V

6 0 0
                                    

Me tomó muchísimos viajes alrededor de sistemas solares abandonados en los confines más viejos del universo, pero por fin logré encontrar vagos detalles para saber cómo derrotar a tan terrible entidad cazadora. En evangelios prohibidos de una fe que se persiguió hasta la extinción; cultos que tatuaban la piedra con alfabetos profanos y ejecutaban rituales obscenos de nauseabunda naturaleza. En trances ignotos de vapores azulados estos seres extraterrestres vieron ciudades prohibidas y parajes ajenos a nuestro propio universo. Se pintaban retratos de lugares tan ajenos para ellos como para mí pues esos campos pertenecían a un plano externo a nuestro diminuto charco dimensional. En letras que sólo se podían ver bajo el efecto de sustancias misteriosas y recitando cantos blasfemos, yo logré descifrar una frase que me llenó de condena y zozobra. El poder para detener a los negros entes del caos yacía dentro de el negro trapezoedro de klath'ashnik. Su lumbrera ominosa de seguro me daría el poder y con los símbolos anómalos que trae grabados por las manos amorfas de seres insondables, definitivamente sería invulnerable a la sombra que me seguía. Y así fue.

Sin embargo su descubrimiento y obtención no ocurrió de la manera que esperaba. Con el prisma condenado a un destino fatídico que no parecía encontrar medio de evitar, y mis conocimientos encontrando una especie de restricción al no encontrar más medios para incrementarlos; finalmente me ví sin posibilidad de huir más.

Navegaba por los mares negros y aceitosos de un reino coronado por inmensas montañas blancas, en valles extraños se alzaban castillos poligonales labrados con inmensos cristales pulidos y negros. Bosques de pirámides invertidas, conectadas al terreno por un pequeño pedículo, cuales pólipos de lo que sólo podía imaginar que era carne. Adrede he logrado evadir hasta ahora la pulposa vida de la mayoría de los mundos que he visto, para evitarme problemas por el latente peligro de caer presa de sus letales artimañas. Además del tedioso y cansado proceso de montar un puente de comunicación con ellos. Son mentes compuestas por cerebros cuya composición es para nosotros un total misterio y cuyos pensamientos ni la más suprema de las magias, ni la más compleja de la tecnología podría descifrar. Sin embargo tal era la desesperación que sentí cuando vi a la sombra amorfa persiguiendome de nuevo que hubiera deseado poder acercarme a alguien y pedirle ayuda. Si tan solo hubiera un ser vivo en este mundo abandonado.

Por el horizonte mi sombra se venía acercando y esta vez comenzaba a apresurar sus pasos. Ya no era el cauteloso observador que había sido antes, sabía que me tenía acorralada. Una mirada final dirigida al cristal bastó para percatarme por que esto sucedía. La profundísima herida comenzaba a traspasar el prisma de un lado al otro, y no solo era luz lo que supuraba, sino un denso fluido azul que me llenaba de tristeza al revolver con mis dedos. Dudo mucho que pueda siquiera dar un salto más. Conforme la sombría figura se acerca mi cuerpo se entumece y mi estómago se retuerce. Lo conozco, juro que puedo distinguir rasgos familiares en su rostro. En seguida dibuja una sardónica sonrisa mostrándome sus dientes afilados; no puedo huir, no debería pelear. Pero no tengo elección. Medité brevemente en Su símbolo y me preparo. Con uno de los mantras prohibidos transfiguró dos bloques de metal negro en dagas resplandecientes mientras otros cantos secretos que emito, figuran una santa armadura que nulificará la efectividad de sus ataques más débiles. Con un grito a los dioses exteriores avanzo hacia el inevitable enfrentamiento. Él ve esto y tan solo retrocede cuando me estoy acercando, ya puedo verlo claramente. Es un hombre de pelo corto y ropajes negros, un abrigo largo lleno de bolsillos y cremalleras que centellean de blanco se abre y de su interior asoma dos varas negras incrustadas con cristales rojos. De las varas se emiten cristales luminosos que salen despedidos a mi encuentro, no logran penetrar mi armadura, pero eso no significa que duela menos. Veo que no puedo acercarme a él por sus armas, entonces cambio de abordaje, las dagas comienzan a brillar con un tono antinatural y cada corte parte el aire de la atmósfera produciendo un destello de luz que lo alcanza. Se le abre una herida profunda en el costado y se inclina, creo que está riendo; el dolor que le proporcione le divierte! Se pone de pie y el hueco en su tórax se cierra. Junta sus varas y ahora asemejan más una escopeta recortada; en su otra mano blande una navaja de obsidiana y la gema en su pulsera de cuero comienza a brillar dando un escudo como el mío. Tan solo lo incité a sacar armas más grandes. Ato las dagas a mis antebrazos para tener mis manos libres y poder conjurar, con signos prohibidos en mis dedos hago que se pinten mandalas escarlata en el aire y los elementos me permiten llamarlos. Una gruesa llamarada es soplada hacia su rostro y con una carcajada la recibe, no le hace nada. Los otros elementos de la tierra fallan entonces cambio a algo más científico. Invoco dentro de la regencia de la tierra al uranio, dentro de la regencia del fuego a la luz que concentro como láser y en la regencia del éter al cianuro para poder matarlo si es humano, si es que respira. Dos ínfimas canicas de uranio le impactan y detonan una explosión nuclear, todo en un radio de 100 metros es destruido, el cianuro no le hace nada aunque mi fe en él era escasa. La luz la logró concentrar hasta hacer navajas de cristal que procedo a usar en su carne. Todo esto hasta poder robarle la vara en su mano. El queda tan deshecho que no es más que un montículo de carne calcinada, pero lentamente hifas negras comienzan a elevarse del montículo y a reformar su cuerpo. Es herido por los cristales de su propia arma pero la descargo pues no sé qué magia la rige. Nada está funcionando y mi cuerpo no resistirá que vacie el cargador sobre mí. Entonces accedo al pacto con muchos de mis familiares y transformo mi carne en la de una forma divina. Sekhet me da su fuerza y Atena sus ojos, Gaia su dureza y María su luz; Asherah está conmigo. Con mi forma le ataco y se transforma en un descarnado lobo de fuego negro, muerde uno de mis brazos y en risas me dice: "Las diosas del hombre no podrán ayudarte hoy".

Luego se transforma en un monstruo espantoso; un wendigo enmascarado con la mitad del rostro en llamas, su cuerpo formado por las hifas negras de un hongo amorfo. En la parte conservada de su rostro se ve una máscara pálida que brilla tenuemente a la luz de las llamas rojas y sus manos se deforman hasta parecer los gruesos tentáculos de un pulpo. Hifas gruesas emergen de su espalda y pendulan dándole la capacidad de vuelo, tenía razón, las diosas se estaban quedando cortas. En sus manos empuña dos espadas que asemejan más guadañas, ambas de cristal negro y resonantes en frecuencias desconocidas. De un golpe me impacta, no logro preverlo y me hiere a través del escudo hasta muy adentro en mi abdomen. Me patea en la herida con pezuñas malditas y me manda volando varios cientos de metros lejos de él.

Mientras camina a mi encuentro intento regenerarme, pero tan solo logro detener la hemorragia. Inclinada intentando respirar, el prisma cae de mi abrigo y comienza a empaparse con la sangre de mi vientre. No puedo creerlo, mi sangre está regenerando mi prisma dimensional. Aún no puedo sanarme por completo, lo cual es afortunado pues me da tiempo de sanar a mi compañero para escapar. Entonces recuerdo los cristales que me disparó, recuerdo su forma y purpúreo color, recuerdo la estela luminosa que dejaban en el aire mientras lo surcaban. Con mi mano extendida haciendo un signo insanto dicto los cantos prohibidos para regenerar mi carne usando mi dolor como fuerza, luego invoco a los elementos y dejándome a su merced les imploro con humildad que repliquen esa energía; esa materia. Ahora me no me quedan más fuerzas. Él camina hacia mí, no se detiene y tan solo veo en el ocaso blanco de este mundo abandonado, su sonrisa bañada por la luz de los nueve soles agonizantes. Sus ojos rojos fulgurantes. Sus antebrazos descubiertos marcados con los símbolos negros de los dioses del caos. La insondable familiaridad se confunde con la niebla de su identidad pero logra asomarse apenas un poco. En su mano la daga de obsidiana comienza a girar, sé que lo más probable es que me arranque el corazón y lo ofrezca a sus dioses. Todo está perdido todo acabará aquí, en este distante mundo de una galaxia olvidada por guerras cósmicas. Mi muerte transcurrirá ignota y jamás seré encontrada por mi familia. Virgilio jamás sabrá que me pasó y su corazón estará ahuecado por siempre.

Entonces este ser oscuro vuelve a reírse con su demencial carcajada y me grita: "veo que sigues negando los hechos en tu arcana crónica de delirios". Es ahí cuando las fuerzas mayores por fin responden, el hueco en mi estómago se cierra, el cristal se recupera y entre mis dedos segundo y quinto, nace una piedra inmensa y purpurea. La gema se dispara dejando una luz cegadora por estela; cuando mis ojos se adaptan logro ver un hueco circular que abarca la mitad de su abdomen, tórax y deja una pequeña esquinita de cabeza. Al lado del cuerpo un disparate de sangre, tripas y hueso abandonan su cadáver mientras este se desploma. Mi uña del índice se hunde en el cristal y la cacofonía de gritos comienza y me transporta a casa. El movimiento de rasgar el cristal es tan desesperado que termina por arrancarme la uña del dedo y mandarla volando por la habitación, sin tiempo de sentir el dolor comienzo un ritual de protección y hago el sacrificio de sangre aprovechando la herida que aún no cierra. Es verdad que sobreviví, pero ese duelo de ninguna forma lo gané; esa criatura aún vaga plácidamente por las estrellas buscando de mundo en mundo hasta que en algún momento me vuelva a encontrar.

El Espejo con el Color del AbismoWhere stories live. Discover now