Capítulo VI

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Incluso cuando para Adrien el reciente daño parecía tan grande, el rubio decidió volver a levantarse al día siguiente, aunque en su corazón doliese la pérdida de su más querido amigo.

La mañana en el Instituto fue sumamente aburrida para él, pues la época de exámenes ya había acabado y lo único que debía hacer era prestar atención en clases y tomar algún apunte de las pocas cosas que le decían y no sabía. En los recreos, buscaba a Marinette por todos lados, pero la azabache parecía no haber asistido aquel día, seguramente preparándose para su gran presentación.

Llegada la tarde, decidió retirarse del establecimiento al menos una hora antes para ir a casa y arreglarse, pues quería apreciar a Marinette en sus mejores condiciones. Cruzando las puertas de la mansión, se negó a entrar a su habitación y ver los restos de astillas repartidas por todo el suelo, así que le pidió a Nathalie que le trajese todo lo necesario.

Se vistió elegantemente, peinó cada uno de sus cabellos y se perfumó, adelantándose al momento en que tomaría a la joven entre sus brazos para felicitarla por su increíble número. Una vez que se consideró listo y la hora ya era la indicada para irse, se dirigió felizmente hacia la puerta principal, pero al momento de salir por ella un fuerte brazo lo tomó y lo lanzó lejos de la entrada.

—¿No te quedó suficientemente claro con la advertencia de ayer?— oyó Adrien, observando con atención y dándose cuenta de que quien le hablaba era su padre —Creí que ver tu querido piano destrozado ahuyentaría tus ánimos de salir a andar por ahí, pero veo que no ha resultado.

Confundido y alterado, Adrien miró a su padre en busca de más explicaciones, ya que lo único que le estaba quedando claro le parecía simplemente inaudito. Haciendo señas confusas, recibió una fría mirada de su padre, el cual ordenaba a los sirvientes que cerrasen la puerta, mientras él avanzaba en dirección a las escaleras.

—Sí, yo ordené que lo rompiesen— confesó Gabriel, dándole la espalda a su hijo —Espero que desde ahora lo pienses dos veces antes de comenzar a perder el tiempo, no practicar lo suficiente y enamorarte. La próxima vez ella podría resultar rota.

Inmóvil, con lágrimas en los ojos, el rubio no tuvo más opción que esconder su impotencia entre sus puños. Mirando con desesperación como su padre subía al segundo piso sin vacilación y la puerta principal había sido bloqueada, la única imagen en su mente era Marinette, había un asiento esperándolo específicamente a él.

Sin embargo, incapaz de gritar y manifestarse correctamente, lo único que logró hacer fue quedarse siendo parte de la típica penumbra de esa gran mansión.

***

Dentro de un gigantesco auditorio, donde bailarinas, cantantes, músicos y actores corrían de un lado hacia otro por el escenario, la función estaba a pocos segundos de empezar. Las luces se apagaron, llegó el silencio y en frente de una gigantesca audiencia, la esperada bailarina de cabellos azabache se hizo presente.

Totalmente determinada, la joven comenzó su espectáculo de ballet junto a la música. El público se perdía entre sus ágiles saltos y el hermoso traje rojo a puntos que llevaba encima, sin embargo los jueces la notaban intranquila, su mirada no iba en el frente, se había dado cuenta de algo. A pesar de estar dando cada paso a la perfección, no dejaba de voltear su rostro ligeramente una y otra vez hacia quienes la observaban, y por no estar atenta a lo que hacía, resbaló y prontamente cayó.

Quienes debían evaluarla inmediatamente miraron hacia abajo y tomaron nota en sus libretas, con una expresión de decepción. Marinette, exaltada y aún desde el suelo, buscaba entre todos los espectadores ese peculiar cabello rubio, pero no lo encontró. En primera fila, junto al asiento vacío que se suponía Adrien estaría ocupando, sólo vio a un Nathanael sonriéndole gentilmente.

—Eh, yo...— habló la azabache, volviendo a la realidad de la escena —¿Qué hice?

Un par de hombres vinieron a ayudarla para que se levantase y la retiraron del lugar, pues nadie tenía tiempo para lamentaciones. La joven no había conseguido hacer saltos lo suficientemente limpios, no cumplió con el tiempo estipulado y además había caído en medio de semejante show; el hecho de estar descalificada inmediatamente le parecía más que obvio.

Aunque ése había sido el sueño de su vida y ahora estaba destrozado, consideraba que tendría tiempo para llorar por eso después. En la sala de descanso, con ambas manos en su cabeza, no entendía porqué su querido Adrien no estuvo allí.

—Marinette— dijo Nathanael, entrando sigilosamente a la sala y dándose cuenta de que la joven estaba temblando —Al parecer no estás muy bien.

Quitándose su chaqueta y colocándosela a la chica en los hombros, se sentó frente a ella y pudo ver una enorme aflicción reflejada en sus ojos.

—No, creo que no lo estoy— respondió ella mirando hacia el techo, como si esperase que pronto le llegase una buena y creíble explicación.

Tocar su corazón [MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora