Capítulo 11

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Fátima

Abrí los ojos encontrándome con una escoba frente a mis ojos, para luego mirar bien, había mucha ropa acumulada en una silla y una señora casi verde de la rabia, sí, esa señora era mi mamá.

— ¿¡Yo no te dije a ti que organizara esa ropa!? Hasta la cuanta es — grita mirándome con sus ojos brotados de la rabia.

Rodé los ojos y me senté al borde de la cama mirándola con súplica para que me dejara dormir más, ésta sólo evadió mi mirada.

— Vamos al súper, ahora, ordena, antes de que digas que tienes que salir — hizo una pequeña pausa para luego seguir. — Son las nueve de la mañana no irás a ningún lado a esta hora —

— Bien — respondí encaminando mi flojo cuerpo al baño.

Me di una ducha rápida para salir a ponerme lo primero que encontré, realmente no tenía ganas de salir, era sábado en la mañana y se suponía que estaba enferma, había faltado a clases el día anterior por lo que Maia debería querer matarme.

Hacía meses que queríamos hacer esto juntas, habíamos decidido ir al último paseo del año y digo del año porque en unos cuatro meses más seremos oficialmente dos adolescentes de universidad y no de colegio.

Nuestra escuela planea un viaje para los graduados a una de las más privilegiadas universidades de todo Estados Unidos, también planeábamos hacer la inscripción a una de las visitas, quizás alguna nos acepte y poder ir a estudiar a otro condado, era así como un sueño despierto que teníamos.

Pero aquí está el problema, las inscripciones sólo estarán hasta hoy sábado, nos íbamos a poner el viernes pero enfermé.

Hemos ahorrado de nuestro trabajo hasta obtener el dinero para ir juntas.

Tomé mi teléfono y salí para encontrarme con mi madre en la entrada, realmente iríamos a hacer las compras, no tenía ganas de nada, solo de dormir, dormir, ah, y de dormir.

— Hoy será un lindo día — dice mientras se coloca unas gafas de sol, lo cual no entendía ya que no había sol.

— Sí que lo será — respondí respirando el "aire fresco" el aire fresco a pan, pues vivíamos cerca de una fábrica de pan pepín.

Mi casa estaba un poco retirada de las demás ya que a mi madre le encanta cosechar y tener su espacio propio que en un apartamento en la ciudad no podría, me parece ridícula pero al menos me queda cerca del colegio.

Entré en su mini van color moco, al igual que a Maia mi mamá tenía un obsesivo gusto con el color verde tanto que su auto era verde, era horrible pero era de ella.

...

Tomé unos tomates para por fin terminar con la lista de compras, suspiré aliviada, parecía como si hace años no hacíamos las compras, básicamente teníamos la tienda en el carrito.

— Son 240.99 dólares — sonríe la cajera.

— Diablo, aquí nada es barato, yo que no tomé casi nada por eso mismo — se queja mi mamá en español como era de costumbre.

Sabía que la cajera no entendía por lo cual siempre aprovecha para descargar su furia en español.

Tomé mi teléfono ya que éste empezó a soñar.

— Hola — respondí.

— ¿Qué tiene ella usted no comió en el colegio? — dice Maia con su mal intento de hablar en español.

Reí inconscientemente al escucharla.

— Estoy bien, y se dice asistir, no comer — volví a reír. — Lo lamento, sé que teníamos planes para ayer, pero vamos a ir hoy a las 4 antes de que sean las 6, recuerda que es el último día — advertí.

— ¡Claro! Desde que salga del gimnasio iré — ríe. — nos vemos allá — dice esto último y cierra.

Dispuesta a dormir unas horas más me subí al auto de mi mamá, pensaba dormir para luego ir a las cuatro al colegio.

Espero que Maia sea puntual.

...

Miré la hora por cuarta vez y Maia aún no llegaba, se suponía que hoy iríamos a anotar nuestros nombres para ir al paseo de fin de año, no pensaba perderme mi último paseo escolar.

Chasqueé la lengua mientras me disponía a entrar sin ella pero la vi corriendo hacia mi dirección, me crucé de brazos para aparentar molestia.

— ¿Dónde demonios estabas? — pregunté molesta. — Las inscripciones cierran a las 6 al igual que el colegio.

— Lo siento, lo había olvidado, pero ya estoy aquí — respondió suplicante.

Rodé los ojos mientras me encaminaba a la entrada del colegio, pero la voz de Aaron llamó mi atención.

— Maia, dejaste esto en el auto — dice mientras le entrega su bolso.

Abrí la boca para decir algo pero al instante la cerré entrando a la institución, tenía que ir sí o sí a el paseo.

Después hablaría con Maia, no podía pensar siquiera en ella, olvidó nuestros planes por él.

Eran las 5:50 aún teníamos 9 minutos para inscribirnos, claro si llegábamos a tiempo al piso tres sin elevador.

— ¿Dónde estabas? — pregunté mientras subía más apurada la escalera.

— Realmente lo siento, hoy era el día de parto de Chloe entonces fui a ayudar y me tocó hacer una emergencia lo cual fue fabuloso, la enfermera pensó que era mi novia y... — frené en seco mirándola incrédula.

— ¿Me puedo reír ahora? Prefieres inventar esa historia para no aceptar que te andabas besuqueando con Aaron — solté molesta. — Y me molesta demasiado porque eras TÚ que no quería que hiciéramos contacto, pero claro, van hasta juntos al gimnasio — dije molesta haciendo énfasis en tú.

— ¿¡Cómo te atreves a pensar así de mí!? — grita molesta. — Yo nunca, ¿Me escuchas? Nunca he besado a Aaron ni lo haré, no es mi tipo, no me gusta, es más, Lo odio — bufé al escuchar aquello y seguí subiendo las escaleras.

— No puedo creer que lo niegues si se nota que te gusta por como lo miras — susurré.

Finalicé entrando en la oficina en la cual no había nadie, solo una nota que decía que habían cambiado la oficina para la parte de abajo de la institución.

Miré la hora y eran las 6:02 aunque bajara corriendo ya era tarde; estaba molesta, solo quería romper algo de la rabia.

— ¡Todo es tu culpa! — grité encaminándome hacia la planta baja.

Ya no había nada que hacer, todo estaba perdido Gracias a Maia.

— ¿Mi culpa? Podías entrar sin mí y no lo hiciste, además te dije que estaba haciendo algo importante, ni siquiera me escuchaste, No estaba con Aaron ¡Joder! — responde mientras camina en la escalera detrás de mí.

No sabía como sentirme, era mi mejor amiga había decidido esperarla por mi cuenta, pero aún así, quería que fuera su culpa.

Al salir se escucha la voz de Aaron hablando con alguien.

— ¡Mire! Ahí están — dice señalándonos. — Estaban esperando para inscribirse •

Miré al señor de algunos sesenta años con súplica pero a la vez con con confusión.

— Bien, el lunes en la mañana haremos su papeleo — responde. — Sólo deben darme sus nombres —

Al terminar, el hombre se despide caminando hacia su auto, supongo.

Maia miró con desagrado a Aaron pero aún así susurró un gracias, ya ni siquiera sabía que mierda pensar.

Suspiré y caminé hacia mi auto, no pretendía hablarle, al menos no hoy.

¡Déjame con mi virginidad! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora