4.Tarde lluviosa

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1993
Era una triste tarde de marzo. Según el pronóstico del clima, afuera se originaron vientos huracanados y el cielo estaba nublado. Quizás podría ocurrir, en cualquier momento, un evento catastrófico. Para evitar eso, o al menos que mueran personas, tomaron medidas de seguridad en todo el país. Lo que dijo la mujer que pronosticaba el clima fue que, por más que no quisieran, debían dejar sus casas y llevar consigo sólo lo necesario: linterna, radio a pilas, comida enlatada, entre otras cosas indispensables para ese tipo de situaciones. Mi madre al oír la noticia se puso media loca.
— Primero: no tenemos suficiente dinero para pagar otra casa. Segundo: ¿es una casualidad que siempre sucedan estas cosas solo en esta parte del mundo? ¡Por eso yo te advertí Jhonatan, yo te dije que venir a vivir aquí era mala idea, pero tú no me hiciste caso, en absoluto! Tercero...
— ¡Basta Rachel, maldita sea basta! ¿Que no te das cuenta de que eso no importa ahora? Mejor salvemos nuestras vidas, mantengamonos unidos y cuidemos de nuestros hijos. Venga, vamos, en marcha.
Maycol y yo estábamos viendo todo ese espectáculo frente a nosotros. Era frustrante, pero tenía su gracia. Mamá lo miró a los ojos, se acercó a él, tomó su rostro con cariño y le depositó un tierno beso en la mejilla. Papá le dedicó un "te amo" al oído y se rieron entre sí. Luego voltearon a vernos, y sin pensarlo dos veces vinieron a abrazarnos. La escena se tornó familiar de un momento a otro, pues mis padres no discutían así casi nunca, y cuando lo hacían, como no estaban acostumbrados a hacerlo, se disculpaban y mimaban mutuamente. Era algo curioso. El chirrido de las ventanas interrumpieron el momento amoroso. Pronto, guardamos silencio y mi padre se dispuso a ojear por la ventana, pero el choque de numerosos autos lo dejaron paralizado, así que yo tomé su lugar y corrí a ver que sucedía. El viento empeoró y las cosas empezaron a volar: Un enorme tornado se había formado no tan lejos del vecindario en el que vivíamos. Mi padre reaccionó y nos tomó en brazos a mi hermano y a mi. Empujó la puerta con fuerza y corrió rápidamente. Pero no se dio cuenta, en ningún momento, que se olvidó de mi madre...  Para cuando recordó, ya era muy tarde... El tornado había arrasado con la mitad de las casas del vecindario, entre ellas estaba nuestro hogar. Lloré amargamente, y gruñí con pesadez.
— ¡Mamá!
Papá también comenzó a llorar. Maycol no hizo nada, solo miraba confundido, pues no entendía lo que pasaba. Ya no habría más mamá para aconsejarme, bromear, cantar, ir de compras... No más mamá para amar, impresionar con logros, convivir... No más mamá para nada...

— ¡Tenemos que sacarla de ahí papá!— dije desesperada, samaqueandolo con brusquedad.

No hubo respuesta alguna de parte de él, solo nos cargó sobre sus hombros y corrió hacia nuestro auto. Lo encendió y arrancó a toda velocidad. Nos salvamos por poco de una muerte segura...

Al día siguiente, fuimos a reconocer su cadáver. Estaba bajo cimientos, llena de polvo, con los huesos rotos y sangre por la boca. Al derrumbarse la casa y arrollarla contra el fuerte viento, sus huesos no fueron más que simples hojas de papel... Ella ya estaba muerta, y tuvimos que aceptarlo... Aunque costaba, aprendimos a vivir con ello...

La vida de ElisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora