Capítulo 1

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Día 1; 8:30 AM.

— Primer día y ese tarado ya se tardó, ¿Que se cree? -refunfuñe mientras que batía con furia los huevos de mi omelette. Una vez los dejé en el sartén como por arte de magia el timbre sonó.

Mis pies se arrastraron hasta la puerta principal y por el pestillo de ella lo vi. No podía creer que realmente él estuviera aquí, y yo andaba aún con arapos, pues pensé que no vendría.

El timbre nuevamente sonó y yo di un salto. Abrí con lentitud y me sonrió de forma burlona a sabiendas de lo que estaba haciendo.

— Buenos días Seokjin, espero no hayas comenzado sin mí -sin medir a cuentas se adentro a la casa sacándose los zapatos, que combinaban muy bien con el traje que llevaba consigo y finalmente entró. — Entonces, ¿En qué estábamos? Ah, si tengo que preparar el... Espera ¿Hueles eso?

— ¡El omelette! -corri hasta la cocina y un nauseabundo olor a quemado me invadió. Saqué la sartén del fuego y lo miré mientras con calma entraba quitándose el saco. — Esto es tu culpa -gruñi.

— ¿Es mí culpa que un "chef" de renombre mundial no sepa hacer un omelette? -se burló Namjoon con soberbia y yo me imaginé cómo sería pegarle con el sartén recién sacado del fuego. No, no, demasiado sangriento. — Vamos a ver, deja a años mayores encargarse. -murmuró con una sonrisa mientras arremangaba las mangas de su camisa.

— Primero el saco, ahora la camisa, mejor desnúdate, ¿No? -bromee con ironía y negué limpiando los utensilios que había usado para mí intento fallido de omelette.

— ¿Es acaso eso lo que quieres, Seokjin? -una voz gruesa había salido de él, más varonil de lo que normalmente era. Una suave tonalidad rosada se apoderó de mis mejillas en ese momento y solté una carcajada.

— Definitivamente no, que desagradable -murmuré mientras mi ceño se fruncía un poco por lo desagradable de imaginar eso.

— Entonces, ¿Qué desayunaremos, qué quieres? -pese a que estaba de espaldas a él pude sentir su mirada sobre mí.

— Sorprendeme -me encogí de hombros y sacudí mis manos antes de secarlas con el repasador a mi lado. — mi cocina ahora es tuya, diviértete -camine fuera a de ella y en dirección a mi habitación, necesitaba una ducha.

45 minutos y varios estruendos después.

Oh, vaya pensé que comeriamos a la hora del almuerzo. -reí un poco viéndolo llegar con dos platos en sus manos.

— Cállate o no comerás -arremetió él ¿Molesto? Yo sólo reí, disfrutaba verlo así.

Cuando dejó ambos platos en la mesa me sentí de alguna forma diferente, solía cocinar siempre pero jamás nadie lo hacía para mí. Arquee una ceja viéndolo con detenimiento, mal no se veía, tenía buen olor y hasta tenía una presentación decente.

— Como estabas haciendo omelette cuando llegué pensé que quizá tendrías ganas de comer eso, lo sé, no debes agradecerme. En fin, omelette de verduras con queso. Acompañado con lo primero que hallé en la nevera, tocino, ¿Lo reajuste de algún lugar específico? No es el mismo que venden aquí. -cuestiono él dejándome algo sorprendido.

— Tienes razón, no es el mismo. Lo compré en España, vengo de ahí, llegué ayer -Respondi sin mirarlo mientras acomodaba la servilleta que estaba sobre la mesa en mis piernas. Tomé mis cubiertos y él pareció verme intrigado mientras me sentaba. — ¿Por qué estás mirándome así, tengo algo en la cara o qué? -ataque un poco a la defensiva. Él río.

— Sólo estoy admirandote, eres muy guapo -sonrió y mis ojos se alzaron de la comida hacia él repletos de odio pues mis mejillas ahora estaban nuevamente rosadas. — Sólo bromeo, no me pegues, estoy viendote porque quiero admirar tu rostro de sorpresa, felicidad y posteriormente orgasmo cuando pruebes la mejor comida del mundo. -acoto con aires de grandeza haciéndome sentir aún más idiota. Yo carraspee.

Con calma tomé un poco del tocino y lo introduje en mi boca, nada mal, aún así, fracasar haciendo tocino sería peor que mediocre. Finalmente tomé el omelette y cuando lo introduje a mí boca tuve que masticarlo varias veces para detectar todos los sabores, pues uno había invadido mi boca por completo. Sin haberlo tragado, pues realmente tenía algo extraño, hablé.

— Namj -me sentía un maleducado hablando sin haber tragado así que hice el mayor esfuerzo de mi vida y lo tragué. — Namjoon, ¿Qué le pusiste? -cuestioné antes de beber el café que estaba en frente mío

— Uhm, bueno, le puse huevos, cebollas, zanahorias, pimiento, champiñones, sal y pimienta -respondió Namjoon orgulloso, nada parecía haber salido mal como para que tuviera ese extraño sabor. — ¿Que, no te gustó? No te creo, seguramente hablas desde el resent... -en ese instante le metí un poco de su omelette a la boca y el abrió los ojos sorprendido. — Puaj, sabe asqueoso -su rostro se había desfigurado y ahora una mueca de asco se había hecho presente.

— De eso hablaba, ¿Quién es el que no sabe hacer omelettes ahora? -alcé una ceja y suspiré caminando hasta la cocina. Revisé cada ingrediente y cuando llegué a la sal descubrí que no era eso, si no azúcar. — ¿Tú eres tonto o qué, Namjoon? -le grité desde mi posición y reí bastante animado y él asomó la cabeza por un costado del marco de la puerta. — Usaste azúcar, genio

— Eso fue sabotaje, estoy seguro.

— No necesito hacer eso para demostrar que soy mejor que tú. -iba a seguir discutiendo pero en ese momento mi teléfono sonó. — ¿Qué quieres, Min? -hablé con tranquilidad mientras enarcaba una ceja. — ¿Ahora? -puse los ojos en blanco y caminé hasta las escaleras. — Ya voy, ya voy, deja de llorar. -gruñi y colgué.

— ¿Saldrás? -él alzó ambas cejas pero yo ya estaba escaleras arriba como para responderle. Minutos después bajé y lo miré con la vista perdida en su intento de desayuno, me sentí extraño en ese momento, ¿Lástima quizá?

— Sí, tengo cosas que hacer. Deberías irte, nos veremos en el almuerzo, ¿Si? -lo mire mientras acomodaba sus ropas y se ponía el saco del traje. — Me parece bien, ¿En el restaurante? -yo asentí. Namjoon en ese momento caminó hasta la salida poniéndose los zapatos y cuando se fue finalmente sentí calma.

Miré el tocino que yacía aún en el plato junto con el omelette dulce y no pude evitar reír. Era crítico de comida y no podía diferenciar entre la sal y el azúcar. Irónico.

Algo de diez minutos después salí y me monte en mi automóvil en dirección al centro de Seúl.
Con calma entré a aquél café y busqué con la mirada a Min Yoon Gi, quién debía ya estar aquí, esperándome.

Pude ver su mano alzarse un poco, reconocí el anillo que llevaba puesto y la forma en la que la movió llamando a la camarera que parecía estar muerta de amor por él. Solté un resoplido y me senté a enfrente de él cuando llegue a la mesa.

— Min

— Kim -él sonrió de costado y pidió un café negro. — ¿Quieres algo? Yo invito hoy.

— Que amable estás el día de hoy, Yoongi -reí por lo bajo con ironía y suspiré. Finalmente pedí algo de comer, moría de hambre.

— ¿Te sientes bien? Tú nunca pides comida en otros restaurantes... -si supieras lo que desayuné hoy, Min. Pensé y cuando estuve a punto de responder pude sentir su fría mano tomar la mía. Quise apartarla pero en ese momento pude sentir una presencia a nuestro lado, qué rápido había llegado la comida. — que veloz es el... Serv -mi boca se abrió un poco y una de mis cejas se arquearon con confusión. — ¿Qué haces tú aquí...?

Cooking Lovers ¡En Edición!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora