Cuarto Día

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"Había fracasado tantas veces que uno también se cansa de fracasar, así como uno se cansa de vencer y de estar sano y de llevar una vida normal."

Katara reviso una última vez el bolsillo de su abrigo, asegurándose de que los guantes aún estuvieran ahí.

Había sido un largo día en el colegio, donde su mente se encontraba en todas partes menos en el aula. Ella había sido siempre, sobre todas las cosas, una buena estudiante, pero algo había cambiado este día.

La imagen de aquel encantador chico de ojos grises permanecía grabada de forma permanente en su memoria. Podía verlo en cada parpadeo, en cada suspiro y pensamiento.

Era casi como una enfermedad de la cual Katara no podía escapar. Había llegado con pasos torpes a su casa y se había encerrado en su habitación después del encuentro con él, ignorando incluso la llegada de Sokka un poco después de ella.

Se había quedado despierta después de que la noche entrará tras la ventana de su habitación.

Los guantes de aquel chico desconocido descansaban sobre su pecho, cerca de su corazón y de vez en cuando Katara aspiraba la fragancia masculina impregnada en la tela para asegurarse que todo aquel viaje había sido real.

Un sentimiento de culpa invadía su pecho; ella tenía sus guantes y no sabía cómo contactar de nuevo con él para devolverlos.

Solo después de pensarlo mucho tiempo, supo que debía de volver a tomar el tren de vuelta a casa el día siguiente, con la esperanza de encontrarlo de nuevo.

—Él ni siquiera tiene tiempo para llevarme de un lugar a otro; he tomado esta ruta todos los días del último mes para moverme—repitió Katara, recordando las palabras del chico del tren.

Liberando un último suspiro, la muchacha de ojos azules se había ido a dormir, dejando los guantes cuidadosamente sobre su mesa de noche.

Esa fue la primera vez que soñó con él.

En su sueño estaban nuevamente en el tren, encogidos en su asiento. Sus hombros se rozaban con el movimiento del vagón y ninguno decía nada. La cabeza de Katara descansaba plácidamente sobre su hombro y él la tenía envuelta por la cintura con su brazo.

—Tomó está ruta todos los días—sus dedos menudos, manchados de pintura, la sujetaban cariñosamente por la cintura. Una risita burlona se había escapado de sus labios—. ¿Te has quedado dormida, amorcito? El viaje apenas está comenzando.

Katara había despertado antes de preguntar su nombre y aunque era un sueño, se reprendió por nuevamente no haber cuestionado su identidad.

Después de la jornada en el colegio, fue a la estación y compro su boleto.

—7B—sus labios se fruncieron, solo después de leer el número que correspondía a su asiento.

Antes de abordar, comprobó por última vez que los guantes que debía de devolver a su dueño siguieran en su lugar.

Mientras recorría el pasillo del vago, una extraño sentimiento hizo estremecer su cuerpo. Katara estaba ansiosa y temerosa por lo que podía ocurrir a continuación.

¿Que pasaba si él no estaba ahí ese día? ¿Como volverlo a verlo? Tal vez el destino los había unido solo en una ocasión y ya no quedaba ninguna posibilidad de que volvieran a encontrarse.

Sin embargo, mientras sus ojos escudriñaban los rostros de los pasajeros, lo encontró.

Su cuerpo reaccionó antes que su cerebro y sintió como su corazón producía más latidos de los necesarios. Una amplia sonrisa se apoderó del rostro de la morena, al comprobar que lo que había pasado el día anterior no se trataba solo de un sueño; él era real.

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