xlv. las estrellas sí pueden amar.

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»las estrellas sí pueden amar

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»las estrellas sí pueden amar.

Ahí, entre cuatro paredes y un universo rodeándonos, disfrutaba de besarle como si hubiese esperado ese momento por muchísimo tiempo. Él afianzaba el agarre tomándome por las caderas y yo, más nervioso que insistente, rodeaba su cuello con ambos brazos para no dejarle ir por si se le ocurría después.

Instantes después él me cargó como un costal de papas hasta llevarme a la cama, y más enojado por esa peculiar forma de llevarme que conforme, correspondí de cuenta nueva la nueva sesión de besos que se dignó a darme.

Y suspiros posteriores, me tomé la libertad de detallar con mis dedos los músculos que se formaban en ambos brazos suyos, como si me guiaran en una especie de mapa que poco a poco me gustaba explorar.

¿Era normal que quisiera desnudarle ya?

—¿Está bien que continúe? —cuestionó, justo pisando la línea delgada entre seguir sus instintos o detenerse por mi bien— No quiero hacer nada que tú no desees.

En silencio, me tomé unos segundos para subir la diestra hasta tomar su mejilla con cariño. Beka me había dejado muy en claro sus intenciones. Incluso el mundo entero podía deducirlas con solo mirarle a los ojos justo como yo lo hacía. En ellos podía encontrar amor, de esos que te hacen tener mariposas en el estómago.

Esas molestas pero muy placenteras mariposas.

—¿No crees que la pregunta está de más? —dije, riendo en voz baja, sin siquiera tener también la certeza de qué era lo que pudiese suceder.

Sólo a nosotros dos se nos ocurría hacer ese tipo de actos en una fría noche de octubre. Era una especie de juego en la que él y yo nos acorralábamos con la mirada en la cama, con cuidado; él encima de mí mientras yo le daba un espacio entre mis piernas tras recibir muchos besos, risas y caricias sugerentes de su parte sin la necesidad de decir mucho.

En mi mente, la melodía de fondo para este instante era Sweater Weather de The neighbourhood. Iba muy de acuerdo a la ocasión, y de algún modo, me hacía saber lo muy vivo y consciente que estaba de mis actos.

Con Otabek, no podía tener miedo de nada. Él era la diferencia a muchas cosas de mi pasado.

Él significaba mi presente.

All i am is a man
i want the world in my hands
i hate the beach,
but i stand in california
with my toes in the sand...


Los labios de este hombre eran todo un mundo que recién comenzaba a descubrir. Eran suaves, dulces... Y me gustaban. En serio me gustaban y por esa misma razón no podía dejarlos en paz. Pedía silenciosamente más por ellos y no me privaba de hacerlo al entreabrir los míos para darle paso a esos impulsos suyos que, de algún modo u otro, me recordaban que estaba a punto de tener un tatuaje con su nombre por todo el cuerpo.

Stars in the ceiling「AU / OtaYuri」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora