Capítulo 3

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                        Romeo

Apoyé la espalda contra uno de los arboles con la respiración entrecortada y la sangre agolpándose en mis venas producto de la adrenalina. Sabía que eran policías, tenía la certeza que era un automóvil oficial.  Pero el hecho no de que no llevaran uniformes y empuñaran sus armas con decisión en mi contra me daban sobradas razones para pensar que era un mandado bien remunerado, seguramente nos habían seguido y verme solo caminando a la orilla de la calle fue el premio gordo para ellos.

Miré de soslayó con enorme cuidado de no hacer el menor ruido posible, necesitaba saber donde estaban con exactitud, escuchar las pisadas sobre el pasto, el sonido de las hojas secas rompiéndose bajo sus zapatos  que parecían venir de todos lados y de ninguno a la vez aumentaba la incertidumbre y con ella las posibilidades de que cometiera un error que me dejaría al descubierto.

La proximidad de las luces de las linternas me indicaron que solo estaban a pocos metros de distancia pero en dirección contraria. Tenía pocas alternativas, pero la única que podía procesar en ese momento era  correr con todas mis fuerzas hacia la hacienda  que había descartado en primera instancia. Sin pensarlo dos veces conté hasta veinte reteniendo la respiración y comencé a correr lo más rápido que me permitieron mis fuerzas. No podía pensar en nada más que no fuese salvar mi pellejo, no importa cuan insignificante era. Era el único que poseía. Pero ese deseo por sobrevivir no me permitió que viese que me corría hacia la boca del lobo.

Me acerqué agachado un poco a la enorme casona, tratando de controlar mis pulsaciones y noté que la entrada era una enorme alameda que desembocaba justo en la entrada principal, tenía una generosa explanada iluminada por potentes reflectores. En el centro habían al menos cinco autos estacionados y un puñado de hombres, que estaban montando guardia.

Debía de ser la casa de alguien muy importante por lo que maldije por dentro a los Gallifi que me habían orillado a un lugar en el que no se sentía seguro.

Mientras trataba de deslizarme en silencio, lo que no era nada fácil, esperaba la llamada alentadora de mi amigo que me anunciaba que estaba cerca del lugar. Vi la proyección lejana de una tenue luz y movido por los instintos criminales que de tantos líos me habían salvado, me moví serpenteado entre los pocos árboles  que separaban del jardín de la casona.

Sí algo me había enseñado la calle donde crecí fue que si querías evitar que te atrapasen no debías quedarte quieto. Irrumpiría a disparos de ser necesario, pero no caería. No esa noche.

No pude evitar sorprenderme por la velocidad con la que llegaron tras mis pasos, alertados seguramente por el ruido que hice al escapar a toda carrera. Estaba cada vez más convencido que quien fuera que pagara sus servicios, era por demás generoso. Eso me hizo replantearme la idea que fuesen los  hermanos pesadilla, ya que tenían la fama de ser lo bastante tacaños como para ahorrarse las molestias. En el fondo de mí corazón sospechaba que alguien aún un poco más cercano estaba detrás de todo esto. Alguien sin el coraje para encargarse del asunto por sí mismo.

Tomé un poco de aire y con la cabeza fría comencé a buscar un lugar adecuado para esconderme  mientras los policías devenidos en matones peinaba la zona, puse mis esperanza en  que solo fingirían que se trataba de rutina, no delatarían sus negocios sucios. Solo si la suerte no se ponía de mi lado encontrarían a Astore cuando llegara a recogerme. Pero estaba seguro que se limitarían a ajustarle las clavijas para luego dejarlo ir, no era su objetivo y la sangre cuesta mucho dinero, quien fuese que los contratara no financiaría cabos sueltos.

Me quedé en cuclillas tratando de mimetizarme  con los prolijos setos perfectamente recortados, desde mi escondite llegué a ver las ventanas de un pequeño balcón abierto, sin embargo las luces no estaban encendidas. Suponía que el ocupante en caso que lo hubiera se encontraría sin duda en el salón principal, tomé las medidas necesarias mentalmente y acorde que no significaría problema alguno subir hasta allí y esconderme unos cuantos minutos, debía contar con que la reunión abajo se extendería un poco más, al fin de cuentas era hora de la cena y si la policía llegaba hasta allí probablemente solo les preguntaría a los seguridad si habían visto algo sospechoso y ante la negativa se marcharían sin chistar.  Una vez calculado el peligro me acomodé esperando el peor de los escenarios.

Pídelo y Moriré a Tu Lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora