Capítulo XVIII

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Finalmente <<Nadie>> Se hizo presente.

Un par de semanas después de estos incidentes, mientras mamá, Bernardo y yo estábamos viendo la televisión, el teléfono sonó.
Mamá contestó y la vi palidecer.
Sus labios se arrugaron y su entrecejo, igual.
-!No vuelva a llamar nunca más! -pidió con los ojos enlagunados y lanzó el teléfono con la mano temblorosa.

Bernardo bajó el volumen del televisor y yo pregunté:
-¿Quién era, mamá?

La respuesta tardó meses en ser asimilada por nuestra cabeza, por nuestro corazón.
<<Nadie>> era la persona silenciosa con quien mi papá mentenía una secreta relación en la capital.
<<Nadie>> era un fantasma.
Una sombra.
Un punto aparte.
Un signo de interrogación.
Un golpe en el pecho.
Un signo de lágrimas.
Una mentira.
Una verdad.
Una estaca.
Una sinrazón.

Era <<Nadie>>.

Durante semanas vi a mi madre desplomarse de la tristeza. La vi llorar de rabia y de dolor. La vi reconstruirse a las siete de la mañana y volver a derrumbarse a las diez y media. La vi rezar y luego maldecir. La vi perdonar y luego reprochar con dureza. Todopoderosa y abatida. Mi mamá.

¿Era posible que <<Nadie>> fuera capaz de provocar tanto daño?

Tardé mucho en entender que quien en realidad nos dolía era papá.

Curiosamente, como en un horrible espejo, a mi mamá y a mí nos había ocurrido cosas similares, ambos habíamos perdido de un solo golpe a nuestro mejor amigo y a la persona que amábamos.
La vida me ponía ahora del otro lado... Ayudando a mi mamá a soportar el paso de su tristeza.

Mi padre evadió el tema. Se convirtió en un ser incapaz de explicar, de corregir, de analizar, de valorar, de decidir. Repetía discursos prefabricados y trillados, mientras una sombra iba apoderándose de él sin que se diera cuenta.

Mi mamá se partió en mil fragmentos. Y yo sí sabía cómo se sentía eso.
Una noche en que la escuché llorar fui a su cuarto, la tomé de la mano y lo único que pude hacer fue repetir unas palabras que ella ya me había regalado:

-Te prometo, mamá, te prometo que el dolor pasará, te quedará una marca, pero no es el fin del mundo. Vas a ver que un día de estos te levantas, asientas los pies en la tierra... y vuelves a caminar.

¡Tienes que creerme!


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