Quinto Día

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"Nada mas dos tipos de personas pueden hablar sin inhibiciones: los desconocidos y los amantes. Los demas solo estan negociando."

Cuando Katara encontró su lugar en el vagón, el que estaba marcado bajo el número 4B en el boleto, se alegro al descubrir que se encontraba junto a la ventana.

Una de las cosas que la muchacha más odiaba de tener que tomar el tren, era la posibilidad de encontrarse en un largo viaje compartiendo lugar con un desconocido y que el rato se volviera incómodo.

La ventaja de tener el lugar de la ventana era que, siempre podías evitar convivir con el compañero de viaje perdiéndote un buen rato en el paisaje del otro lado del cristal.

Dejo su mochila sobre su regazo y se apretujo en el grueso abrigo entorno a su pecho, lista para iniciar el viaje. El lugar a su lado se encontraba aún vacío y estando tan próxima la hora de salida, la posibilidad de que nadie hubiera comprado el boleto 5B la hizo casi sonreír.

Reviso una última vez los mensajes que había estado intercambiando con Sokka, su hermano mayor. Se había estado disculpando los últimos veinte minutos por no poder pasar por ella para llevarla a casa, obligándola a tomar el tren.

Le envió, por novena ocasión, un mensaje asegurándole de que no había ningún problema. Sabia que había tenido que acompañar a Suki a casa, así que no puedo estar molesta con él. 

La pantalla de su celular se apago en el momento exacto en que se anuncio el cierre del tren para iniciar el viaje, pero antes de que las puertas se cerraran por completo, una persona logró cruzar en el último segundo, aterrizando sobre sus rodillas en el pasillo del vagón.

Su entrada había sido tan torpe y ridícula, que Katara no pudo evitar sentir pena por él.

El muchacho logró ponerse de pie cuando el tren se puso en movimiento y pudo ver, que no sería mayor que ella. Afuera el ambiente estaba oscurecido por nubes de tormenta, anunciando una intensa lluvia próxima, pero el color del cielo no podía compararse en lo más mínimo con el profundo gris en las iris de aquel chico.

Él llevaba un gorro de lana tejido en la cabeza, pero algunos mechones oscuros de su cabello se escapaban de forma rebelde del tejido. Un grueso abrigo de tonalidad otoñal envolvía su pecho y en aquel momento, el joven hurgaba en sus bolsillos en busca de su boleto.

Avanzó por el pasillo, hasta detenerse junto a Katara para llenar el lugar vacío a su lado. Se sentó sin prestarle mucha atención y ella, por instinto, se alejó hasta quedar replegada contra el cristal.

El chico se arrebato la bufanda anaranjada que envolvía la mitad de su rostro, dejando al descubierto un par de pálido labios finos, de curvas suaves, delicadas, armoniosas...

Katara, avergonzada al darse cuenta que lo estaba viéndolo fijamente, se apresuró a bajar la mirada con rapidez.

El frío se filtro en el tren y la muchacha comenzó a frotarse las manos para conseguir algo de calor, sin tener éxito.

—Ey—una suave voz masculina la hizo levantar la mirada. Su compañero de viaje la veía fijamente con aquellos profundos ojos grises. Una sonrisa había aparecido en los labios del muchacho. Con un gesto de infinita elegancia, se retiró del rostro un mechón de cabello castaño—. ¿Tienes frío?

A Katara se le encogió el estomago. Su voz eran tan encantadora como él.

Sin esperar una respuesta, el muchacho se quitó los guantes que envolvían sus manos y se los ofreció a Katara.

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