Cadenas

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-¿Ca... denas? -Titubeó el pelirrojo en voz baja, después de haberse levantado más temprano que Iori, y la aurora decoraba el cielo amplio.

Riku se sentía atónito. Con razón Mitsuki le había dicho que no revisara el closet, ¡bien que debió obedecerle! Ahora, ¿Cómo miraría a su novio?

-Nanase... san. -Escuchó como en un suspiro, y al voltearse, observó como el muchacho de cabello obscuro seguía boca abajo sobre la nívea almohada que trataba de asemejarse a su piel.

Riku rió bajito. Se sentía afortunado de tener a esa persona con él, de sentirse capaz de hacer poquito a poco, un espacio en el "árido" corazón de Iori (que bien sabía él, era una máscara muy endeble a su lado).

Inhaló profundo. Su respiración era bastante pesada y profunda. Se notaba que trataba de mantener la compostura. ¿Qué podría hacer con esas cadenas? Sacudió la cabeza. Riku tenía su inocencia, claro, pero ningún pelo de tonto. Bien que sabía como usarlas para hacer algo "placentero" junto a la pareja. Pero entonces, ¿por qué Iori no lo había intentado? Era algo que le mantenía ligeramente frustrado, ¡El de orbes grises era menor que él! Y aún así parecía avanzar más rápido en esa relación.

Se escuchó el rechinar de los resortes de la cama; el colchón contraído le traía recuerdos nebulosos, le opacaba los sentidos ligeramente (no en ese momento, sino en aquel donde los los gélidos dedos de Iori trazaban con dulzura la geografía de su espalda), le hacía querer... sentir morbo como aquel de la primera vez. Quizás tener vergüenza, porque a tales horas de la madrugada pensaba en aquello de manera natural (tampoco era tan secreto que todo le causaba curiosidad, así que...).

Por fin se animó a coger las cadenas. Eran ligeramente pesadas, y el frío de ellas le recordaba a Iori. Suspiró sintiendo una corriente reverberante trepar por su espalda. Algo similar a una descarga eléctrica muy sutil, muy ligera, los ligeros cabellos de sus brazos, así como su piel, se erizaron, haciéndole despabilar. "Sólo será una bromita..." pensó Riku, inhalando profundo y exhalando con nerviosismo. Las cadenas chocaban entre sí y emitían un ruido molesto. Iori podría despertar en cualquier momento.

Sentía que estaba queriendo más esa adrenalina. Su pulso acelerado, sus manos perladas de sudor, sus pasos cautelosos ante la cama del de orbes grisáceas que dormía, y que, afortunadamente, se había puesto boca arriba, como si el destino hubiese preparado el momento perfecto para el pelirrojo.

Nunca se imaginó aquello. Aquellas cadenas en sus manos... eran algo nuevo. Frente a la cama, sentía cierta culpa. Presentía que si en ese instante se veía en el espejo, vería el reflejo del lobo que tenía ante él, sometido, a la dulce muchacha de la ropa roja que sería aruñada, rasgada y tal vez quemada por fricción.

Sus palmas se apoyaron en el colchón, y gateando sobre este, con sus rodillas desarmando las blancas sábanas, se encimó a Iori.

Sus sexos chocaron y aquello provocó que Riku mordiera su labio. Sí, esa adrenalina estaba carcomiendole la barriga de forma voraz, y sentía una supremacía inmensa al estar sobre Iori, al sentir la fricción de su ropa sin tener la necesidad de pedírselo... sintió miedo de que se despertase. Estaba tentando a la suerte al estar en aquella posición, pero ¡sentía ganas de ver a Iori a su merced! Quería encadenarlo como jugueteo, nunca pensó que terminaría volviéndose una necesidad inmediata. Seguía siendo un juego de dominio para él. Nunca pensó algo más, como posesión, sino que imaginar a Iori encadenado le hacía gracia. Tal vez le encendía esa idea.

Con sus manos temblorosas, y las cadenas en ellas (que le habían dejado una marca por la presión de sus palmas contra estas) trató de acomodarse por sobre la pelvis de Iori, sutilmente, a gatas, sintiendo el calor que emanaba de forma natural el cuerpo de su amante.

Era tan acogedor... tan tibio, tan propio, que no pudo evitar querer acunarse en su pecho, como solían hacer en las tardes de frío, porque tenía cierta manía al cuerpo de Iori. No sólo de forma carnal. También lo admirana, lo encontraba dulce, lo encontraba suave... como una obra de arte.

Siguiendo a su impulso, apoyó su cabeza sobre el pecho de Iori. El latir de su corazón era tan propio, tan... dulce, le tranquilizaba.

Sus párpados comenzaron a pesar, y sus manos descendieron suavemente por las caderas de Iori, haciendo que las cadenas (ya tibias por el calor de Riku) rozasen con el cuerpo del de cabellos obscuros.

Al parecer sí estaba muy agotado. Tan agotado estaba, que no se percató del ceño fruncido de Iori (o tal vez el hecho de las ventanas con el mecer de las cortinas, y la luz entrando, le impedía ver a Iori de forma clara), pero cuándo intentó moverse, algo frío chocó sus muñecas, y el sonido de los eslabones de las cadenas al chocar le hizo dirigir su mirada, al gesto molesto de Iori (aunque también iba con suficiencia y cierto ego) que le observaba de manera potente.

-¿Qué tratabas de hacer mientras dormía, Nanase-san? -Dijo con una voz grave que le estremeció los sentidos.

Tal vez desde esa mañana donde el latir del corazón de Iori le acunó, y dónde trató de amarrar al de orbes grises, las cadenas se habían convertido en un objeto bastante interesante e innovador, sobretodo después de que Iori se acercara lentamente a él, a centímetros de su boca, juntando la ajena a la propia, suspirando y rozando la superficie, para luego sonreír suspirando con altanería, e irse del cuarto dejándolo encadenado contra la cama.

Parecía un divertido juego de "encontradas". ¿Sería que el grupo se enteraría de lo de ambos, antes de que a Iori le carcomiera la consciencia?

[IDOLiSH7] Drabbles (IoRiku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora