Mi vida.
Mi mundo.
Todo lo que había construido con mi esfuerzo y dedicación estaba a punto de desmoronarse ante mis ojos sin que yo pudiera evitarlo.
Era difícil tener que reconocerlo pero tenía miedo, mucho miedo, más miedo del que alguna vez imagine experimentar.
No.
No era Miedo. Era algo más intenso y avasallante.
Era Pánico.
El más puro e intenso pánico que puede existir.
Mis manos temblaban, mis piernas casi no me respondían, mi corazón latía desbocado y un extraño sudor frio recorría mi rostro.
Necesitaba desaparecer.
Necesitaba huir urgentemente.
Podía escabullirme por la ventana, salir por la terraza, bajar por una de las columnas del solario, brincar el muro lateral, después correr por la serpenteante callejuela que conducía al pueblo costero y pedir aventón al primer auto que encontrara.
Pero no tendría mucho tiempo; en el momento en que LeBlanc se diera cuenta de que yo ya no me encontraba dentro de los límites de la mansión, con una sola llamada telefónica de su parte mis cuentas bancarias serian congeladas y yo dejaría de existir legal y electrónicamente.
Estaría en la calle, sin dinero, sin un lugar donde dormir, sin comida y sin una identidad. Sería como si jamás hubiese existido.
Por primera vez en mi vida me sentía indefenso.
Atrapado.
Derrotado.
Podía intentar vivir de forma anónima, luchar de nuevo y construirme una nueva identidad, quizá hasta me resultara beneficioso; sin embargo, no me agradaba la idea de tener que perder todas mis posesiones y volver a ser un fracasado.
Todo lo que tenía era fruto de mi esfuerzo, no de la benevolencia de los desconocidos para los que trabajaba esa mujer.
Yo fui quien ideo mi plan maestro, yo fui el que logro conquistar la cima del éxito, yo fui el único autor de mi fortuna, nadie más.
Era inútil.
Por mucho que yo me resistiera nada cambiaria; no podía luchar contra un poder que estaba más allá de cualquier ley o gobierno.
No tenía más alternativa, debía obedecer a LeBlanc; aunque esa tampoco fuese la mejor opción, con tanto en juego, si Lambert lograba ganar las elecciones, eso no necesariamente garantizaba que mi vida estaría fuera de peligro.
No sé cómo sucedió. Fue algo efímero, sutil. Un evento más allá de la natural percepción de los sentidos humanos.
El intenso ardor en mi mejilla izquierda me trajo violentamente a la realidad.
-... ¡Maldita sea! ¡Contesta, con un demonio!... ¡¿Qué mierda te pasa?!...- Gritó Elise mirándome furiosa parada frente a mí.
No entendía lo que estaba sucediendo, en mis manos sostenía uno de los trajes más finos que tenía en mi guardarropa, sobre la cama permanecía abierta, y a medio llenar, la maleta que solía usar cuando salía de viaje y la habitación estaba totalmente desordenada, con ropa tirada por todos lados.
Parecía como si alguien hubiese entrado a buscar algo a la recamara, pero solo estábamos presentes Elise y yo.
-... ¿Qué paso aquí?-
-tu, tú fuiste lo que paso aquí -
-¿Yo hice esto?-
-sí, entraste caminando como un zombi, abriste el guardarropa y comenzaste a sacar todo lo que teníamos guardado en él. No decías nada, solo te movías de aquí para allá desordenándolo todo, en serio estuve a punto de golpearte con algo solido pero no encontré nada así que preferí solo darte una bofetada- comentó la chica de cabellos rubios gesticulando con las manos como acostumbraba hacerlo cuando se exaltaba.
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LOKNER - La sombra del poder.
Ficção Geral"Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados" Mark Twain. - ¿Usted cree en la democracia?- me cuestiono entrelazando los dedos de sus manos en su regazo. ...