Parte 9

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Los torpes pasos del blondo heleno eran cortos pero firmes a su vez.
Estaba totalmente ebrio y de lejos se notaba pero a pesar de eso, estaba decidido a volver por sus propios medios a su casa y arreglar todo con su amado esposo pero no contaba con que su amigo, aquél que considero su hermano y por quien hubiese hecho hasta lo inimaginable, iba a traicionarlo como si se tratara de su peor enemigo.

-¿Do... Dónde estoy?- Quiso moverse pero no pudo hacerlo ni por un centímetro. Le costaba mucho ubicarse pero apenas si pudo recuperar el sentido, se dió cuenta de que estaba en una habitación, apenas iluminada con una pequeña lámpara y él estaba con las manos atadas a la parte de atrás de una silla y sus tobillos aprisionados a las patas de está. -¿Qué está pasando? ¿Dónde estoy?

-Grita todo lo que quieras, nadie va a oírte y aunque lo hagan, nadie vendrá a ayudarte. Este hotel esta repleto de vendedores de droga y sus respectivos clientes. Nadie se arriesgará a pedir ayuda para ti, si sabe que van a caer decenas de personas mas peligrosas que pueden hacer de su existencia un infierno, si salen libres.

Con sus ojos apenas abiertos, miró hacía donde la suave voz femenina se escuchaba. No podía enfocar bien en un comienzo pero cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, vio a esa chica que estuvo con él bebiendo en un bar.

-Tu eres la zorra del bar.

-Hey mas respeto, niñito. No soy una "zorra", soy una acompañante, que es muy distinto.

-¿Y te contrataron para drogarme, secuestrarme, traerme aquí y darme una buena noche?- Dijo el castaño dejando salir una sonrisa socarrona adornando su rostro. -Pues te aviso que soy un hombre de gustos simples. El sadomasoquismo no es lo mio para nada.

-¿Y cuando dije que estamos aquí para que yo me acueste contigo, y que tu estas atado allí porque a mi "me va" el sado? Estás aquí por algo muy diferente.

-¿Qué quieres decir?

-Tu estas aquí para decirme todo lo que sabes acerca de la muerte de Milo Megalos y si no lo haces...- Se levantó de su asiento y se encaminó hacia la perilla de luz, que al levantarla y darle mas luminosidad a aquel cuarto, dejó ver que al frente de Aioria, estaba su adorada Marín, atada igual que él pero con su cara llena de moretones y sangre seca. -Tu querida se muere.

Shaina se paró al lado de la asustada muchacha y sacó una pequeña navaja de su escote, que pasó sin delicadeza alguna por la mejilla de la pelirroja, herida que de inmediato comenzó a sangrar e hizo que las lágrimas de ella salieran con mas fuerza.

-Ahora, cuéntame que paso esa noche.

-Yo... Yo no... Ehhhh... No... No se de que me estas hablando...

-¿No lo sabes? Que extraño realmente. Ya que Wyvern dijo sin dudarlo y sin titubear un segundo, que fuiste tu quien entregó esa noche a Milo.

-¿Tu... Lo mataste tu?

-Digamos que en parte si. Pero yo no soy la que tengo que responder preguntas aquí. Quien tiene que hacerlo eres tu, así que mas te vale que empieces a hablar.

-Ya te dije. Yo no se nada.- El heleno trataba de mantenerse estoico y tener la voz lo mas firme posible, pero se le notaba un leve temblor en su labio inferior. Estaba asustado después de todo. -Yo siento mucho lo que le pasó a mi amigo. No te das una mínima idea de como lloré cuando me enteré de que había muerto. ¡No me puedes acusar de que yo fui responsable de su muerte!

Shaina no le creía en lo mas mínimo. Sabía demasiado bien que Aioria mentía, ya que cuando torturaron a Kanon, si bien tardo un poco de tiempo, acabo entregando a Radamanthys, por mas que este fuese su novio, y el inglés hizo lo mismo, pero entregando el nombre de Aioria, y otra cosa que tenían bien sabido, era que los dos anteriores les habían dicho hasta con lujo de detalles, como era la cabaña y cada herida que Milo tenía en el cuerpo.
Solo le bastaba con un paso en falso del menor, para empezar a picarlo y sacarle hasta la última gota de información que tuviera.

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