Capítulo 5

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Romeo

-¡Nando! -llamó Marcello con voz potente -¿Dónde está Nando?que venga de inmediato.

Marcello era de esos tipos que con su sola presencia te intimidan, los hombres le temían y las mujeres se sentían atraídas por su belleza salvaje, tenía ojos color café, su cabello era negro como la noche y llevaba siempre barba poco poblada. Tenía unos cuarenta y ocho años pero aparentaba menos, era del tipo atlético, siempre vestía de manera elegante y solo le gustaba lo mejor.

Era un hombre poderoso manejaba más de la mitad de Santa Cecilia y poseía numerosos negocios en la capital. Sin embargo su mayor placer era trabajar en la cocina del restaurant Don Victorio; llamado de esa forma por el padre de Marcello.

-¿Cierro la puerta padrino? -dije sonriendo al entrar.

-Pero claro muchacho ¿Qué clase de pregunta tonta es esa? -dijo dedicándome una gran sonrisa -¿Acaso pretendes apagar los fuegos y armar todo un desastre?

-Lo siento jefe.

Negó con la cabeza riendo. Tenía la camisa arremangada hasta los codos y las manos sucias de amasar.

-No me llames jefe muchacho, soy más que eso para ti y los sabes -buscó entre las ollas -¿Dónde demonios esta Nando? Necesito a ese bueno para nada, solo él y Dios saben donde esconde mis sartenes.

-¿Quieres qué lo vaya a buscar?

-No, no -negó mientras se limpiaba las manos con un trapo que llevaba en la cintura -siéntate allí -me ordenó.

-Preferiría quedarme así -dije Apoyándome contra la pared que estaba contra la puerta.

Se encogió de hombros y caminó hasta el lado opuesto de la cocina.

-¿Qué sucedió con Cristiano? -interrogó sin rodeos -Astore me contó algo pero necesito saber tu versión -dijo al mismo tiempo que revolvía una salsa.

-Padrino te quiero como a un padre, pero sabes que no puedo hablar.

-Olvídate de los malditos códigos y dime que te hizo mi hijo.

-No puedo, no deseó aumentar su odio contra mí.

-Eso ya es imposible -susurró sin apartar la vista de la salsa -lo vigiló pero siempre se las arregla callar a mis muchachos, quizás sea hora de darle una lección.

-Padrino...

-No, no trates de protegerlo -me miró seriamente -él no tiene lo que se necesita, no como tú.

No supe que decir y me quede muy quieto. Sea cual fuese el castigo Cristiano me haría el principal responsable.

-Ve a buscar al inútil de Nando -me ordenó -luego ve con los muchachos, en un minuto estaré con ustedes.

No dijo nada más y mi miedo aumentó. No solo debería lidiar con la furia de el malcriado de su hijo, sino que me vería obligado a retrasar mis planes. Me consolé pensando que todo era para cuidar el negocio.

 Me consolé pensando que todo era para cuidar el negocio

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Pídelo y Moriré a Tu Lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora