Osadía

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No sabía como había acabado en el bosque una vez más, esta vez pensaba que podría con las llamadas de la noche, pero aun eran demasiado fuertes para una quinceañeras delgaducha como yo.

La luna se alzaba firme y grandiosa sobre mi. Deseosa de mi alma y cuerpo, le los que era poseedora desde hacía ya 5 lunas llenas. Y hoy solo era otra luna llena más, con mis mismos miedos y recuerdos de la primera vez rondando mi desconcentrada cabeza, ya que no estaba atenta a nada, pero a la vez , aunque no quisiera, estaba atenta a todo.

Podía oír los sonidos de la noche, fríos y oscuros. El fuerte viento chocando contra las ramas de un árbol, haciéndolo balancear ruidosamente, me sacaba de mis pensamientos. Sobre mi cabeza las ramas de los árboles se entrelazaban haciendo mas difícil la entrada de luz. El suelo cubierto de hojas secas cruje bajo mis pies. En la lejanía se disipan sonidos, llantos de un bebé, aullidos de lobos y las súplicas de una mujer.

Todo mi alrededor comenzó a tambalearse y dar vueltas. Mi cabeza sufría un dolor insoportable. Mis extremidades dolían, no me podía sostener y caí bruzamente al suelo, con mis manos parando la caída, aunque ya más que manos parecían garras. Noté como el bello comenzaba a crecer por todo mi cuerpo, provocando un leve cosquilleo por la piel.

Mientras la trasformación afloraba, en mi mente se daba lugar a una lucha entre mi alma humana y el alma de un animal salvaje, el lobo. Mis recuerdos, alegrías y sueños, mi forma de ser al completo, luchaban contra los impulsos de salir corriendo a aullar a la luna. Y es que en mis ojos amarillentos se podía ver el miedo, a una noche más sin poder controlar mi transformación.

Aún no recuerdo que había ocurrido durante las demás lunas llenas, no sé dónde había estado, con quién, ni que había hecho. Pero esta noche todo sería diferente, controlaría mi cuerpo, sería su poseedora y no las oscuras fuerzas de la fría noche, si no yo. Tengo que controlar me.

Comencé a correr sin controlar mi cuerpo pero aún siendo consciente de lo que ocurría. Los aullidos y sollozos cada vez eran más fuertes y cercanos. Corría por un camino de tierra que olía a sangre humana y licántropa.

Llegué al lugar de los aullidos, estaba escondida entre los árboles de la cima de una pequeña sierra. A las faldas de la sierra un lago de aguas tranquilas y oscuras reflejaban la luna. Las sombras se mueven rodeando un alma humana. Salgo lentamente de mi escondite y voy bajando hasta el lago escondida entre arbustos. Los lobos rodean a una mujer, esta lleva en sus brazos un bebé que no para de llorar. No las puedo dejar hay, las mataran. Los lobos no paraban de gruñir y acercarse cada vez más a la mujer, haciendo que el bebé grite mas a cada paso que ellos dan.

Salí corriendo cuesta abajo, gruñendo todo lo fuerte que podía, si llamaba la atención de los lobos tal vez ellas podrían huir.

Los lobos dejaron de rodear a la mujer y vinieron a atacarme, al instante la mujer comenzó a correr sin que ellos se dieran cuenta, ahora todos estaban atentos a mí.

Sus ojos fríos y consumidos por la ira me atravesaban como cuchillas, mi instinto afloró y de pronto dejé de ser yo...

Las verdades de la nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora