El mundo es nuestro

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Con las manos de Lexa recorriendo cada rincón de su piel, Clarke se sentía una mujer nueva. Adoraba las nuevas sensaciones que se apoderaban de su alma y de su mente, amaba a esa mujer desde lo más profundo de su ser, de manera frenética y desenfrenada. Sonreía al pensar que al principio de esa aventura simplemente la odiaba, le parecía odiosa, irritante y completamente vulgar.

Ahora la miraba con veneración, y reía pues no podía entender si alguna vez llegó a odiarla de verdad o se había enamorado nada más verla sin saberlo. Era tan ignorante, tan inocente, se sentía idiota y aun así la joven capitana la había escogido a ella para volver a amar, para volver a intentarlo, Lexa la había escogido para recomponer los pedazos maltrechos de su corazón y ella iba a darle todo cuanto tenía para hacerle feliz.

Los labios de su castaña paseaban por su cuerpo lentamente, sin prisa, dejando pequeñas marcas y suaves roces con su lengua, erizando su piel y haciéndole temblar de deseo. Sus ojos estaban cada vez más oscuros y se le nublaban los pensamientos, solo la imagen de Lexa haciéndola suya permanecía en su mente, y con prisa la apremiaba a que terminara esa dulce tortura de exploración y la poseyera por completo.

Sus manos aferradas al cabello de la castaña mientras esta iba bajando con una lentitud mortífera por su cuerpo, dejando un rastro de saliva y besos que encendían a la rubia y le hacían gemir como nunca antes. Si la primera vez fue maravillosa, con todos los miedos aun bailando por su mente, en esos momentos estaba siendo sencillamente perfecto. Entre ellas ya no había ninguna barrera que romper, solo deseo y un amor cuyas dimensiones aun no comprendían.

De pronto la eubia se aferró más fuerte a los cabellos de la castaña y, entre sorprendida y completamente excitada, soltó un grito que se tornó en gemidos cada vez más agudos al sentir la lengua de Lexa recorriendo su interior. Era sencillamente magnífico, las oleadas de placer inundando su cuerpo y haciéndole volar. Inconscientemente empezó a mover las caderas para sentir aún más a la joven capitana devorándola como nunca lo había hecho nadie antes, sintiendo su humedad mezclada con los besos y las atenciones de Lexa en ella, no aguantó y entre gritos inconexos y gemidos llegó al clímax y cayó completamente agotada, dejando que su capitana volviera a su altura, regalándole dulces besos por todo el cuerpo y finalmente atrapando sus labios con pasión.

La besó con una sed infinita de ella, no quería romper ese momento, el dulce sabor de los besos de Lexa junto a su propia esencia en los labios de su amada hizo a Clarke estremecerse.

Tenía demasiado que agradecerle a Lexa, empezando por haberle enseñado a amar con pasión y veneración la vida en el mar, por haberle enseñado que vivir se basaba en cosas sencillas como una puesta de sol y, sobre todo, por haberle enseñado que amar es la mejor sensación del mundo, que entregarse por completo a la persona amada era aún más hermoso que el mismísimo océano o ver amanecer.

-¿Cuándo vas a enseñarme? Quiero hacerte sentir lo mismo Lexa.

-Definitivamente hoy no, llevamos horas encerrada y la tripulación se preguntará dónde diablos me metí

-Tienes razón, además me muero de hambre.

-Debería traerte algo de ropa

-¿A mí por qué?

-Tu vestido, lo rompí ¿Recuerdas?

Un momento más tarde, tanto Lexa como Clarke, ambas vestidas con atuendo masculino, holgado y nada que ver con los antiguos ropajes que la rubia solía portar, se presentaron en el refectorio del barco buscando algo de comer, dado que habían perdido la cuenta del tiempo que pasaron recluidas en su mundo perfecto y no habían tomado nada desde hacía por lo menos un día entero.

Toda la tripulación puso sus ojos sobre Clarke, y todos se asombraron al ver el cambio en esa muchachita estirada a la que prácticamente ninguno soportaba. Estaba radiante, sus nuevos ropajes le sentaban de fábula, si no la hubiesen visto antes dirían que siempre fue uno de ellos.

A ninguno les pasó desapercibido cómo su capitana sonreía con ella, cómo la miraba, estaba claro que ambas tenían un romance y todos ellos, que habían vivido el dolor de la pérdida de Jones junto a la castaña, se alegraron de verla feliz y sonriente, aunque fuese gracias a una jovencita que no pertenecía a su mundo.

Tras varias semanas de travesía en las que Clarke se integró como una más en la tripulación. Hablaba como ellos, se comportaba como ellos y lo único que no compartía eran sus borrachera y el ron, teniendo demasiado reciente su último episodio con ese brebaje. Durante ese tiempo aprendió, de manera bastante rápida ante la estupefacción de Lexa y del resto de marineros, a usar con propiedad el sable. Tras haberse entregado a Lexa, una nueva seguridad se había apoderado de la rubia y, sin miedos que le impidieran avanzar, aprendió todo cuanto la castaña le enseñaba. Tras unos meses de entrenamiento era completamente capaz de desarmar a la joven capitana e incluso de ganarle en un duelo. Lexa se sentía completamente orgullosa de ella, la veía cambiar, veía crecer su confianza y también su gozo, eso la llenaba de amor.

En la intimidad también aprendía deprisa, Lexa sentía que había liberado un monstruo que llevaba demasiado tiempo dormido. Su rubia era insaciable y acababan siempre extasiadas pero felices, amaba esos momentos en los que no existía nada más que ellas y sus sentimientos.

Llegó el momento en el que Lexa decidió que debían parar, descansar un poco de la vida en alta mar y pisar tierra. Aprovechar de proveer el barco de agua dulce y fruta fresca. Sabía exactamente dónde ir así que puso rumbo a una pequeña isla que no aparecía en el mapa, una isla que unos pocos conocían, y ninguno la conocía como Lexa pues la consideraba, a parte del océano, su lugar favorito en el mundo.

Cuando llegaron, desembarcaron en los botes y pudo ver como la mirada de Clarke se iluminaba de emoción. La rubia realmente necesitaba ese descanso de navegar, sentir tierra firme bajo sus pies y correr sin el balanceo de la nave.

Cuando desembarcaron Clarke se mareó, acostumbrada a que el suelo se moviera. Lexa, que esperaba esa reacción, estuvo ahí para sujetarla y no dejarla caer. Ese tierno gesto hizo que el corazón de Clarke saltase en su interior, y una enorme sonrisa en su rostro al sentirse tan amada por su joven capitana.

Lexa ordenó a sus tripulantes que recogiesen suministros para la nave, mientras ella le enseñaba a su rubia las maravillas de esa isla que consideraba, junto al Libertad, su hogar en el mundo.

Clarke se dejaba guiar por la joven capitana, confiando en ella completamente, se veía que sabía dónde iban en medio de esa selva donde la rubia se habría perdido sin dudar.

Finalmente salieron de la vegetación y encontraron un saliente de rocas que daba al mar, era un salto de quince metros de altura, a lo lejos el océano inmenso, a lo lejos el mundo entero.

-Clarke, ¿confías en mí?

-Confío en ti, Lexa.

-Entonces dame la mano, te voy a dar el mundo entero.

La rubia entregó su mano a la joven capitana sin dudar un segundo y, de un impulso, ambas se precipitaron al vacío.

Un grito de júbilo salió de sus gargantas mientras la adrenalina recorría sus cuerpos, Lexa había dado ese salto un millón de veces y Clarke simplemente confiaba con fe ciega en su joven capitana.

El mar las acogió con suavidad y se hundieron en él, sintiéndose más vivas que nunca. Emergieron aun cogidas de la mano y se echaron a reír.

-Eso ha sido increíble, me siento viva, capaz de cualquier cosa.

-Te dije que te iba a dar el mundo entero.

-Sí, eso fue como sujetar el mundo con mis manos durante un momento. Fue mágico.

-Te amo Clarke.

-Te amo Lexa.

Se besaron durante horas, nadando juntas en la inmensidad del océano, Clarke no dijo nada pero, saltando al vacío, había dejado atrás todo su pasado, todo cuanto una vez fue, todo cuanto le importó. Al emerger de las aguas del mar renació a una vida nueva, era el fin de una etapa y el comienzo de otra, no había marcha atrás. Clarke Griffin había muerto al saltar de la mano de su joven capitana. Ahora era y sería para siempre Clarke "La Sevillana" y su hogar era el mundo entero siempre que Lexa Woods estuviera a su lado.

LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora