Capítulo 2

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Helena

Sentí la tibia brisa de verano contra mi rostro al mismo tiempo que una lágrima rebelde se deslizaba por mi mejilla, el aroma del campo me llegó de manera repentina como un golpe seco al estomago que cubrí con las manos como tratando de aminorar el impacto.

Deslicé con fuerza, con rabia el carboncillo por el papel. Miré nuevamente las facciones que se encontraban plasmadas y pensé cuan poco sabía de ese hombre.

Ese aroma me había traído tantos recuerdos que parecían archivados cuidadosamente en algún polvoriento baúl de la memoria, recordé con un dejo de tristeza las largas caminatas con mi padre por el campo mientras el entonaba alguna tosca melodía italiana que se antojaba particularmente dulce.

Cuando llegábamos a la casona nos sentábamos en el pórtico, él me observaba sonriente pensando tal vez en las historias que me contaría por la noche en la cena, siempre con gestos y ademanes que lograban hacerme reír como si nada malo pudiera pasar nunca. Pero todo cambió cuando cumplí los trece años.

Aunque quizás fue unos años antes cuando mi madre nos abandonó. Se sentía sola, eso dijo y yo no entendía que era lo que quería decir con ello. Mi padre alegó que no podía dejar su trabajo, que lamentaba que se sintiera aquello. Días más tarde la vi bajar con su maleta, nunca se comportó de manera cariñosa y solía viajar con frecuencia. No fue algo extraño. Pero al ver a mi padre con lágrimas en los ojos, comprendí que ese viaje era diferente, me besó en la frente, no vi pena en sus ojos. Creo que solo había espació para sentir alivio. Y se fue para no volver, me llamaba de cuando en cuando, creo que era suficiente para mí.

Durante mucho tiempo sentí culpa por no poder evitarle tanto dolor a papá. Me creía suficiente madura para ver las sutiles señales. Pero ambos fuimos ciegos o tal vez queríamos serlo.

Dos años después papá me llamó a su despacho para comunicarme sin preámbulos que en dos días partiría a Inglaterra a un internado. Entonces ese pequeño trozo de madera podrida al que me aferraba con desesperación, terminó por desmoronarse y que quedé a la deriva en un océano que me paralizada de terror.

Papá era un hombre de aspecto intimidante, robusto con unos ojos verdes y profundos que yo había heredado, su mirada penetrante enmarcada con unas gruesas cejas negras, lograba que se lo pensaran dos veces antes de contradecirlo. Claro que para mí ese hombre imponente y honorable solo se traducía en el ser mas amoroso que había conocido o al menos así fue hasta el día en que se convirtió en fiscal. Pronto las largas ausencias, las montañas de papeles y las reuniones hasta tarde crearon una distancia más profunda que el océano que luego nos separó.

Luego lo vi poco, muy poco, en las vacaciones de verano me hospedaba en la casa de uno de sus mejores amigos, él y su esposa siempre se esmeraban en hacerme sentir como en casa aunque eso nunca sería posible. Muchas navidades lo había esperado en vano hasta que Isabel una hermosa mujer italiana nada sutil, subía a comunicarme lo que yo ya sabía, mi padre no vendría tenía demasiado trabajo y se disculpaba. Semanas más tarde siempre llegaba con un gran regalo y saludos de mi familia en América. Había llegado a odiar a esa tierra que parecía haberme arrebatado todo lo que amaba echándome fuera y lejos de sus costas.

Cuando tío Carlos me llamó para contarme lo sucedido no fue uma sorpresa, era algo que presentía que ocurriría, papá era un hombre temerario que le declaró la guerra al crimen organizado y a un sistema corrupto, en el fondo de su alma sabía que muchos de aquellos que lo llamaba amigo, aceptaban sobornos para hacer la vista hacia otro lado.

Ya habían pasado dos meses y recordaba que caía una llovizna suave, recordaba el frío intenso, el lúgubre paisaje que tenía ante mi. Por alguna razón odiaba el frío, y la lluvia me provocaba deseos de llorar. Ese día, cuando despedí a papá sin siquiera poder verlo por última vez. Lloré con fuerza, como nunca lo había hecho. Lloré para intentar sacarlo de mí, lloré porque no deseaba seguir viviendo tan sola.

Alguien tocó delicadamente la puerta interrumpiendo mis pensamientos y de inmediato supe que era Clara.

-Esta abierto.

La puerta se abrió y pude ver los revueltos rizos de mi prima aún antes de que ella finalmente dejara verse.

-Perdón, no quería molestarte pero Carló insiste en que bajes -dijo rodando los ojos -y al final como siempre tengo que hacer el trabajo sucio.

-Esta bien, ya es hora ¿no? -dije sonriendo forzadamente.

-Se que un día vas a estar mejor, mientras tanto prometo cuidarte y quererte -dijo jugando con uno de sus rizos -y si alguien quiere remplazarme se encontrará con el muro de Berlín primita.

-Nadie te podría reemplazar -dije sin poder evitar sonreír.

-Ja, eso dicen todas. Hasta que aparece alguien que las vuelve completamente loquitas y se olvidan hasta de las mejores amigas.

-Nadie me va a volver loquita. Es una promesa.

-El amor vuelve locos hasta los más sensatos linda -dijo mientras recorría la cómoda con sus delgados dedos.

-El amor no esta hecho para mí -dejé el block de dibujo sobre la mesita del balcón.

-El amor no está hecho a la medida de nadie y sin embargo no podemos evitarlo. Pero si lo dices por Jamie, ese idiota no te merecía - caminó hacia donde me encontraba sentada -dime que de verdad no estabas enamorada.

-En realidad no lo se.

-Si no lo sabes es porque no estuviste enamorada -dijo mientras examinaba el dibujo que estaba en la mesita -es precioso -agregó.

-Gracias -dije sonrojándome, por alguna razón me avergonzaban los cumplidos -Parece que eres una experta en el tema del amor.

-No pero lo he pensado mucho.

-¿Y qué conclusiones sacaste? -dije riendo con ganas por primera vez en el día.

-Bueno... -lo meditó unos segundos -creo que cuando te enamoras dejas de pensar con claridad, todo se vuelve confuso, lo único claro, lo único que importa es esa persona -suspiró apoyándose en la baranda del balcón -todo se vuelve vértigo y felicidad. El estómago te tiembla y apenas sin puedes dormir...No eres dueño de tu cuerpo, ni de tus pensamientos pero a la vez nunca te sentiste tan completo. Con esa persona vas a poder ser tu misma y eso te va a hacer estallar en mil pedazos.

-Si es tan increíble, no creo que sea agradable perderlo. No estoy segura que valga la pena el dolor posterior a que termine.

-Vale la pena sentirlo, así dure tan solo un día... así no exista un felices para siempre.

Sonreí al ver que Clara era una romántica incurable, pero algo en su sonrisa, en el fervor de sus palabras me hizo sentir curiosidad sobre como se sentiría. Aunque no creía posible nada de aquello que describía con toda certeza, enamorarse para mí se parecía más a una decisión incorrecta.

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Pídelo y Moriré a Tu Lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora