El día siguiente al baile incluso el invierno parecía haberse marchado junto a la tristeza, pues un cálido sol le sonreía a cada parisino. Sin embargo la azabache, incluso cuando ya se daba por reconciliada con el rubio, no se encontró con él en ningún momento, ni tampoco oyó su música viajar por los pasillos durante los recesos.
Luego de su última clase, se atrevió a ir hasta el salón de música en su búsqueda, pero Adrien no estaba allí, es más, el viejo piano que siempre tocaba y nadie solía usar también había desaparecido. Extrañada ante esa situación, se dijo así misma que nada sucedía y bajó las escaleras rumbo a la salida, pero el alucinante sonido de una tecla llegó hasta ella y la hizo detenerse.
En medio del Instituto Françoise Dupont, donde antes los jóvenes bailaron y disfrutaron, ahora se hallaba Adrien subido en un escenario, sentado frente al piano extraviado. Estaba a vista de todo el alumnado, pero sólo le bastó saber que Marinette estaba allí para saber que debía iniciar a tocar, no sin antes dedicarle una mirada que le indicara que aquello iba dirigido a ella.
El tiempo que la chica estuvo alejada, Adrien lucho consigo mismo y todo lo que sabía para poder componer una canción que sonase como ella, tan torpe, dulce e inigualable a la vez. A pesar de todos sus intentos, jamás lo consiguió, lo que componía no lo satisfacía, ningún ritmo era comparable con su destreza, siempre había algo que le faltaba, hasta ayer. En el término de la jornada anterior, mientras ella depositaba aquel tierno beso en sus labios, las notas que faltaban en su partitura llegaron a sus oídos y se sintieron como una electrización en todo su cuerpo.
Después de tantos eventos, y de haber pasado la noche entera componiendo, las yemas de sus dedos por fin serían felices paseándose por el piano, tocando una canción sobre y para ella.
Marinette, apenas recibió la mirada de Adrien y él comenzó a tocar, se sintió atrapada de pies a cabeza por aquella melodía que comenzaba a esparcirse por todo el lugar. Poco a poco fue acercándose al escenario, estaba envuelta completamente en la música de su amado, sus ojos brillaban mientras lo miraba, y él, incluso teniendo ojeras por haber pasado la noche anterior en vela, irradiaba la luz que la azabache no había encontrado en ningún otro artista.
Ninguno de los dos podría describir qué sentía exactamente en ese momento. Más que describir a Marinette, la melodía tocada por el rubio contenía muchos sentimientos, miedo de volver a equivocarse, a que ella se fuera o que su padre se interpusiera, tristeza, por haberla hecho sufrir y ser incapaz de explicarle con palabras cuánto lo sentía; felicidad por haberse dado cuenta de que sus sentimientos eran correspondidos, y combinado a todo los demás, amor.
Sentía amor cuando ella sonreía y bailaba, amaba todo lo que ella significaba, desde su exterior hasta el alma que había conocido a través de sus celestes ojos. Marinette se había adentrado en lo más profundo de su corazón, y se quedaría allí sin importar qué, Adrien lo tenía claro. Ningún maestro le enseñó cómo sonaba una canción de amor y no sabía cómo componer una, pero ella sin saber sobre piano le dio todas las herramientas necesarias para lograrlo.
Cuando las manos del rubio terminaron su dulce espectáculo, los aplausos de los estudiantes que habían presenciado esa obra de arte se hicieron presentes para llenar el lugar. Algunos, con la boca entre abierta, se acababan de dar cuenta de quién había estado rondando entre ellos realmente, era el famoso Adrien Agreste.
Pero a él no le importaban los aplausos o el reconocimiento, pues lo único que hizo una vez terminada su presentación fue dirigir su mirada hacia la azabache. A diferencia de los otros, ella no estaba aplaudiendo, cosa que preocupó al rubio. Él sentía que su corazón estaba por salírsele, pero, ¿qué sucedía si finalmente no había logrado lo mismo con ella?
Bajó el escenario con incertidumbre y se paró frente a la azabache, quien se mantenía quieta en frente de la multitud. Pero antes de que él pudiese hacer algo, ella tomó la mano de Adrien y la llevó hasta su pecho. Sin importar el ruido que los demás hacían, el rubio lo sintió fuerte y claro, los latidos de Marinette estaban tanto o más alterados que los suyos.
-Así de profundo llegaste, tu canción... Tocó mi corazón como nada ni nadie lo había hecho antes- susurró ella, apenas pudiendo hablar de la emoción -Tendrás que responsabilizarte.
Asintiendo con una sonrisa en los labios, el rubio abrió sus brazos para sostenerla entre ellos, aquella canción era lo último que necesitaron para unirse definitivamente. Como si la melodía siguiese sonando, comenzaron a tambalearse lentamente, aislándose y olvidándose de todo su alrededor.
Ya no importaba si Marinette no había pasado la audición o si el padre de Adrien se interpondría entre ellos apenas los viese juntos. Cualquier adversidad la atravesarían juntos, acompañados de la fuerza que le deban aquellas cosas que amaban hacer, como tocar el piano y danzar.
Tal vez, ni siquiera importaba que el rubio jamás fuese capaz de pronunciar una palabra, porque si la música había sido suficiente para enamorarla..., él se sentía capaz de hacerlo todo.
Fin.
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Tocar su corazón [MLB]
FanfictionFanfic Miraculous Ladybug. Adrien, desde que tiene memoria, nunca pudo hablar. Entonces aprendió piano, el instrumento se hizo su mejor amigo y todo lo expresaba a través de él. Si tenía pena, sus manos tocaban lentas y dulces melodías. Si estaba...