Parte 2

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Gonzalo estaba de pie frente al altar, vestido para su boda. Los invitados esperaban a que apareciera la novia, y por fin comenzó a sonar la marcha nupcial.

Miranda entró a la iglesia escoltada por su padre. Se veía muy hermosa, con su vestido blanco de encaje y los bucles de pelo castaño decorados con pequeñas flores. Su expresión era de radiante felicidad.

Paso a paso la mujer se aproximó al altar, sosteniendo un ramo de rosas y arrastrando un largo velo tras de sí. Pronto ella y Gonzalo estarían casados, cumpliendo así una promesa de adolescentes. Era obra del destino, decían todos.

Pero algo no andaba bien. La luz que entraba por los vitrales de la iglesia se apagó, dejando a todos en la oscuridad excepto a Miranda, cuyo vestido emitía un resplandor frío. Parecía hecho de telarañas fosforescentes. No era una imagen agradable, y a Gonzalo lo recorrió un escalofrío.

Cuando Miranda estuvo frente a él, Gonzalo notó algo más: los dientes de su prometida eran como los de un vampiro, con largos colmillos manchados de sangre, y ella lo miraba igual que un animal hambriento.

Gonzalo dejó caer los anillos, que chocaron entre sí con un tintineo metálico. Tenía que escapar de ahí. Tenía que huir antes de que fuera demasiado tarde.

Una puerta se abrió detrás del altar. Por ahí aún entraba la luz del día, su salvación, y Gonzalo se lanzó hacia ella, pero Miranda lo aferró del brazo con unas manos como garras, y rugiendo se dispuso a atacar...

El hombre se incorporó en la cama reprimiendo un grito de terror. Al principio no supo dónde estaba, pero luego recordó: había tenido un accidente, se hallaba en un hospital y pronto podría irse, ya que sus heridas no eran graves. Volvió a recostarse sobre la almohada, suspirando de alivio.

Sin embargo, por centésima vez lo inundó una oleada de preocupación. Hacía semanas que venía teniendo esa horrible pesadilla, y en alguna parte había leído que los sueños recurrentes casi siempre significaban algo. Pero ¿cuál era el mensaje de su inconsciente? ¿Que Miranda era un monstruo chupasangre?

“Tú lo sabes”, dijo una vocecita en su interior. “Admítelo.”

Era verdad, él lo sabía. Su pesadilla le estaba diciendo que muy en el fondo no deseaba casarse, o que el matrimonio sería un error. Pero eso iba en contra de todo lo que pensaba estando despierto.

Conocía a Miranda desde que tenía siete años. Al principio fueron sólo vecinos, luego se convirtieron en grandes amigos, y en algún momento nació la llama del amor entre ellos. Jamás habían tenido grandes peleas, y casi siempre estaban de acuerdo en todo, o él cedía para hacerla feliz. Sus conocidos afirmaban que eran la pareja ideal.

Entonces, ¿por qué dudaba? ¿Qué objeción al matrimonio había encontrado su inconsciente que él no era capaz de descubrir por sí solo?

Gonzalo cerró los ojos y por primera vez se hizo esta pregunta: ¿realmente estaba enamorado?

Él nunca había salido con otras mujeres. Ni siquiera había mirado a otras mujeres, ya que su relación con Miranda era demasiado absorbente. ¿Y si lo que sentía por ella no era amor, pero no se daba cuenta simplemente porque no conocía otra cosa? ¿O todo aquello no era más que un ataque de nervios debido al estrés de la boda?

Menudo dilema. Y bastante inoportuno, además.

Una hora más tarde, Miranda fue a visitarlo. Su preocupación por él era genuina, Gonzalo estaba seguro de ello, y tal pensamiento lo hizo sentir muy culpable.

—Hola, amor —dijo ella, y lo besó en los labios—. ¿Cómo te sientes?

—Mejor, gracias.

Hechizo de odio, hechizo de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora