El timbre finalmente suena. Dios, estos dos periodos han sido interminables, pero por fin podré almorzar y hablar con Spencer, necesito decirle lo que descubrí, necesito que lo vea antes de que me vuelva loco.
Anoche tuve muchas pesadillas, una más real que la otra, tengo mucho sueño y mantenerme despierto para no ligarme un castigo ha sido una tortura.
Dejo mis libros en el casillero, tengo un amor muy grande hacia ellos, desde que comencé la preparatoria no he traído mochila gracias a los casilleros, no sé qué haría sin ellos.
A medida que avanzo por los pasillos pienso en cómo explicarle las cosas a mi amiga, no quiero que me vea como un desquiciado antes de terminar de hablar. Aunque siendo mi amiga, supongo que podrá creerme.
Salgo por fin de la escuela, vivir en California tiene sus ventajas; comemos afuera, la escuela está a unas cuadras de la playa y las fiestas, bueno, son las mejores.
Con mis ojos busco entre las decenas de mesas, hoy está caluroso, por lo que espero que Spencer haya buscado una debajo de un árbol.
Pasan un par de minutos hasta que logro verla, está sentada, dándome la espalda, si no fuera por sus dos trenzas de niña de diez años, jamás la habría encontrado.
Y gracias a Dios, ella pensó lo mismo que yo, por lo que hoy no moriremos calcinados por el calor gracias a un hermoso árbol.
Camino hacia ella lentamente sin hacer un solo ruido. Acerco mis manos en dirección a sus hombros y me preparo para gritar.
—Ni siquiera lo intentes —Me advierte, haciendo que mi sonrisa perversa desaparezca.
—¡¿Es enserio?! —Exclamo. —¿Acaso tienes ojos en la espalda?
—No —Ríe. —Solo un teléfono con cámara frontal —Añade señalando su teléfono.
—Mierda —Bufo sentándome a su lado.
Ella sigue riendo por unos segundos y guarda su móvil en su bolsillo trasero.
—Escucha... Tengo que decirte algo... —Comento.
—Espera... —Me interrumpe poniendo su mano derecha frente a mí. —Hoy es día de burritos y necesito conseguir uno antes de que se acaben.
—Esto es importante... —Insisto.
—No más que mi almuerzo —Dice poniéndose de pie. —¿Quieres uno? —Y abandonando mi postura, asiento dándole diez dólares.
—Okey... Ahora préstame mucha atención —Pido dejando la mitad de mi burrito sobre la charola.
Ella me observa y entonces, lanzo una carcajada, su mejilla está sucia con salsa.
—¿Qué? —Pregunta con la boca medio-llena.
—Tienes algo aquí —Respondo tocando mi propia mejilla.
Ella se limpia con rapidez, esta avergonzada, aunque no entiendo por qué.
—En fin... —Comienzo. —¿Recuerdas el cuaderno?
—¿Vas a seguir con eso? —Reprocha revoleando los ojos.
—Solo escucha... —Pido, a lo que ella asiente. —Tuve un sueño con un extraño niño... Al principio pensé que era solo eso, un sueño, pero luego fui hacia la habitación a la que él me guio, y encontré esto... —Digo sacando un sobre de mi bolsillo.
—¿Qué es eso?
—No vas a creerlo —Anticipo, y entonces, saco la foto del sobre.
—¿Una foto? —Cuestiona mirándola de reojo.
—Mira atrás... —Ordeno.
—"Justin Mitchell – 2000". ¿Qué significa?
—Mira, ese niño se apareció en mi sueño y me llevó a esta foto. De todas las historias que leí, es el único que sobrevivió, eso significa que quizás sigue vivo.
—¿Lucas para qué querrías encontrarlo?
—Si esta foto es real, las historias también —Explico tragando el nudo en mi garganta. —Y estoy empezando a temer que me ocurra lo mismo.
—¡Por dios! Tú mismo lo dijiste, es solo un cuaderno.
—Spence, algo pasa en mi casa y me temo que, si no hago nada, terminaré siendo solo una historia más en ese cuaderno.
Parado en frente de la comisaria, no muy convencido con lo que voy a hacer. Miro mi teléfono, Spencer me acaba de mandar un mensaje, solo que, no voy a responderle, está preocupada, lo sé, pero no lo suficiente para acompañarme hasta aquí, estoy algo enojado con ella.
Respiro profundo y comienzo a subir las escaleras que llevan a la puerta principal, tomo el picaporte sin importarme nada y cruzo el umbral de la puerta. Y es, en ese instante, que una pequeña campanilla suena y un policía sale de detrás de una puerta, poniéndose frente al mostrador.
—¿Puedo ayudarte? —Pregunta con un tono amable.
—Si. —Digo colocando mis brazos sobre el mostrador. —Verá, estoy realizando un proyecto para la escuela... —Él se queda callado, por lo que yo sigo con mi mentira. —Trata sobre los viejos propietarios de mi casa.
El asiente.
—Bueno, descubrí hace poco una fotografía de un tal Justin Mitchell —Digo la primera indirecta. —Sé que sigue vivo y me gustaría hablar con el —Lanzo la segunda. —¿Podría ayudarme a localizarlo?
El hombre, de contextura ancha me mira por unos segundos, como si tratara de descíframe o hacer que confiese mi mentira. Comienzo a ponerme nervioso, pero entonces, él sonríe.
—Dame un minuto... —Pide dándose la vuelta y volviendo por donde salió la primera vez.
Ese "minuto" se convierte en diez, mi brazo, en el cual me mantuve apoyado durante ese lapso, se acaba de acalambrar. Cambio de posición, pero el policía vuelve a la escena, su sonrisa desapareció y ahora, está demasiado serio.
—Escucha muchacho... —Yo, me quedo en silencio, expectante. —No te gustará lo que voy a decir, pero en tu casa pasaron muchas cosas horribles —El traga saliva, sé a qué se refiere. —Una de ellas tiene que ver con la persona que viniste a buscar.
—¿Sabe dónde está? —Pregunto apresurado.
El asiente.
—Justin Mitchell, él joven que fue acusado de asesinar a su pequeño amigo está en un hospital psiquiátrico.
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Voces en mi cabeza ©
HorrorLucas es un adolescente normal, sale de fiesta, bebe y se divierte con sus amigos. Pero un día como cualquiera, todo cambió. El encontró un cuaderno, uno con historias que podrían hacer temblar al mismo satanás. Pero... ¿Y si no fueran solo histori...