1.Invierno infernal

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1996

Los corazones rotos se hacen presentes... Cada paso que daba, era un tortuoso delirio para mis pies. He de admitir que mi cuerpo es muy frágil, todo desde aquel accidente de 1981, en el que tan sólo era una niña de 9 años; cuánto desearía poder volver a vivir esas épocas, en la que todo era más fácil, y solo necesitaba de mi infinita imaginación para abastecer mis días, para abastecer mi ser de niña inquieta. Pero...pensándolo minuciosamente, volver a esos tiempos sería como encarar los miedos que me tuvieron cautiva por dos largos años. Melie Brown y Yennie Vine eran de lo peor. Si el amenazar a alguien con pena de muerte y quitarle sus cosas mientras te burlas con muecas terroríficas es suficiente intimidación para un niño o niña de 12 a más años de edad, pues entonces me he traumado con eso de por vida. Solo tenia 9 años de pura inocencia y ya sufría de depresión, de baja autoestima y lo que era peor, y la causa de las dos anteriores: el famoso "bulliying". Este término suena algo repetitivo y usado, pues es el eslabón más fuerte de la cadena "violencia". Nada cambia cuando se habla de este tema, y creo con certeza que no hacen algo para solucionar el asunto. Pero debemos vivir con eso, porque ya es parte de la vida, quieras o no aceptarlo. Volví en si y ya estaba cruzando la calle de Sitte Express. Aquí se encontraba un café muy humilde, pero a la vez recomendado por muchísima gente. La comida y bebidas que servían allí eran simplemente exquisitas y exóticas. Habían variedades de postres y demás, algo curioso es que casi nunca se le veía vacío. Al contrario, podías observar ya desde lejos como esperaban su turno un mar de gente de todo tipo de clases sociales.
Y más en un invierno como este, frío y solitario. Un clima agradable para mi, y repugnante para la mayoría. La helada ventisca golpeaba con fuerza las ventanas de algunas casas, y chocaba ligeramente contra mi ropa, dejando a esta con trocitos de nieve pegados al cuero de mi saco y a mi sombrero de lana también. Cada paso que daba dejaba en la blanca y escarchada nieve huellas profundas, para luego desvanecerse lentamente. Mi aliento se podía vislumbrar claramente en el aire, tornándose a vapor que desaparecía y se mezclaba con el helado viento de esa tarde de invierno de 1996, en la cual me dirigía a tomar una bebida caliente para matar el frío que me empezaba a congelar, y eso me debilitaba. Odiaba ser débil, pero todos lo somos, aunque no lo queramos aceptar...

La vida de ElisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora