🍁14.

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Alison POV

Nerviosa, asi me sentia aquel día.

Eran casi las once de la mañana y el clima no era el mejor, de hecho el invierno habia llegado con toda su gloria. Las lluvias a cualquier hora del dia me ponian de mal humor y es que quizas preferia el verano o la primavera, pero mis nervios no se debian al mal clima ni mucho menos se debian a la madre de Liz que habia llegado aquella mañana a ayudarnos con la decoracion del cuarto de nuestro bebe.

Su mirada tenía algo que no lograba descifrar, quizás aún estaba enfadada conmigo y créanme que lo entendía si alguien lastimara a mi hijo jamás se lo perdonaría y es por eso que trataba de entender la forma en la que me miraba y sobre todo la frialdad con la que me trataba.

Sin embargo, durante estos meses no había hecho otra cosa que enmendar mis antiguos errores, era una mejor versión de mi misma, de eso estaba segura y se lo demostraba día a día a Liz.

― Quedo hermoso ― decía Liz emocionada ― gracias por ayudarnos mamá

― De nada mi pequeña, todo por Sebas.

Ambas admiraban la habitación embelesadas, aquella pequeña cuna que habíamos comprado meses atrás ahora formaba parte de la decoración, así como aquel peluche de pato que tanto me había encantado. Algunos peluches más en los estantes y un closet lleno de ropa y uno que otro juguete para mi pequeño completaban la decoración. Habíamos pasado la mañana entera moviendo muebles, arreglando cada pequeño detalle y entendía la emoción de ambas ya que yo también me sentía así, en cuestión de días Sebas llegaría a nuestras vidas y quería que todo fuera perfecto.

― Gracias por ayudarnos Patricia ― susurré desde el marco de la puerta, Liz solo me sonrió y yo hice lo mismo.

El embarazo le había sentado bien, por más berrinches que me hiciera respecto a su cuerpo o a la incomodidad que sentía se veía hermosa, preciosa en realidad y ese brillo en sus ojos eran la muestra más clara de que todo iba mejor.

― De nada ― contesto la madre de Liz sin mirarme ― tenía un tiempo libre y bueno me alegro haber sido de ayuda.

― Siempre lo eres mamá ― le aseguraba abrazándola.

La relación que mantenían amabas era digna de envidia, Patricia siempre la había apoyado y sin querer pensé en ella en la gran Marta Castillo mejor conocida como mi madre, había muchísimo tiempo que no había ido a visitarla, pero ¿Quién lo haría? Era la representación de todo lo que no quería ser, una madre despreocupada que lo único que le importaba era su carrera, que lo que más deseaba era una hija perfecta que siguiera sus pasos, pero lamentablemente le había tocado yo como hija.

― ¿Estas bien? ― decía Liz acercándose a mí ― te noto pálida.

― Soy pálida rubia ― le sonreí haciéndola reír.

― Bueno más pálida que de costumbre ― acariciaba mi mejilla ― ¿pasa algo?

―No te preocupes estoy bien, más bien deberías aprovechar el tiempo con tu mamá

― Es eso, le he dicho que deje de ser rencorosa pero ya la conoces, no es que disfrute tratándote tan fríamente, pero sabes cómo es ella

― La entiendo Liz y tu deberías hacer lo mismo, para tu mamá todo lo que paso ha sido mi culpa y está en lo cierto

― Deja de decir tonterías, ya lo hemos hablado cientos de veces en la terapia, no ganamos nada culpándonos o llevando toda la culpa sobre nuestra espalda

― Es difícil ― susurre y escuche como golpeaban la puerta, deje un beso en su frente y fui a atender.

― Llego la tía favorita ― entraba Verónica muy animada

Hojas de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora