Prologo

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23 de Diciembre de 1938

Nevaba. El soldado del invierno no recordaba ver nevar así antes, lo cual, era una completa ironía. Los copos de nieve caían desde el cielo vacilando en el aire hasta aterrizar, sin ruido, sobre un suelo ya tapizado de blanco. Los veía caer con el rostro hacia el cielo, disfrutando, sin ser consciente, del tacto frío de la nieve. El cielo estaba oscuro, pero esas pequeñas plumillas resplandecían de blanco. No sabía cuánto tiempo había estado ahí, pero tampoco estaba consciente de eso. Suspiró. Arrellanado entre la portezuela que daba entrada a ese conjunto de viviendas y la pared fría y mohosa, había esperado como una sombra a que una luz específica se encendiera justo arriba y frente a él.

Su blanco vivía ahí.

Le habían asignado su misión apenas unas horas atrás, aunque no se podía decir que fuera en el pasado. La orden había llegado por un intermediario, un tal Rumlow. Por alguna extraña razón parecía muy entusiasmado con ser él quién le diera esa orden. El hombre sonreía cuando se sentó frente a él y observó cómo revisaban sus signos vitales. Era la rutina de cada descongelamiento.

Y luego, cuando al fin los médicos dieron su aprobación, Rumlow habló con un extraño tono jovial en la voz, no es que el soldado del invierno fuera muy receptivo a los cambios de humor de los demás, pero era muy evidente.

—Tu misión—dijo, sacó una hoja de papel de su bolsillo y se humedeció los labios antes de leer:

"Objetivo: Asesinar al blanco antes de que se convierta en un obstáculo para Hydra. Eliminar a toda costa"

Método: no especificado.

Especiales: Se probará sistema de túnel para viaje en el tiempo con número..."

Rumlow lo miró de reojo, pero el Soldado del invierno siguió mirándolo impávido, sin una sola huella de asombro o de algo en el rostro. Rumlow parecía estar muy excitado, sus piernas se movían nerviosamente. Su presencia provocaba disgusto, era desagradable...

El viaje en el tiempo había sido algo extraño, pero nada que le produjera ninguna gran impresión. El portal era inestable, así que nada más llegar, éste se cerró. Según le dijeron, tendría al menos tres días para completar la misión, antes de que pudieran volver a abrirlo. Así que, por primera vez, tenía tiempo para cumplir su misión. Pensó que, tal vez, podía terminar rápido y escapar por un rato antes de que abrieran el dichoso portal. No era como si quisiera volver, de todos modos.

Llegó de noche, tres noches antes de navidad. Las calles de Nueva York estaban atestadas de gente que hacían sus compras para dicha fecha. El aire estaba impregnado de una extraña sensación de alegría melosa, de la cual el Soldado del invierno no dio cuenta. Tampoco se dio cuenta de la impresión que causaba mientras caminaba por las calles, con ese largo abrigo y el sombrero que le habían dado para "camuflarse" en el ambiente. Tenía sólo un blanco, y no podía llamar mucho la atención. Pero la llamaba. Era un hombre desaliñado con pinta de ser peligroso, quizás un mafioso. Todos se apartaban de su camino nada más lo veían.

La casa de su blanco no estaba muy lejos, pero se apartaba dramáticamente del centro bullicioso de la ciudad. Así que, poco a poco, hubo menos gente que se quitara de su camino. Sólo un par de jóvenes, que salieron corriendo de un callejón y que decían algo sobre un perdedor, casi tropiezan con él. Al verlo se disculparon atropelladamente y echaron a correr.

Él no les hizo caso, tenían en mente la firme idea de llegar a la dirección marcada, y cuando lo hizo se dio cuenta de que su blanco no estaba en casa. ¿Qué otra cosa podía hacer, sino esperar? Así que encontró resguardo en ese rincón. Se quitó el sombrero cuando comenzó a nevar, contrario a lo que cualquier otra persona haría. Le agradó la sensación de frío sobre él, tanto así, que salió de su escondite para poder tener un poco más de ésta.

La MisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora