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Me acostaba y mi mujer me daba el somnífero ¿Por qué ella no me creía? Las manos me sudaban al agarrar el vaso, el cuerpo entero me temblaba y me daban nauseas mientras sentía como el medicamento hacía su efecto. No quería dormir. No quería dormir. No-quería-dormir.

Todos me veían mejor. Mi cuerpo agradecía el descanso, pero mi mente no. Cada mañana revisaba cada milímetro de mi cuerpo, asegurándome de que seguía intacto. Pero nadie podía asegurarme que realmente lo estaba ¿acaso no dijeron que no tenía señales de violación?

Empecé a imaginarme todo lo que podía pasar mientras estaba dormida y sin poder hacer nada. Ya no era solo yo, podrían entrar a mi casa, hacerle algo a mi hija, a mi esposa, y yo jamás lo sabría. No podía dormir. Mentira, sí podía, esa droga me obligaba a hacerlo. No quería, no quería dormir.

Y se lo dije.

-¡No quiero dormir! No me hagas esto, no me obligues - lloraba como niña pequeña - No entiendes todo lo que me puede pasar, estoy indefensa, no puedo defenderme.

-Yo estoy al lado tuyo, te voy a cuidar, nada malo te va a pasar - ella se oía tan desesperada como yo, solo que su desesperación venía de no saber cómo ayudar a la mujer que amaba.

-No entendés ¿Y si te pasa algo a vos? ¿Quién te va ayudar?

-Cielo, nada va a pasar.

-¡Sí! Sí, Amelia. Ya paso.

Ella suspiró.

-Fue una pesadilla, amor. Olvídate de eso.

Me quedé ahí, helada. Ella debía creerme.

Cansada, dejó el vaso de agua y el somnífero en la mesa y se fue a acostar. Yo la seguí al rato, no sin antes tirar el agua junto con la pastilla al inodoro.

PesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora