3.Una rosa y claveles

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1990
Las flores son hermosas. ¿A quién no les agrada? Sus coloridos pétalos, el tallo fino o grueso, de color verde claro... Recuerdo un día en el que iba a ser el baile de otoño en mi universidad,  todos asistirían de cualquier forma, porque esa noche, sin lugar a dudas, sería la mejor. Y lo fue. No se cómo, pero Christopher Dreus, el chico más sabiondo y lindo del instituto, me invitó a que fuera con él. Para mi, fue algo raro al principio. Pero después, estos sentimientos contrarios desaparecieron y estuve segura de mi misma. "El puede ver mi belleza interior. No es como los demás chicos."
Es lo que pensaba a cada momento, y sentía que mi mente estaba a punto de explotar. Tenía 17 años. Le conté a mis padres lo sucedido, e inmediatamente me dieron permiso para ir, claro que acompañada de algunos amigos, además, yo soy una persona responsable y estudiosa, ya se imaginan; casi nunca salía de casa.
Di pequeños saltos de alegría, producto de la emoción del momento. Segundos después, vi la hora marcada en el reloj: tres y seis de la tarde.
Caminé desesperada, pero con cautela al subir las escaleras para no caerme o resbalar, hasta mi cuarto. Tomé el pomo de la puerta y lo giré rápido. Entré, cerré de un portazo y abrí mi armario. Empecé a tirar la ropa por todos lados, no importa si caía al piso o al basurero. Solo quería escoger lo apropiado para esa noche. Y como iba con prisa, todo el cuarto era un desastre de prendas de vestir desparramadas por doquier. Hasta que al fin, después de casi una hora, me decidí por un conjunto con toque muy "primaveral". Era un vestido que me llegaba poco más abajo de la rodilla, dejando al descubierto mis delgados y blancos muslos, el corte iba en vuelo, medio ondeado, suelto por abajo y ajustado perfectamente por arriba. Eso destacaba mis pobres curvas, y también mi busto, que estaba un poco más grande de lo normal para mi edad. Su color verde agua combinaba muy bien con mi pálida piel. El corte del cuello formaba una "V", así que tenía que soportar la idea de que nada me tapaba esa parte. No me agradaba eso, pero el vestido me encantaba, y era lo único decente que había en mi viejo armario. Y lo último, que fue un bonito detalle, era que en la parte de la cintura había una cinta color verde oscuro para ajustar el vestido, y le decoraba una hermosa rosa color rojo intenso. Me lo puse, y acompañe el vestido con unas bailerinas color blanco, porque en verdad odiaba los tacones. Solté mi largo cabello, que llegaba hasta debajo de mi trasero, me coloque una cinta color negro y la convertí en un pequeño lazo para que sujete mi pelo. El maquillaje no hacía falta, eso me daba igual, el solo hecho de untar químicos o pintura en mi rostro me daba asco. Y ya estaba lista. Bajé las escaleras y eché un pequeño vistazo a la sala. Ahí estaba, parada con una sonrisa boba frente a Christopher... Se me veía ridícula, y el se rió de mi. Miré a otro lado sonrojada, y al voltear, mi amigo Mike Gregori me sorprendió. Habían otras personas que no llegaba a identificar, seguramente conocidos de Christopher.
— Mierda Mike, me has dado un tremendo susto.

— Perdona Elisa, solo quería llamar tu atención. Toma, te traje estas flores, tus favoritas.
Cogi el ramo que tenía delante de mi. Las observé por un par de segundos: Claveles... Bellos y frescos claveles, mis flores preferidas. Lo abracé fuerte, su temperatura subió a altos grados, le agradecí, el sonrió risueñamente, y al parecer todos los presentes se sentían un poco incómodos; en especial Christopher. Acto seguido, fuimos a disfrutar del baile. Fue inolvidable... Y si, Christopher Dreus solo quería una más en su lista de chicas fáciles. Pero yo no era así, el se burló de mi y me intentó obligar a algo que yo no deseaba hacer. En mi rescate, por suerte, vino Mike. Me ayudó y estuve con su compañía en lo que restaba del baile. Me quedé con él desde ese día hasta ahora...

La vida de ElisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora