Día 3. Con el Sol.

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26 de Diciembre de 1938

"—¿Y tú? ¿Seguirás al Capitán América a las fauces de la muerte?

—No. A pequeño chico de Brooklyn, que era demasiado tonto para escapar de una pelea. Lo sigo a él.

Ante sus palabras, Steve sonrió."

Bucky despertó después de visualizar esa interferencia. No había sido una pesadilla, ni siquiera había sido un sueño, había sido un recuerdo, uno bueno. Nada más abrir los ojos buscó la fuente de la luz: la ventana. El Sol ya se filtraba por las delgadas cortinas, pero, aún su color era pálido. Debía ser muy temprano. Se estiró sin levantarse, era la primera vez que recordaba haber dormido bien. Se giró a su costado. Steve dormía tranquilamente, y verlo lo hizo sonreír. Con la punta de los dedos de su mano derecha, le acarició la mejilla. Steve no hizo ni un solo mohín. Bucky aventuró más y le acunó la mejilla con la palma, de paso le tocó la frente y comprobó que no tenía fiebre.

Sonriendo, como no recordaba haberlo hecho antes, se incorporó un poco y le besó en el cuello, casi debajo del lóbulo de la oreja. Entonces, Steve dio un respingo y se movió despertando de a poco.

—Buenos días, Steve—Bucky le vio sonreír ampliamente al tiempo que se tallaba los ojos.

—Buenos días, Bucky—su voz estaba ronca— Estás aquí.

—Te lo prometí ¿no es así?

Steve asintió y sin que Bucky pudiera anticiparlo, se abrazó a él y le plantó un besó en los labios. Tomado por sorpresa, tardó en reaccionar, pero en cuanto lo hizo, le abrazó contra sí profundizando el contacto de sus labios y lenguas. Si se quedara, pensó, podría tener ese tipo de despertares todos los días. Era una pena, una verdadera pena, que no pudiera hacerlo.

—Tengo que irme—le dijo cuándo sus labios se separaron.

Steve suspiró y se incorporó hasta sentarse sobre sus talones en la cama. El Sol que entraba por la ventana incidió en su pelo despeinado y Bucky admiró el increíble color dorado que descubría, así como el intenso azul de sus pupilas. Era una imagen por la que pagaría lo que fuera por mantenerla en su memoria.

—Bucky, yo creo que si encontramos la manera en la que te quedes...

—Ya te dije que no es posible. Además, él... mi yo de este tiempo, vendrá. Y yo sé que él también te ama, no me gustaría competir conmigo mismo ¿sabes?

"Es a él a quién amas" estuvo a punto de decir. Porque era así. Steve estaba enamorado del Bucky que conocía y por extensión amaba también a ese Soldado del invierno. Pero no se lo diría, no le diría que temía que en el futuro, Steve no pudiera amarlo; que al conocer sus terribles acciones, simplemente dejará de amarlo y tal vez, incluso lo buscara con afán de justicia. No se lo diría, porque ese temor era sólo suyo y quería despedirse de él con alegría, con esperanza.

—Quiero darme un baño—dijo Steve, cambiando de tema con esa sensibilidad tan suya—. ¿Quieres...?

—¿Bañarme contigo? Sí, sí quiero.

Una última ducha, un último momento a su lado, sintiéndose libre y confortable. Así fue como disfrutó de esa ducha. Salió un poco antes que Steve y comenzó a recoger sus cosas y a alistar la ropa con la que llegó, era una lástima que tuviera que dejar la ropa que Steve le había regalado. Cuando revisaba sus armas, volvió a ver el "bloqueo". Lo sujetó entre sus manos y lo giró lentamente entre sus dedos. Una idea cruzó por su mente, una idea descabellada, pero que dentro de todo tenía sentido.

Steve salió de la ducha y comenzó a secarse, viendo de reojo y con zozobra como Bucky, aún con la toalla en la cintura, comenzaba a listar sus cosas para marcharse. Era doloroso verlo partir. Se vistió en silencio, mientras Bucky miraba algo que tenía en las manos, quieto, como una estatua.

La MisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora