Parte 5

511 13 8
                                    

De camino a su apartamento, Gonzalo empezó a caminar más y más despacio. Se había sentido raro desde la noche anterior: tenso, casi malhumorado. Sin embargo, no había razones para ello, porque todo andaba de perlas. Era un hermoso día de primavera, muy pronto iban a ascenderlo en el trabajo, y en casa lo esperaba la mujer de sus sueños...

Gonzalo se detuvo. Pensar en Laura le había provocado un intenso e inexplicable malestar. De pronto no soportaba la idea de verla o tocarla, como si fuera una anciana leprosa en lugar de una bella mujer. ¿De dónde había salido eso? Él amaba a Laura más que nada en el mundo, y... y...

“¿Estás seguro?”, le preguntó la voz en su cabeza, y Gonzalo descubrió, con horror, que no podía contestar esa pregunta afirmativamente.

Tenía que ser un delirio o algo así. Un extraño caso de locura temporal. Ojalá se le pasara antes de llegar al apartamento...

Subió las escaleras del edificio como si tuviera zapatos de plomo, y le costó meter la llave en la cerradura. “Que Laura no esté aquí”, pensó. “Que no haya salido aún del trabajo, o...”

—¿Gonzalo? —escuchó decir a la joven, y sus esperanzas se hicieron añicos. Algo andaba terriblemente mal, porque aquella voz que él tanto adoraba, aunque lo despertara muy temprano cada mañana, acababa de incitar en él un odio profundo.

Laura corrió hacia él y le echó los brazos al cuello con la intención de besarlo, pero él la apartó de sí violentamente, haciéndola retroceder hasta la pared opuesta.

—¿Qué te sucede? —preguntó ella. Parecía más desconcertada que herida.

—No... quiero... que me toques.

—¿Qué? ¿Pero qué estás dicien...?

—¡Aléjate de mí!

Por un momento ambos permanecieron en silencio, con dos metros de separación entre ellos. Gonzalo pudo sentir que Laura lo miraba, pero él mantuvo la vista fija en el suelo. Laura dijo:

—Si esto es una especie de juego, no me está gustando nada.

—No es un juego. No sé qué es. Pero tienes que irte de aquí ahora mismo.

—¿Irme? ¿Adónde? ¿Te has vuelto loco?

—No lo sé.

—¿Has estado beb...?

—¡Ya cállate! ¡Vete! ¡No me importa adónde, sólo... vete! ¡Y no regreses!

Gonzalo no pudo creer que estuviera diciendo esas palabras. Era como si hubiera alguien más en su cabeza, poniendo ideas en su mente sobre las que él no tenía ningún control. Laura también debió pensar lo mismo, porque dijo:

—No sé qué demonios te está pasando, pero éste no eres tú. Tenemos que buscar ayuda, tal vez un psicólogo o...

Antes de que Laura pudiera terminar la frase, Gonzalo se lanzó hacia ella y le pegó con todas sus fuerzas en la cara, derribándola. La joven cayó al suelo sobre un costado, arrugando la alfombra, y cuando se dio vuelta, él vio que le sangraba la nariz. Eso debió haberlo detenido; en cambio, el odio en su interior explotó como una caldera de agua hirviendo, y levantó a la joven por un brazo para golpearla una vez más, y otra, y otra...

(Continuará...)

Gissel Escudero

http://elmundodegissel.blogspot.com/ (blog humorístico)

http://la-narradora.blogspot.com/ (blog literario)

Hechizo de odio, hechizo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora