Capítulo 4

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No me molesta tener que trabajar, de verdad que no me molesta, lo que mas me duele es que esa no es idea de papá, sino de la estúpida de Matilda.

Todo el tiempo esta intentando poner a papá en mi contra. No se que le he hecho para que me odie tanto.

Voy caminando por la acera y diviso un parque al otro lado de la carretera, el cual me llama la atención, cruzo sin mirar a los lados y me doy cuenta que un auto casi esta encima de mi cuando escucho las bocinas, el frenazo y el impacto que no es mucho, pero si lo suficientemente fuerte para tumbarme y ocasionarme algún golpe.

Puedo jurar que parezco un zombie, puedo jurar que mi piel se confunde con el papel y todavía no soy consiente del dolor en mi cuerpo hasta que unas manos grandes y tibias me tocan.

—¿Te encuentras bien? ¡Santo Dios! ¿Acaso no tienes suficientes neuronas para pensar que hay que ver antes de cruzar la calle?– Me pregunto un tipo, sumamente guapo. ¿Que digo guapo? ¡Es un Adonis!

Lo único que hago es asentir, lo cual es una total mentira, ya que me duelen ciertas partes del cuerpo.

El intenta levantarme y lanzo un grito al cielo cuando me toma por el brazo derecho. — ¡Ah! ¡Idiota, me duele, me duele me duele!– Soltó mi brazo rápidamente y se quedo observándome.

—Ven, te llevaré a algún hospital.– dijo pasando delicadamente su brazo derecho por debajo de rodillas, y su otro brazo en mi espalda. Caminó hacia el asiento del copiloto de su auto y me posó de una manera muy suave. Luego procedió a dar la vuelta, montarse y arrancar el auto.

Después de llegar al hospital y que me atendieran, estaba con un brazo enyesado por la caida y leves dolores en el cuerpo. No paraba de pensar que este podía ser el peor día de mi vida.

—Hola, ¿como te sientes?– Pregunto el bombón entrando a donde yo estaba.

—Podría haber estado mejor– Dije con un humor de perros.

—Tampoco es como si fuera mi culpa que no tengas el sentido de la visión completamente desarrollado. Además eres muy malagradecida, he dejado de asistir a una junta muy importante por traer a una chiquilla retardada al médico. – Dijo en un tono de voz que me asustó un poco. Pero eso no me amedrentó.

—Pues debiste dejarme tirada. Nadie te pidió traerme. – Dije con actitud fuerte.

—Bien, espero que si sepas como llegar a casa, porque te iras sola, no te llevaré a ninguna parte.

Después de decir eso, para probar sus palabras, se dio media vuelta y se marchó.

Pero cuando esta lo suficientemente lejos, es que me doy cuenta de que aún, no se ni siquiera su nombre.









En multimedia nuestro hombre misterioso.

Theo James.

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