Aprendiendo a ser pirata

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Lexa miraba los ojos de la rubia con verdadera veneración. Hacia solo unos minutos lo único en lo que pensaba era en echarla de su vida, en deshacerse de ella en Cartagena de Indias y seguir sin rumbo fijo, buscando aventuras para ensalzar su leyenda mas ahora solo podía pensar en perderse, perderse por completo en el interior de esa mirada aguamarima que la había atrapado desde el primer momento.

En sus labios aún sentía el dulce sabor de la rubia, sonreía mirándola, tan cerca y sin miedo. Ella pensaba que era un amor inalcanzable, que había barreras infranqueables entre ambas se dejó llevar por el miedo a sufrir, mas fue la rubia quien rompió los muros imaginarios entre ellas, Clarke la había besado, tan tímida, tan inocente... Clarke la correspondía y la capitana se sentía completamente feliz. Reconocía los síntomas del amor ardiente en su alma, había amado así una vez en el pasado y por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesta a volver a amar.

Por nada del mundo quería romper ese momento, ambas mirándose a los ojos, descubriendo sus sentimientos, descubriéndose ante la otra por primera vez.

Para Clarke todo era muy confuso, esa mañana se había levantado como la burguesa sevillana que había sido toda su vida y ahora, estaba convencida desde lo más profundo de su ser, que no quería seguir siendo esa persona. Iba a convertirse en una bandida del mar, en una más de esa tripulación de almas libres, iba a ser pirata y, aunque su mente racional estaba disparando todas las alarmas sobre la locura que estaba a punto de cometer, su corazón la empujaba irremediablemente hacia ese camino de libertad. Su corazón la empujaba a los brazos de esa mujer, esa joven capitana castaña de ojos esmeralda que había descolocado todo su mundo, que había pisoteado su moral y le había abierto los ojos a una vida plena, lejos del conformismo burgués al que estaba acostumbrada. Lexa le había abierto las puertas del mundo y ella estaba más que dispuesta a cruzarlas.

La rubia siempre pensó que el amor no existía, que solo eran leyendas descritas en sus libros. Desde niña le habían enseñado que dejarse llevar por las emociones era pecado, que los sentimientos quedaban relegados en el olvido, que incluso el matrimonio era un mero negocio y de pronto, se encontraba a sí misma en medio del océano, en brazos de una mujer pirata y su corazón gritaba de alegría. Por primera vez en toda su vida, supo que estaba haciendo lo correcto, lo que era correcto para ella y no para la moral absurda que le habían inculcado. Si ella era feliz, ¿Cómo podía ser malo?

Fueron pasando los meses, meses de continuos cambios en ambas mujeres dado que tenían que amoldarse a la nueva situación.

Para Lexa era sencillo, se dejaba llevar por sus impulsos a todas horas, no solo con Clarke sino con todo en su vida, era su personalidad. En cambio para la bella rubia todo era más difícil. Adoraba los momentos en los que estaban las dos solas, cada beso que su castaña le daba la llenaba de vida, hacía latir desbocado su corazón. Adoraba perderse en el verde de sus ojos, escucharla relatar sus aventuras por todo el mundo, admiraba su valentía, su destreza y su coraje. Atesoraba los momentos junto a ella como los más felices de su vida.

Cuando estaban ante la tripulación, se le hacía más difícil, no le gustaba que la mirasen como lo hacían, seguía teniendo sus modales de cortesana, seguía siendo impecable, a pesar de sus esfuerzos por integrarse, seguían dándole de lado, asegurando que solo era un capricho de su capitana y que pronto dejaría el navío.

Aunque Clarke fingía indiferencia y desinterés, esos comentarios le dañaban en lo más profundo. Quizás los marineros tenían razón, quizás cuando Lexa viera que ella no valía la pena se cansaría, esas dudas la llevaban a una terrible melancolía dado que en esos pocos meses de romance idílico, se había dado cuenta de que perder a Lexa supondría perderse a sí misma.

Aparte de todas esas dudas y miedos sobre ser suficiente para su bella capitana, había un miedo mayor en el alma de la joven burguesa. Hacía ya meses que le venía dando vueltas en la cabeza a qué pasaría cuando Lexa necesitara más de ella, cuando no se conformara con sus besos a escondidas, con sus tardes juntas entre dulces caricias y tiernas palabras, que pasará cuando la capitana exigiera ir más allá pues Clarke la conocía, sabía que eran muy diferentes, sabía que Lexa estaba acostumbrada al libertinaje mientras ella se había reprimido toda su vida. Cuando llegase el momento no sabía si sería capaz de entregarse por completo. Le daba demasiado miedo afrontar que, a la hora de la verdad, ella no sabría estar a la altura de las expectativas de su capitana.

LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora