𝑢𝑛𝑜

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Mike caminaba de un lugar a otro sin encontrar la calma y mirándose constantemente la corbata.

—¿Qué demonios se supone que se hace con esta porquería? —dijo Mike refiriéndose a la corbata.

—¡El lenguaje! —dijo su padre.

—¡Cállate! —le respondió.

—Mike...

—No tengo ánimos, mamá.

—A ver, ven —dijo su mamá sonriendo para intentar acomodarle la corbata. Luego de un rato, lo logró, ya que el chico había hecho de la corbata un desastre.

—¡Mamá! ¿Dónde están las gardenias?

—En el comedor.

—No sé para qué te preocupas tanto, Mike, igual está en el sótano.

—¡Cállate, Lucas!

—Lucas tiene razón. Mike, estás siendo muy melodramático.

—No, ¡no lo estoy siendo! Eleven es la única chica por la que...

Tengo estos sentimientos y quiero de esta manera —dijeron Will, Dustin y Lucas al mismo tiempo interrumpiendo a Mike. Mike volteó y los miró sorprendido.

—¿Ustedes...?

—¿Cómo sabíamos eso? —le preguntó Lucas y suspiró para después continuar—. Es lo único que dices cuando ella es el tema de conversación.

—Y contigo, siempre lo es —dijo Will.

La mamá de Mike rió y Mike había olvidado que ella estaba allí. Miró su reloj y casi pega un salto del susto, iba a llegar tarde.

—¡Mamá! —su mamá estaba distraída recogiendo la ropa que Mike tenía en su cuarto—. ¡Mamá!

—¡Dime! —dijo la mujer riendo al ver a su hijo tan acelerado.

—¿Me veo bien? —la mamá le sonrió enternecida, su hijo estaba creciendo cada vez más y más rápido.

—Claro que sí, Mike —dijo para darle un beso en la cabeza mientras le acomodaba la corbata.

Mike salió del cuarto como Flash y su mamá suspiró mientras veía que su hijo en unos años crecería, se casaría y se iría. Resbalaría entre sus dedos como lo hace el agua y se zafaría de manera inesperada, como si tuviera mantequilla en sus manos.

Mike corrió hasta el sótano a la velocidad de la luz, y al estar frente a la puerta del lugar, se detuvo en seco. Las manos le sudaban y se sentía frío a sí mismo, estaba nervioso.

Con cuidado, abrió la puerta y bajó por las escaleras para encontrarse con una Eleven de espaldas.

—El... —la chica se volteó dejando ver a Mike una obra de arte según él. Se veía hermosa; tenía el cabello en rulos impecables y más abajo de los hombros, un vestido rojo y unas zapatillas que encajaban perfecto—. Es-estás preciosa —dijo Mike, mirándola. Eleven sonrió nerviosa y Mike extendió su mano, la cual esta estrechó para salir de allí.

—Eleven, toma —dijo Mike mientras le extendía las gardenias que su madre había comprado para la ocasión. Eleven las tomó, pero no le gustó lo que tenía en sus manos así que decidió empezar a fingir que estornudaba—. Wow wow wow, ¿estás bien?

—¿Tú qué crees?

—¿Que no? —Eleven le fulminó con la mirada.

—Lo siento, Mike, pero no puedo salir con esas cosas.

Mike entendió y sonrió triste mientras veía como Eleven entraba de nuevo al sótano. De alguna manera, sentía que la podía perder mediante esa puerta. Perderla como lo hizo por esos 353 días dolorosos.

Mike sentía que, de alguna forma, Eleven y él ya no tenían la misma conexión. Sentía que la conexión de ellos se estaba yendo como se va el aire de una persona al morir, que estaba dando el último suspiro. Y miró la puerta, y con algo tan insignificante como aquello, también lo pudo relacionar... La puerta tenía jirones y rasguños en varias partes, totalmente desgastada... Como cuerdas de guitarra que han durado años y no dan para más... Y es que lo de Eleven y él no había durado demasiado tiempo en verdad, pero habían explotado al máximo su relación hasta que ya no quedaba nada más que ella, sino piel muerta de cosas no interesantes. Como el momento en el que un guitarrista llegaba a tener los cayos en la yema de los dedos y se sentía feliz, pero con el tiempo, ya no le era lo suficientemente interesante, ya que no proponía retos el tocar. Ya no proporcionaba alguna nueva sensación.

Y Mike lo pensaba, y le daba vueltas al asunto, y lo único que podía concluir era que no sabía cómo había pasado. Y que si algo quería, era luchar por su relación. Salvarla y enmendarla. Como un soldado lucha por salir de la guerra, como un perro intenta salvar a su dueño, como un niño intenta enmendar algo de vidrio o porcelana que partió.

La diferencia aquí, con o según Mike, es que él había quebrado el corazón de Eleven, él no había sido suficiente, él no había luchado por la relación, él... no había hecho lo que hubiese tenido que hacer.

Y Eleven, mientras tanto, tan solo pensaba que cada mínimo detalle que Mike olvidaba, quebraba de manera lenta y suave, pero de manera eminente. Pequeños detalles como es el hecho de que Mike no recordara que sus flores favoritas eran los girasoles, aunque fuera una total tontería para algunos.

Y es ahí cuando Eleven quería que alguien le dijera a Mike:

A Eleven solo le gustan los girasoles.

𝐆𝐢𝐫𝐚𝐬𝐨𝐥𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora