CAPÍTULO TRES

23 4 1
                                    

Después de tomar un baño y de ayudar a Amalia a empacar mi equipaje, me tome unos minutos para escribirle una carta a Alejandro. Sabía que no podía pretender que él me había esperado durante tanto tiempo pero aun así deseaba verlo por una última vez y comprobar que su hermosa sonrisa no se había borrado.

Le coloque sello a la carta después de rociarle perfume y se la guarde a Amalia en el bolsillo del vestido.

-Recuerda, si lo ves con una chica y lucen verdaderamente enamorados no se la entregues.- no me gustaría arruinar su felicidad.

-Por supuesto Señorita Grace.

-Es una pena que no puedas venir con nosotros.- me lamente.

-No cabría en el carruaje.- repuso sin darle importancia -. Y además ambas sabemos que no siempre puedo acompañarla.

-Lo sé.- le asegure.

-Bien entonces bajemos, es hora de que partan.

Asentí y ambas bajamos; mis padres ya estaban a punto de montarse en el carruaje y por la cantidad de equipaje que llevaban pareciera que nos estuviéramos mudando, aunque no sé porque me sorprende. Le dí un último abrazo a Amalia y me subí al carruaje, de verdad era una pena que no pudiera venir con nosotros.

Tome un poco de aire disimuladamente y centre mi mirada en la ventana, serían las tres horas más largas de mi vida.

Mi hermana vivía a dos pueblos del nuestro en un pequeño lugar llamado Brenia donde vivía la gente más prestigiada y con dinero de Arlaestai. Su mansión quedaba al pie de las montañas y tenía un jardín tan hermoso como la palabra, o al menos eso me contó ella en una de sus interminables cartas. Realmente no la veo desde que me mandaron al convento y ni siquiera pude asistir a su boda. Solo sé que su esposo era Lord Bennett un hombre que pertenecía a la honorable corte de Arlaestai y que trataba los asuntos de paz con los otros reinos. Eso sin mencionar que seguramente fue uno de los que votó para que Lady Katherine fuera la próxima reina sin tener en cuenta que yo era su cuñada.

Gabriela siempre ha sido la más suertuda de las dos, para ella el mundo era un cuento de hadas donde las personas se enamoraban a primera vista y vivían felices para siempre, y he de admitir que su ideología de vida le funciono. Conoció a Lord Bennett en uno de los bailes del castillo y ambos quedaron automáticamente enamorados en una noche, después de eso solo bastaron un par de cartas para que Lord Bennett le propusiera matrimonio y luego se mudaron a su actual casa donde siguieron su maravillosa historia de amor. Y no culpo a Lord Bennet, Gabriela es una persona a la que es imposible no querer y mucho menos olvidar.

Yo por otro lado siempre he sido realista y me es imposible ignorar algunas cosas de la vida real para sumergirme en el mismo cuento de mi hermana, supongo que esa es mi imperfección más notable.

Alce la vista cuando el carruaje se detuvo y observe el hermoso jardín de la entrada que a pesar de que ya estaba terminando la primavera lucía como si apenas estuviera comenzando en este lugar.

Mi hermana y su esposo nos estaban esperando en la entrada de la mansión, y me alegro notar que aún lucían como un par de enamorados. Eso significaba que Lord Bennett aun no la había sacado de su burbuja y era algo debía agradecerle.

Deje que mis padres se bajaran primero y lo primero que hice al poner un pie en tierra fue darle un gran abrazo a Gabriela.

-Grace, qué alegría verte.- exclamó con emoción -. Has crecido tanto y luces hermosa.- me alago al separarse.

-Esos cinco años me sentaron de maravilla.- bromeé mientras me limpiaba un par de lágrimas que se me habían escapado -. También te extrañe Gabi.- le dije con alegría.

Atada a la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora