— Mmm, café— Becky se quedó mirando la jarra como si fuera nirvana líquido. —
Me encanta que me hayas hecho café— miró hacia Simon con lo que él
privadamente creía como los ojos de Bambi. — ¿Cásate conmigo y cría a mis hijos?
— Sí, y yo sería feliz si tuviera el equipo— él sonrió y le tendió la taza de café
humeante, no sorprendido cuando ella se estremeció con lo que pareció un mini-
orgasmo.
— Pero estaré encantado de ayudarte en todas las etapas. Sobre todo en la parte de
la concepción.
No estaba del todo seguro de que ella lo hubiera escuchado. Su rostro estaba
desencajado por la felicidad, con la taza nunca lejos de sus labios. Demasiado para
un beso de buenos días, pensó, divertido. Lo bueno es que no sabe que es la mitad de fuerte,
o estaría usando mis bolas como collar.
Cuando ella gimió con sensual placer él casi se vino en sus jeans.
— Deja de hacer eso, mujer, tenemos cosas que hacer hoy.
La diversión en su rostro le dijo que sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Había apoyado el trasero contra el mostrador de la cocina, sin duda recordándole el
baile de amor de anoche.
— Ven aquí— susurró él, tirando suavemente de ella. La abrazó, frotando la mejilla
en la parte superior de su cabeza. Sonrió, sintiendo un hormigueo de placer bajo su
piel cuando se dio cuenta de que ella estaba ronroneando. Él inclinó su cara hacia
la de ella para un suave beso con sabor a café y a Becky. — Buenos días, nena.
Ella suspiró y realmente dejó la taza de café para abrazarlo de vuelta.
— Buenos días.— ¿Estás lista para hoy?
— ¿Qué hay hoy?
— Estás cambiando, nena.
— ¿Eh?— ella tomó la taza y bebió otro sorbo, con sus ojos casi cruzándose de
placer.
— Tus ojos están cambiando, y ayer por la noche me marcaste.
Ella echó un vistazo a la marca que había dejado en su cuello. Era claramente
visible bajo el borde de su camiseta negra.
— Um. ¿Te refieres a la cosa de los dientes?
— Así es. Tenías colmillos, cariño— tuvo que reprimir un escalofrío ante el
recuerdo de sus dientes deslizándose en su carne. Su pene saltó, haciéndole saber
que su cuerpo estaba más que listo para otro bocado.
— Oh, muchacho.
— Así que eso significa que no irás a trabajar hoy.
— ¿Qué?— ella frunció el ceño, obviamente dispuesta a discutir con él.
— No puedes ir a trabajar hoy. No es que esté molesto al respecto— él podía sentir
a su Puma gruñendo en su pecho. El recuerdo de su compañera drogada estaría
con él durante bastante tiempo. Estaba más que feliz de tener una excusa para
mantenerla cerca otro día.
— ¿No habíamos hablado de esto? ¡Estoy bien, maldita sea! ¿Por qué no puedo ir a
trabajar?
— Porque estás cambiando— Bien, si ella no estaba entendiendo eso tal vez debería
haber hecho el café mucho más fuerte.— ¿Y?
— Y, ¿cómo te sentirías sobre tener a un Puma rondando por el Wallflowers?
Su expresión se calmó. Casi todo en el Wallflowers era delicado y frágil. No era
exactamente un lugar para que un Puma se estirara dentro.
Simon se rió suavemente.
— Te llevaré a un lugar seguro para tu primera transformación. Estaré ahí para
ayudarte. Después de eso deberás ser capaz de controlar todo por tu cuenta. ¿De
acuerdo?
Becky suspiró.
— Maldita sea.
— Tengo donas.
Ella sonrió.
— Oh, bien, entonces. Cuenta conmigo.
Él no pudo evitarlo. Se inclinó y besó la sonrisa en su boca, más feliz de lo que
nunca había creído posible.
Esperaba saber que el cambio definitivamente estaba viniendo. Lo sorprendió que
tomara más de un día. Tenía que hablar con Jamie Howard para ver si las drogas
en su sistema podían haberlo desacelerado. Todavía había mucho que ellos no
sabían de sus Pumas, pero Jamie se dedicaría a averiguarlo.
Al caer la tarde la llevó a los Friedelinde, el punto de partida de las tierras de la
Manada. Cuando ella le preguntó acerca de la bolsa de lona que había puesto en el
coche, él sonrió y le dijo que esperara y lo vería.Había llamado con antelación para permitir que Jonathan supiera lo que estaba
pasando y no estaba sorprendido de ver a Marie en la puerta. Él saltó fuera de la
camioneta y sacó la bolsa de lona vacía, dando la vuelta para ver que Becky salía
del lado del pasajero por su cuenta. Le dio un alegre saludo a Marie, sonriendo
cuando ella inclinó un poco su cabeza en deferencia a su jerarquía. Cuando hizo lo
mismo con Becky él no pudo contener su sonrisa de orgullo.
— ¿Qué fue todo eso?
Él la llevó por la parte trasera de la casa hacia los jardines. Detrás de los jardines
estaban los bosques y las colinas donde a los Pumas les encantaba correr.
— Una vez que cambies, chris formalmente te presentará a la Manada.
— ¿Y?
— Entonces, serás Beta junto conmigo.
— Estás bromeando. ¿Por el hecho de habernos acoplado?
— No, porque eres lo suficientemente fuerte— él se encogió de hombros. —
Algunos podrían tratar de probarte como hicieron con Emma, pero no creo que
tengas problemas.
Ella se detuvo en seco.
— ¿Cómo probaron a Emma?
Él se rió ante el gruñido en su voz. La tomó del brazo y comenzó su marcha de
nuevo.
— En el baile de disfraces cuando ella trató de salir al jardín. Algunos de los
miembros de la Manada decidieron sólo no salir de su camino. Ella se vio obligada
a usar sus dones para conseguir pasar por ellos.
Ella silbó suavemente.
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Dulces Sueños SERIE HALLEPUMAS 3 (Terminada)©
General FictionHISTORIA DE BECKY Y SIMON Los dulces sueños pueden convertirse en pesadillas. Sufrir el ataque de una enloquecida maniática, con garras y colmillos ciertamente no estaba en la agenda de Rebecca Yaeger cuando asistió a un baile de disfraces local...