Prologo.
-Sabes Jeremiah, eres mi mejor amigo. – dijo el pequeño sonriendo levemente.
-Tú también eres mi mejor amigo. – respondió Jeremiah un tanto distraído, la televisión estaba llamando demasiado su atención desde hace rato y eso lo irritaba.
-¿Tan buen amigo que no tendrás otro?
-No quiero tener otro amigo, tú eres el mejor y contigo me quedo. – soltó una risita infantil, de esas risas adorables que sueltan los pequeños y que hacen sonreír a todos a su alrededor. Pero no hacia sonreír a su amigo, el era distinto, casi nunca sonreía pero Jeremiah sabía que en el fondo a él le agradaban las cosas que decía, Jeremiah sabía que su mejor amigo lo quería quizás tanto como él.
-Jeremiah, ¿Por qué te gusta ver tanto la televisión? Ahora estás conmigo, debes mirarme a mí. – El pequeño lo observó un instante y le sonrió. Era un pequeño adorable, tan adorable que llegaba a ser repugnante, detestaba la dulzura, no le agradaba que Jeremiah fuera tan dulce.
-Me gusta este programa, lo sabes.
-No me gusta que sonrías así, pareces estúpido. –Hizo una mueca y Jeremiah se vio forzado a dejar de sonreír, no le gustaba que fuera así tan cruel con él a veces, Jeremiah nunca era cruel con él.
-¿Por qué no te agrada que vea la televisión, o que hable con otros niños?
-¡Porque yo tengo que ser tu único amigo! ¿Soy tu mejor amigo o no? – se levantó rápidamente y se acercó aún más al pequeño.
-Mamá siempre dice que debería jugar con otros niños, que los niños del jardín de infantes se llevarían bien conmigo… ¿Por qué no me dejas tener más amigos? – Nunca había podido comprender por qué su amigo no lo dejaba juntarse con otros niños, nunca había entendido por qué el siempre aparecía cuando se acercaba a alguien más. Su mejor amigo era un celópata innato, un niño demasiado cruel para aparentar que tenía seis años.
-Ellos no te entenderían como yo te entiendo, somos amigos, siempre lo has dicho, no puedes reemplazarme así como así Jeremiah. – lo miro enfurecido, Jeremiah sabía que él era su único amigo que no quería que se molestara, sabía que si él se iba quedaría solo, los otros niños ya habían dejado el intento de juntarse con él, muchas veces pensaron que estaba loco.
-De todas formas quiero tener más amigos… - Susurró bajito, pero al parecer no lo suficiente, su amigo se levanto y le golpeó en la cara con el pie. El grito de Jeremiah fue estruendoso, su llanto casi ensordecedor, ¿Por qué su mejor amigo le hacía daño? El nunca lo cambiaría, siempre seria su mejor amigo sin importar que conociera a otros niños. ¿Por qué el reaccionaba así? Jeremiah quería mucho a su amigo, era el único amigo que había tenido siempre y jamás podría hacerle daño, al parecer pará él era diferente.
La madre de Jeremiah llego a la sala de estar lo más rápido que pudo y encontró a su hijo tirado en el suelo llorando, últimamente esto pasaba muy seguido, Jeremiah siempre lloraba. Se arrodillo a su lado y lo envolvió en sus brazos, de esa forma tan acogedora como solo una madre sabe hacerlo, beso su frente.
-Cielo, ¿Qué ocurrió? – No quería responder, sabía que a su madre no le gustaba que hablara de su amigo, y sabía que le gustaba todavía menos que le contara que su mejor amigo le había hecho daño. Miro hacia la esquina donde estaba él de pie mirándolo asqueado, no lo miraba con cariño, nunca lo hacía. –Vamos amor, dime que pasó.
-Fue él… - murmuró – me golpeo en la cara y me duele mucho – Mordió su labio inferior para así dejar de llorar, miro con temor nuevamente hacia la esquina y su amigo entrecerró los ojos, estaba enfadado, muy enfadado.
-¿Tu amigo te golpeo? – arrugó el entrecejo y soltó un suspiro. – Jeremiah tu amigo no es real, ¿Lo sabes, verdad? – Negó con la cabeza, claro que era real, el lo veía, podía sentir el dolor en su rostro después de que él lo golpeo, para Jeremiah su amigo era bastante real.
-Cielo ve a buscar tu mochila, iremos a visitar a alguien. – Liberó a Jeremiah de su abrazo y se puso de pie. El pequeño obedientemente fue a su habitación por sus cosas, no sabía donde su madre lo llevaría pero por la seriedad que ella denotaba podía sentir que no sería algo demasiado bueno.
Al entrar en la habitación se encontró con su amigo allí a los pies de la cama.
-Jeremiah no quise golpearte. – Dijo como si las palabras fueran astillas saliendo de su boca, el pequeño suspiro.
-Si no hubieras querido hacerlo, no lo hubieras hecho. – Se puso la mochila al hombro. Guardó silencio un instante y lo miro decidido. –Ya no quiero ser tu amigo. – Salió de su habitación rápidamente, sabía que esto sería la gota que derramaría el vaso, su amigo lo odiaría y se quedaría solo, pero un amigo no le hace daño al otro, y si él le hacía daño era porque realmente no eran amigos.
-¡No te perdonaré nunca Jeremiah! – Grito, eso fue lo último que escucho antes de salir de la casa, fue lo único en lo que pensaba cuando visito a aquel extraño doctor, de ahora en adelante estaría solo, su mejor amigo jamás lo perdonaría “No te perdonaré nunca” fue lo último que recordó de su único mejor amigo, nunca lo volvió a ver.