Capítulo 3: La maldición

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-¿Dónde está? –le pregunté a Isabella nuevamente.

Necesitaba que ella misma me lo afirmara.

-Se encuentra en camino al Reino Mendraid –me confirmó- Al igual que tú, yo tampoco confío en nuestro padre. Él no te quiere y es cuestión de tiempo para que comience a odiarme a mí también por ser la segunda en la línea de sucesión. No puedo reposar nuestra seguridad en sus manos, así como tampoco el bienestar de Alexandra y Blanca. Algunos días atrás coloqué pétalos de flores entre todas nuestras vestimentas. Además nos encontramos en medio de una guerra, por lo que en caso de separarnos, sin importar cómo, cuándo o por qué, yo continuaría sabiendo dónde se encuentran ustedes –me explicó rápidamente, aunque no hacía falta que lo hiciera- Todo en mí me indica que se encuentra bien. Solamente se halla más lejos de lo que podemos llegar a pensar.

Tampoco hacía falta que agregara que por obvias razones yo era la única además de ella en saber que nuestra hermana menor se encontraba bien, y en el Reino Mendraid. Nuestros padres no podían saberlo así como tampoco Alexandra o el resto de las personas que conocíamos, a excepción de Elliot, Daniel o Astrid, porque en caso de hablar y mencionar la ubicación de Blanca, nos preguntarían cómo era posible que supiéramos dónde se encontraba, lo cual únicamente llevaría a un desastre aún mayor del cual ya nos encontrábamos.

El collar sobre mi cuello era lo único que explicaba el porqué de nuestro distanciamiento para con nuestros padres y Alexandra, el porqué de mi profunda unión con Isabella así como con nuestros tres amigos más cercanos, si bien para mí Elliot era algo más que un simple amigo como lo eran Daniel y Astrid. Mencionaba por qué extrañábamos tanto a nuestros abuelos y por qué mi padre era aquella persona en el trono cuando era el tercero de cuatro hermanos así como también porqué mi madre se había enamorado perdidamente de él. Aquel collar era lo único que podía explicar por qué desde que tenía doce años yo había comenzado a volverme hábil con el manejo de dagas de plata, porqué el lugar favorito de Isabella eran los jardines del castillo, por qué el mío junto a las chimeneas y por qué ambas podíamos cuidarnos solas y no precisábamos de guardias que nos protegieran, así como también porqué la noche anterior Elliot había podido aparecer de repente para salvarnos y luego llevarse a mi hermana consigo, y por qué había aparecido un tajo trazado en su piel luego de que llevara a cabo aquellas acciones delante del soldado que fallidamente había intentado quitarnos la vida.

Mi familia se encontraba bajo una maldición a causa de las acciones llevadas a cabo y decisiones tomadas por mis bisabuelos, aquellos que primeramente se habían encontrado a cargo del reino como rey y reina. 

Hacía muchos años atrás, el Reino Tuonisio se había encontrado a merced de mis bisabuelos, el Rey Primeo y la Reina Ravena. Su matrimonio había sigo arreglado, y aunque habían gozado de momentos buenos, tanto por cuestiones políticas, geográficas y económicas, más las diferentes formas de pensar y querer gobernar, nunca habían logrado poder llamarse los mejores gobernadores cuando apenas toleraban verse entre sí.

Con el correr de los años nadie había logrado que ambas personas en el poder mantuvieran una relación acorde a sus puestos en la corona, y prontamente los dos comenzaron a desesperarse por manipular al otro y así volverse desesperados por controlar el territorio entero del reinado. Las diferencias entre ellos se acrecentaron con cada discusión llevada a cabo y la incapacidad de comprenderse dio comienzo a una extensiva disputa luego convertida en guerra, repleta de hostilidad y odio mutuo. Olvidaron controlarse y proteger la corona, y se atacaron sin poder calmarse, destruyendo campos y cultivos, quemando bosques y pastizales, logrando que cualquier forma de vida alrededor muriera y perdiera la vida. Haciendo que los pueblerinos tomaran partido por alguno de los dos y se enfrentaran en guerras civiles interminables, convirtiendo el pueblo en un lugar sombrío y hostil.

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