El buffet de abogados era mucho grande de lo que imaginaba. Era un ir y venir de gente, había un montón de expedientes encima de los escritorios, y un centenar de personas frente a sus computadores, tecleando, quizá, algún documento importante. Se sentía una atmósfera pesada en los pasillos de esa oficina.
Había mucha gente corriendo de un lado a otro, se oían teléfonos que no paraban de sonar, y sonidos de impresoras y fotocopiadoras. Vi también, muchos rostros de cansancio, seguramente, por la rutina.
Nadie parecía ser feliz en ese lugar. El estrés, era algo que me hubiese esperado ver en una capital, no en una ciudad tranquila, como siempre creí que era Salamanca.
En la sala de reuniones, me esperaba el Gerente del buffet.
- Pues bien, tu curriculum es perfecto. No veo porque no puedas quedarte con el puesto. Bienvenida a bordo, Julieta.
Nos dimos un apretón de manos, y me llevó hasta la recepción.
- Rosella te explicará como funciona todo en el buffet. Los protocolos que debes saber, los horarios, los días libres, y te entregará el uniforme... ¿Sabes que el contrato es sólo por primavera, verdad?
- Si. También he leído lo del reglamento. Estoy al tanto de todo.
-Guapa y eficiente. ¿Qué más puedo pedir? Me miró de arriba a abajo, y se perdió entre la gente.
Rosella me explicó todo lo que ya me había advertido Martín.
De pronto, dejé de escuchar a Rosella, y me colgué en una conversación que oí en el pasillo.
- Señor Ferraz, llegó la persona que ocupará el cargo de Fiorella.
-Sabes que eso no es de mi incumbencia, querida.
- Si lo sé, sólo se lo informaba....
Entonces, volví a la conversación con Rosella.
- ¿Quién es el señor Ferraz?
Rosella se descompuso. Notó que ya no le prestaba atención. Quería continuar lo que estaba diciendo, pero le pregunté otra vez.
- No había escuchado su nombre antes, creo que no salía en el protocolo de empleados. Le dije en voz baja.
- Es que no aparece ahí, porque no es cualquier empleado, es el socio y accionista mayoritario del buffet.
Ahí estaba entonces, el hombre en que debía centrar mi misión.
Empecé a trabajar al día siguiente. Al principio histérica, llenando fichas, respondiendo mails, contestando llamadas. A medida que el trabajo parecía disminuir, y creía tener todo bajo control, llegaba Rosella con 3 o 4 carpetas con expedientes del personal, que ahora, serían mis pacientes.
Llevaba casi un mes en el buffet, y podría asegurar que no hubo día, en que estuviera tranquila o disminuyera un poco el estrés. Tampoco mejoraba mi rendimiento, ni disminuían las presiones de la gerencia. Lograba amoldarme a mi nueva vida y cumplir con todo lo que se me pedía, pero la misión parecía no avanzar. Aún no lograba encontrarme de frente con Ferraz.
Había mucha seguridad al interior del buffet, y muy poca gente en la que confiar.
Una tarde, Luis -quien trabajaba para la policía y estaba de infiltrado- logró que llevara una carpeta a la oficina de Ferraz.
- Permiso, me solicitaron traerle unas carpetas.
- Claro. -Dijo sin mirarme- Pasa, y déjalas ahí, sobre el escritorio. Cierra la puerta cuando salgas, por favor.
Me disponía a salir, cuando escuché:
- Querida, la carpeta amarilla tráela también.
- Si, señor. Dije sin voltearme a mirarlo.
- ¿Tú eres la nueva? Sentí que levantaba la vista hacia mi, mientras se acercaba. Creo que no nos hemos presentado...
Entonces, fue que cruzamos miradas. Su rostro se descompuso. De seguro notó, que el mío también. Se acercó más, incrédulo, intentando ocultar su sonrisa. Pero no podía. Se notaba que estaba feliz.
- Ainhoa... es imposible, yo... no... creí que volvería a verte. Me dijo con la voz temblorosa.
- Santiago, pensé-
Era un mal comienzo para la misión. Uno, que sin duda, volvía todo más complicado.
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Inquebrantable destino
Ficción GeneralAinhoa no le teme a nada. No después de lo que le pasó. Ella dejó de sentir. Dejó de creer en el amor, en el destino y en las casualidades. Dejó que la vida pasara frente a sus ojos sin poder detenerla... Ahora, el destino, como un tablero de ajedre...