Capítulo 3

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La cabeza me dolía, poco a poco recuperaba la conciencia, mis oídos me zumbaban, cuanto más recuperaba la conciencia, la angustia era mayor, el dolor de mí alma era mucho comparado con mí estado físico, recordé cómo le rogaba a mí padre, y el tan solo se quedó hay mirándome, indiferente, sin expresión, parecía una estatua, intentaba levantarlo, y que huyamos juntos pero tan solo evadió el echo de levantarse del suelo, como yo ahora, tirada en un piso mugroso y frío, desnuda, desnutrida, siendo visitada por el diablo cada cierta hora en el día, sin falta, como si de eso dependiera todo el tiempo, no era más que la ira que cualquiera descargaba sobre algo, un objeto, una persona, o con cualquier cosa posible a nuestro alcance.
No quería hacerme la gran fama por que sentía que el dependía de una mujer, solo necesitaba un cuerpo femenino, solo algo carnal, «un buen polvo» así como decía el, antes de afrontar sus problemas.
Volviendo al tema principal de esto, recuerdo ese último día, cuando después de rodar por las escaleras y permanecer por un pequeño lapso de tiempo inconciente, me desperté alado de mí padre, el cuál parecía no notar mí presencia, con la cabeza contra la pared, mirando a la nada, me ignoraba y lo sabía. Empezó a haber movimiento a nuestro alrededor, ya estaba amaneciendo, unos hombres a mí derecha estaban en la puerta de entrada yendo y viniendo, cargando cosas y llevándolas afuera, ya estaban por irse, un rayo de esperanza me invadió cuando los vi entrar a la casa y dejar la puerta abierta, desprotegida, aunque estuvieran por irse, no sabía que pasaría con migo, así que aunque intente que mí padre me acompañará el tan solo me ignoro.
Me levanté con mucha dificultad, aun ellos no volvían, tomé aire y corrí a la calle, escuché como me gritaban, pánico recorría mí cuerpo, tan solo mitad de cuadra escuché un auto atrás mio, estaba pérdida, unos brazos me tomaron de la cintura, forcejee contra ellos, pero era demasiado tarde me metieron en un auto, y esa fue la última vez que tuve libertad.
-Maldita zorra tu te quedas conmigo.
Intenté liberarme pero era demasiado tarde y como si de lo más normal se tratase, hay atrás, en ese auto, con un hombre en el piloto manejando, no le importo y volvió a hacer lo que más sabe supongo, abusar de mí sin pena alguna.
No recuerdo mucho el tiempo que estuve en ese auto, estaba tan abrumada que aunque era la segunda vez que lo hacía mí cerebro lo tomo como lo más normal del mundo, y para mí ahora lo es aún así, admito que no siento ningún placer cuando me lo hace, pero mí cuerpo no deja de luchar contra el, pero yo no emito palabra, mí mente y menos mí corazón están a favor de algo como eso, recuerdo las primeras veces, soy un montón de desniveles aveces intento con todas mis fuerzas lograr que no lo hiciera, y otras simplemente no me importa, la esperanza va y viene a su antojo.
Llevo aquí 6 meses, los cuales son eternos, pero hace poco, como es rutina el vino a verme y yo con un rayo de coraje intente defenderme de sus constantes abusos, le di lucha pero el fue más fuerte y termino por darme una fuerte golpiza lo que ocasionó que terminara inconciente mientras me desangraba, el optó por sacarme de ese calabozo oscuro y húmedo en el cual estaba y me llevo a la parte si habitable de lo que era enrealidad una casa enorme, los que vivían con el lo ayudaron a curarme y, aunque estuve inconciente por más de un día, desperté y por una razón presenti que algo bueno pasaría.

Lo que me debesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora