_¿Y yo tengo que aplaudir esa porquería que te dibujaste en el brazo?
Le llegó el turno a la corbata de papá:
_¿Y yo tengo que aplaudir por la corbata que usás?
_Gracias a esta corbata...
Escuché, sin ver, el gesto absurdo de papá. Digo que escuché cuando mi papá se llevó la mano al cuello si recordar que era domingo y no tenía puesta su corbata.
Ese gesto equivocado debe de haber hecho que se sintiera ridículo... Quizá por eso cometió el error de seguir hablando:
_Gracias a esta corbata que me pongo todos los días, te das el lujo de hacerte el músico.
Esas palabras deben de haberlo avergonzado; por eso cometió el error de mentir:
_¡Y dije... hacerte! ¡Hacerte...! Porque ni para músico te alcanza.
Hubo un sielncio triste. Creo que por no llorar, mi hermano habló con burla:
_Y a vos... ¿para qué te alcanza?
No es posible adivinar qué cosas le pasaron a mi padre por la memoria. Pero lo que haya sido, se transformó en una bofetada. Una bofetada definitiva, de hombre a hombre, que pareció destruir el regreso.
Papá salió de la casa dando un portazo. Y mamá, mucho más sabia de lo que ella misma se imaginaba, se fue a levantar la mesa para que la vida siguiera su curso.
Cuando vi a Guillo rondando su guitarra, corrí a esconderme en la copa de la huiguera.
Aquel domingo, para mi asombro, mi hermano salió del estribillo. Y cantó sin una sola duda; tal como si alguien le estuviese dictando.
La primera estrofa tenía algo que ver con su garganta.
Ser feliz es algo
que no me sale bien,
me ampolla la garganta.
En la segunda estrofa, Guillo se la agarró con el patio.
Yo estaba en el patio de atrás
de la nada...
En cuanto a la tercera... ¡Esa sí decía la verdad!
Con la próxima lluvia me voy
aunque lloren.
Con el próximo llanto me voy
aunque llueva.
A la mañana siguiente me desperté con ruido de agua-cero. Caminé por el pasillo hasta el dormitorio de mi hermano. Abrí la puerta sin golpear y vi que no estaba ni él ni su guitarra.
Fui a la cocina y tampoco. Mamá preparaba el desayuno en sielncio. No hizo falta preguntar nada.
Y bien, ¿qué sucedió después? Sucedió la vida; así de simple y de complicado.
Mi hermano no se perdió en la inmensidad del Amazonas. No se transformó en un charco de alcohol ni se quedó de pie en una esquina de la ciudad. Tampoco se hizo jefe de bandidos ni bandido sin jefe.
En realidad, se fue a la casa de la abuela, y en unos meses estuvo de regreso. Duespués, volvió a irse. Después sí, después no... Y siempre con su guitarra.
Tampoco su reconciliación con papá tuvo los colores de Hollywood. No fue mi padre detenido en la orilla del mar y Guillo llamándolo a sus espaldas. Papá girando en primer plano. Rostro de Guillo. Entran viento y música. Abrazo en cámara lenta con letras subiendo por la pantalla.
No sucedió nada parecido.
Guillo y papá se fueron reconociendo de a poco. Cediendo uno y otro, como el laurel y el tomillo en las salsas de mamá.
Un día, yo estaba sentado bajo la higuera tocando, sin ninguna gracias, la guitarra que Guillo me había regalado; esa que ya no usaba. Papá se asomó por la ventana que daba al patio para decirme algo:
_¿No te parece que con un músico en la familia tenemos bastante?
Así de simple. Así de complicado.
ROCK DE LA HIGUERA
Ser feliz es algo
que no me sale bien,
me ampolla la garganta.
Pero insisto
en buscarme una sonrisa.
Un día me despierto, y es abril.
Un día me confundo
Un día me despierto, y ya me fui.
Yo estaba en el patio de atrás
de la nada,
esprando a nadie.
Pero nadie
dormía en otro lado.
Un día me despierto, y es abril.
Un día me confundo
Un día me despierto, y ya me fui.
Con la próxima lluvia me voy
aunque lloren.
Con el próximo llanto me voy
aunque llueva.
Con la próxima lluvia no estoy.
Guillo.
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Lluvia Bajo La Higuera - Liliana Bodoc
Short StoryEstá historia no es mía, sino de una escritora Argentina, Liliana Bodoc