2.Accidente de 1981

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Cuando una madre tiene corazonadas, es mejor hacerle caso y no decir que son sólo tonterías, que todo estará bien. En cambio, yo no hice eso, solo me limité a ignorar lo que tenía que decir mi mamá, cerrando la puerta de golpe, para después escapar, corriendo rápidamente a la velocidad de la luz. No me di cuenta hasta ahora, pero fue algo sorprendente no haberme caído en ningún momento. Normalmente era una niñita torpe que lo hacía todo mal, y cuando estaba a punto de hacer algo perfectamente bien, resultaba en algo fatal. Que puedo decir, la suerte no estaba de mi lado, ¡en absoluto!. Si eso pasara, dejaría de ser yo.
Mi madre era una de esas personas que dejaban que sus hijos fuesen "independientes" en todo el sentido de la palabra. En esa parte si era afortunada. Mi padre, hombre trabajador y de un gran corazón, lo admito: era un poco sobreprotector en todo aspecto, desde los estudios hasta las amistades. Pero que podía esperar, yo era su pequeña bebé aún y eso no cambia hasta la actualidad para él. Y aún no podía hablar del pequeño hermanito que tenía, Maycol Max Iwen, porque él apenas estaba entre los 3 y 4 años, por eso mismo no le puedo mencionar en cosas como estas, aunque...lo que me disgustaba de él (y de verdad lograba irritarme) era a la hora de comer, yo, casi siempre, tenía en mi sangre y como hermana mayor, la obligación de darle de comer su papilla, me daba asco ver como se tragaba ese líquido espeso, y como salía de su boca para al final babear descontroladamente. Su boca, barbilla y labios se embarraban de baba mezclada con papilla. Pero esa no era la peor parte: o estornudaba, o vomitaba, o... Hacia cosas mucho más horrendas. Y yo quedaba empapada de porquería.
Cuando cerré la puerta, mi madre dio un grito que de seguro se pudo oír en todo el vecindario en donde vivíamos, incluso hizo que mis tímpanos sumbaran un poco.
- ¡Elisa Frank Iwen, como te atreves a portarte de tal forma con tu madre! ¡Que descarada, ven aquí ahora mismo o sino...!
En eso, ya había desaparecido de la casa. Sin darme cuenta, por correr de forma imprudente a tanta velocidad, sin siquiera mirar por donde iba, no tuve tiempo suficiente para fijarme en que ya me encontraba en la pista. Cuando me di cuenta, ya era demasiado tarde. Un auto irrumpió bruscamente en los jardines del vecino, John Cliff, y luego se balanceó descontroladamente hacia la pista, provocando el choque entre el pequeño cuerpo de Elisa y el auto que parecía ser muy costoso. Desde ese día, sin duda, fue más atenta y observadora. Su madre, al darse cuenta del sonido estruendoso que hizo el conductor del carro al intentar controlarse, bajó de inmediato las escaleras y abrió la puerta de entrada en un rápido ademán. Su niña vivió, pero el conductor...un señor de piel blanca, casi pálido, con el cabello largo y las facciones del rostro serias...no vivió para contarlo.
Desde ese accidente, el cuerpo de Elisa se volvió más frágil de lo normal.

La vida de ElisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora