CAPÍTULO CINCO

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A la mañana siguiente no tuve problemas para levantarme y alistarme porque no había logrado dormir ni un solo minuto, tenía tantas cosas en la cabeza que el sueño se me escapó así sin más.

-¿Necesita ayuda con algo más Señorita Koller? - me pregunta la chica de servicio que me estaba ayudando con el equipaje.

-Solo indícale a uno de los lacayos que baje el baúl cuanto antes.- le pedí.

Asintió sin decir nada más y se retiró.

Me mire por última vez en el espejo y decidí bajar a desayunar junto a los demás; después de todo era una mañana demasiado bonita como para rechazar una comida en el jardín. Puse todas mis energías en lucir contenta y alegre, para que mi hermana no se preocupara y finalmente cuando llegó la hora de irnos le prometí que nos veríamos pronto; lo que ocurriría de una u otra forma.

Durante el viaje de regreso me comporte de la misma manera que suelo comportarme con mis padres, pero aun así no paraba de pensar que en cualquier momento del día Dante aparecería en mi casa para pedir mi mano. Era casi como una pesadilla hecha realidad y nada bueno podía salir de eso; excepto claro la seguridad de mi familia por la cual tenía que negociar apenas tuviera la oportunidad.

Alce la vista en el momento en el que el carruaje se detuvo y esta vez fui la primera en bajarme, porque necesitaba hablar con Amalia cuanto antes.

Fui a la parte de atrás de la casa donde se encontraban los aposentos de los empleados y toque tres veces antes de entrar.

-Señorita Koller ¿se le ofrece algo?- pregunto una de las chicas de servicio al verme.

-¿Saben en donde se encuentra Amalia?- le pregunte a todos en general.

-Está acomodando su caballo para su paseo de esta tarde.- me respondió uno de los hombres.

-Gracias.- le agradecí antes de salir de retirarme.

Aunque estaba casi segura que yo no tenía ningún paseo planificado para hoy, sabía perfectamente que Amalia no hacía nada en vano, y eso solo me causaba más curiosidad.

-¡Amalia!- la llame al entrar en el establo.

-Estoy por aquí señorita.- respondió casi al instante -. ¿Cómo le fue en el viaje?- me preguntó al acercarse con Mota, una hermosa potra de color blanco que mi padre había ganado en una de sus innumerables apuestas.

-Primero coméntame sobre mi paseo.- le pedí al acercarme a Mota para acariciarla.

Amalia sonrió con complicidad y saco un sobre de su delantal para entregármelo. La observe sin entender muy bien lo que estaba ocurriendo y termine abriendo el sobre por curiosidad.

Era una carta escrita por Alejandro en respuesta a la que yo le había escribido antes de marcharme a Brenia, en la que expresaba lo contento que estaba por haber recibido mi carta y las ganas que tenía de verme en nuestro lugar secreto una vez regresara de mi viaje.

-No puedo ir.- dije mientras se me formaba un nudo en la garganta.

En otras circunstancias hubiera tomado a Mota para cabalgar hasta el pueblo, sin pensármelo dos veces, pero justo ahora me resultaba imposible.

-¿Por qué no?- preguntó Amalia sorprendida -. Señorita Grace, él nunca lo olvido así como usted tampoco lo olvido a él.

Lo sé.- pensé -. Eso lo dejo muy claro en la carta.

-Porque me casaré.- le confesé finalmente -. Dante me lo advirtió, sería su esposa por las buenas o por las malas.- baje la mirada mientras las lágrimas se me amontonaban en los ojos y seguí hablando -. Y cuando Gabriela anunció su embarazo, supe que debía protegerla, a ella y a todos los que me importan, incluyéndote.

Atada a la RealezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora