Capítulo IX

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  Yo no sabía si ella había alcanzado a escuchar toda la conversación que Pablo y yo habíamos mantenido en la trotadora, cuando suponíamos que estaba hipnotizada con la música de su iPod.
  Recé para que sólo hubiera escuchado la parte final, de lo contrario, no podría volver a verle a la cara.

  Durante los tres días siguientes continúe asistiendo al gimnasio pero le pedí a Pablo que me peometiera que no se metería más, que no me 《ayudaría》a conquistarla.
  El obedeció a regañadientes porque estaba convencido de que yo era más lento que un juez. Al encontrarnos intercambiábamos un《hola》y nada más. Yo queria dejar pasar un poco el tiempo, para luego intentar un nuevo acercamiento. Era tan linda.

-Anda, cuéntame quién es... -dijo mamá una noche mientras veíamos la tele aburridos.

  De nada sirvió que yo intentar a cambiar de tema, que le mencionara las fechas de los exámenes finales, la necesidad de un nuevo par de zapatos o el problema de Física que la pilló refiriéndose a él como《el cabeza de bola de billar》Mi mamá era persistente y no descansaría hasta que yo contestara esa pregunta con la verdad.

-No sé de qué hablas, mamá.

-¡Ja! Cuando te gusta alguien pones cara de flan de coco, te conozco.

-¿Flan de coco, mamá? ¿Cara de flan de coco? ¡Qué palabrotas son ésas! ¡Estás hablando como pandillera! ¡Deberías lavarte la boca con agua bendita!

-Ya, charlatán, no te vayas por las ramas,  ¿quién es la chica que te tiene en las nubes? ¿Quién es, quién es, quién es?

  Bernardo cambiaba de canal con movimientos casi mecánicos. Se hacía el que no le importaba nuestra conversación, pero yo sabía que siempre tenía las antenas en su lugar.
  Mamá seguía con su sonrisa curiosa, esperando que yo respondiera. La miré y le dije:

-¿Si te das cuenta, mamá, de que estas cosas no son, precisamente, las que a uno le gusta discutir con la mamá?

-Pues haz como si yo fuera una amiga, o una compañera de colegio.

-Eso es imposible, ¡eres mi mamá! ¡Tienes el poder absoluto para comprarme la moto más bestial del mercado, o para castigarme por doscientos años y seis meses

-Es cierto, pero te prometo que esta vez no haré ni lo uno ni lo otro. Anda...cuéntame, te doy mi palabra de que guardaré el secreto y no te molestaré cantando por toda la casa:《Santiago está enamorado, Santiago está enamorado》

  No me quedaba alternativa, tarde o temprano ella ganaría la batalla. Y, en realidad, contarle cosas a mi mamá nunca fue para mí demasiado complicado. Si bien ella manejaba los típicos discursos latosos de:《Tienes que ser educado, responsable, estudioso, bueno y bla, bla, bla》,más de una vez supo darme respuestas que yo no habría podido encontrar sólo.

-Es una chica del gimnasio.

-¡Lo sabía! -dijo Bernardo con sonrisa triunfal-. Me debes cinco dólares mamá.

Ella sacó un billete de su bolsillo y se lo pasó.

-¿Han hecho una apuesta sobre mi vida privada? ¡Es el colmo!

-Ya, no seas melodrámatico -dijo Ber- Sólo aposté que tú cara de flan tenía razones afectivo-musculares, y no estudioso-juveniles como pensó mamá.  Dale, cuenta...

Miré a mamá que, avergonzada, sonrió, y movió sus manos como alentandome para que siguiera hablando.

-Se llama Milagros y no sé mucho de ella.

-¿Es linda?-preguntó mamá.

-Bueno, no es Miss Universo, es una chica normal pero...

En ese momento, Bernardo volvió a interrumpir:

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