Feliz cumpleaños a mí

230 24 1
                                    

Dean Winchester podía ser egoísta de vez en cuando, y no sólo porque querría que su hermano pasara todo su tiempo libre con él; o porque jamás regalaría el último bocado de su hamburguesa, sino por una situación muy diferente. El cumpleaños diecinueve de su novio era en un par de días, y había encontrado el regalo... ¿perfecto?

—Vamos, Cas, ábrelo.— Dean tenía entre las manos una paquete rectangular de color negro, solamente envuelto con papel delgado, y se lo extendió con una sonrisa.

Castiel vio el objeto con sospecha. Lo único que le había pedido a Dean por su cumpleaños era un bento hecho por él mismo, fanáticos del anime como lo eran, pero ni en mil años el paquete que Dean le ofrecía se parecería a algo así. Cas lo tomó, desdobló el papel con cuidado y abrió su regalo. Vaya, no se esperaba algo así.

—Dean, ¿esto tiene que ver con el regalo de cumpleaños que me has exigido por meses?— preguntó escondiendo una sonrisa.

—Tal vez.— respondió sin ocultar su dicha.

**********

Dean Winchester podía tener una imaginación enorme de vez en cuando, y no solo porque en clase de Historia se la pasaba fantaseando sobre su boda con Castiel; o porque tenía literalmente cientos de bocetos para personajes de su propia caricatura, sino por algo diferente. Su cumpleaños numero veinte se acercaba y le pedía a quien fuera que estuviera a cargo del destino que recibiera el regalo perfecto. Era una fantasía reciente, pero que le llenaba la mente todo el tiempo... De repente, su celular vibró con un mensaje nuevo: "Te veo en mi casa a las 20:00 hrs. Te amo. C." Eso era raro, pensó Dean frunciendo el ceño, pero cuando terminaron las clases vespertinas y el sol estaba oculto tras los edificios, condujo al Impala a las afueras del pueblo, a donde encontraría a Castiel.

Encontró la casa de su novio a oscuras con la ventana del segundo piso levemente iluminada, una vez más sintiendo que algo no estaba bien, o más bien normal. Bajó del auto y caminó decidido a la puerta de enfrente, pero cuando tocó se dio cuenta de que estaba abierta.

—¿Cas?— dijo con alerta en su voz, pero sin respuesta, así que entró y subió las escaleras, dio un pequeño giro a la izquierda y abrió la puerta de la recámara de su novio, y lo encontró.

El cuarto estaba adornado con pequeñas lámparas amarillas, y unas cuantas velas; en la cabecera de la cama había una serie de lucecitas blancas, dándole al lugar un toque más celestial, y en medio de la cama, el chico de ojos azules estaba sentado a horcajadas sobre una almohada, vistiendo solamente tres prendas: una camisa blanca, una corbata azul y su regalo de cumpleaños.

Dean observó su cabello negro desordenado, su cuello pálido medio escondido por la camisa, las manos jugando con la corbata y esas calcetas grises grabadas con flores que le llegaban a medio muslo, justo donde Cas tenía un punto débil. Dean se acercó, dejando caer su mochila, chaqueta y playera, y jaló la almohada que estaba entre las piernas de su novio.

—Creo que ese es mi lugar.— dijo recargándose contra la cabecera, atrayendo a Castiel encima suyo.

Dean acarició las piernas de su novio, tocando con vehemencia el límite de las calcetas, justo ahí, donde terminaban y comenzaba la sensible piel de la entrepierna; se inclinó a besar la mandíbula de Castiel mientras metía los dedos al resorte de su regalo.

—Dios, Cas, ¿eso fue un gemido?— lo había sido, un delicioso gemido que venía de la parte más ronca de su pecho.

—Dean...

—¿Qué pasa, Cas?— preguntó con la mente ocupada en otra cosa.

—Feliz cumpleaños.— escuchó como respuesta.

Si, pensó, feliz cumpleaños a mí.

Destiel Over and OverWhere stories live. Discover now