Spencer se aferra a mi brazo con todas sus fuerzas. Ambos estamos estáticos mirando la puerta que hace unos segundos fue tocada.
Siento la respiración de mi amiga en mi oído derecho, es cálida, pero aún así me ocasiona un escalofrío.
Escucho que dice algo, pero es callada al instante por otros tres golpes. Miro a mi amiga a los ojos y trago saliva. Me pongo de pie al siguiente segundo, sintiendo sus uñas clavándose con fuerza sobre mi piel.
—¿Qué diablos haces? —Pregunta exaltada sin dejar de presionar mi brazo.
—Abriré la puerta.
—¿Estás demente? —Se pone de pie y me empuja desde el pecho, haciendo que caiga sobre el sillón. —¿Y si es esa cosa?
—¿Y si no...? —Vuelvo a pararme y la tomo por los hombros. —Prometo que si es algo sospechoso le cerraré la puerta en la cara y saldremos corriendo de aquí.
Spencer se queda en silencio unos minutos, me observa completamente seria, y por un momento creo que me abofeteará, pero eso no sucede, solo se limita a asentir.
Respiro profundo y troto hasta la cocina, de donde retiro uno de los grandes cuchillos de Chef profesional de mi padre, luego, vuelvo por el mismo camino y doy unos cuantos pasos hacia la entrada. Ahora estoy frente a la puerta, sintiendo la lluvia de una tormenta que al parecer no había notado chocar contra el duro concreto.
Un cosquilleo recorre mi mano al tomar el picaporte, tiemblo un milisegundo, sintiendo el cuchillo temblar en mi mano libre, finalmente, suelto el aire en mis pulmones y giro la muñeca. La puerta chilla como nunca antes, y cuando esta termina de abrirse, la veo, es la misma chica de la fiesta.
—¡Mierda! —Sale de mi boca sin siquiera pensarlo.
Cierro la puerta en su cara. Esta tiembla al chocar contra el umbral y yo me alejo rápidamente, cayendo de espalda hacia los escalones, el cuchillo en mi mano se resbala como si tuviera mantequilla e impacta contra el suelo, produciendo un ruido que provoca puntadas en mis oídos.
—¡¿Qué diablos Lucas?! —Exclama Spencer.
—Tenemos que salir de aquí —Pronuncio a la par que la puerta es tocada.
—Vine a ayudarte —Escucho del otro lado. —Si no puede llevarte a ti, se llevará a cualquiera que esté en la casa —Añade, me reincorporo, tomo el cuchillo y apoyo mis manos en la puerta.
—¿Disculpa?
—No hay tiempo de explicaciones, ¡Solo abre la maldita puerta! —Spencer y yo nos damos la vuelta, alguien acaba de gritar detrás nuestro, cierro los ojos con fuerza y al abrirlos la veo: Es una chica morena, de ojos marrones y cabello oscuro. Ella me sonríe de forma extraña y acomoda la tira de la mochila negra colgada en su hombro derecho.
—¿Qué carajos? —Musito con los ojos completamente abiertos.
—Crystal, el niñito dejó la puerta abierta, solo entra —Escupe con cierto desgano, rodando los ojos y mirando a Spencer de forma extraña.
La puerta detrás de mí vuelve a chillar, y para cuando reacciono, la otra chica ya está adentro.
Esperen... ¿Acaso la llamó Crystal?
—Te dije que solo debíamos entrar por la puerta de la cocina —Reprocha la morena.
—Quise ser cortés, ¿Okey?
—Si claro —Vuelve a rodar los ojos. —Déjales la cortesía a ellos para cuando salvemos sus traseros.
—Un momento —Me pongo entre medio de ambas, señalándolas a cada una con una mano. —¿Crystal? —Frunzo el ceño a la par que asiente. —¿Y tú eres...?
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Voces en mi cabeza ©
HorrorLucas es un adolescente normal, sale de fiesta, bebe y se divierte con sus amigos. Pero un día como cualquiera, todo cambió. El encontró un cuaderno, uno con historias que podrían hacer temblar al mismo satanás. Pero... ¿Y si no fueran solo histori...