Miranda esperó a su marido durante horas y lo llamó a su celular docenas de veces sin que él respondiera. Comenzaba a preguntarse si debía llamar a la policía, pero justo cuando estaba a punto de hacerlo, Gonzalo entró a la casa. Miranda corrió hacia él y lo abrazó.
—¡Al fin llegas! Dijiste que vendrías más temprano, ¿qué sucedió?
—Nada. Sólo... me demoré.
—Debiste avisarme. ¿Estás bien?
Gonzalo no contestó sino que la miró a los ojos sin parpadear, como si la estuviera evaluando de alguna manera.
—¿Qué sucede? —preguntó Miranda.
—¿Qué fue lo que me hiciste? —preguntó él a su vez, y la mujer sintió que se le contraía el estómago.
—No sé de qué hablas.
—Sí, lo sabes. Sé que lo sabes. Lo veo en tu cara.
—Amor, ¿acaso has estado bebiendo? ¿O te golpeaste la cabeza?
El hombre avanzó hacia ella y la agarró del brazo.
—¡No te burles de mí! —gritó él—. ¡Confiesa!
—N-no tengo nada que confesar, ¡déjame!
Gonzalo la soltó y se quedó de pie frente a ella, como un perro que quisiera morder a su amo pero se lo impidieran muchos años de entrenamiento. El hombre dijo:
—Te amo, pero mi amor por ti es tan falso como una baratija de plástico. Ahora sé que me hiciste algo, y te odio por eso. Hace unas horas quise matarme, pero no pude. Tampoco puedo matarte, aunque en este momento lo haría de buena gana. Maldita seas. Pero algún día pagarás por todo, Miranda, y si estoy ahí para verlo, te juro que me reiré. Escucharás mi risa de camino al infierno.
Ella se demoró en contestar. ¿Y qué podía decir, al fin y al cabo? La verdad no era su mejor opción, de modo que se aproximó a Gonzalo y le acarició la mejilla. Él hizo una mueca de repulsión, pero no apartó la cara.
—Estás imaginando cosas, querido —dijo Miranda con voz dulce—. Debe ser que no dormiste bien anoche. Pero yo te haré sentir mejor.
La mujer besó a su esposo, y él, incapaz de resistirse, le devolvió el beso. Poco a poco ella lo arrastró hasta la cama y lo hizo suyo una vez más, pensando que no tenía motivos para preocuparse: el hechizo era infalible; Gonzalo jamás se iría de su lado.
Los labios de Miranda se curvaron en una sonrisa de satisfacción.
(Continuará...)
Gissel Escudero
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Hechizo de odio, hechizo de amor
RomanceMiranda y Gonzalo se conocen desde que eran niños y muy pronto van a casarse. Sin embargo, después de un accidente automovilístico, Gonzalo se enamora de una enfermera y cancela la boda. Miranda hará todo lo posible para recuperar a su amor perdido...