada, se sentía tan malditamente vulnerable y estúpido 

— No tengo ningún problema en prestarte mi ropa, solo quiero...ayudarte. — vió los ojos grises centrarse en los suyos, haciendo que su estómago se revolviera y su corazón diera un vuelco, bajó la mirada inmediatamente, si seguía así, Brandon se daría cuenta en cualquier momento de que lo traía loco. 

—Gra...gracias — sorbió sus mocos y cojió de nuevo la taza de café — por todo, sabes que no tienes que hacer esto... 

— No es nada...tú compañía me mantiene alejado de... — Brandon dejó de hablar bruscamente, no sabía si era lo más correcto hablar con Daniel acerca del tema que lo perseguía día y noche. Sus padres, su hermana, el incendio, las pesadillas y las malas experiencias que en el reformatorio había vivido. Se conocían a medias, sí, casi nada. Pero Brandon se sentía bien estando a su lado, simplemente, no se sentía sólo. 

I see fire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora