Suciedad

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Tenía atorada

la campana

que llama

a tirar la basura,

el imbécil alarido

del altavoz

del pendejo

de las tortillas,

el berrido insoportable

del güey del gas.

Me arranqué

con mucha paciencia

los insistentes bocinazos

del tráfico diario,

el zumbido nocturno

que acompaña al silencio,

el ladrido impertinente

del perro del vecino,

la discusión pendeja

del infeliz matrimonio

de al lado.

Me deshice

sin querer

de una rabiosa maraña

de guitarrazos,

poesía, gritos

y harto ruido

del Duque Corcobado,

chingo de versos

anudados

del Flaco Sabina

y El Salmón Calamaro.

Hurgué a fondo

hasta desaparecer

los gemidos de los gatos

cogiendo de madrugada,

los necios gritos

de las marchantas

del tianguis,

la alarma que siempre

me jode el sueño,

y por supuesto

kilos de cerumen.

Ya me gasté

diez paquetes

de hisopos,

pero todavía

no consigo

extirpar

tu voz

ni tu risa

de mis sucios oídos.

Poemas de amor: surgimiento y caídaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora