03. El viaje familiar

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La pequeña princesa crecía con gracia y belleza. Su padre cada vez se empeñaba en que volara como un alcón. Todavía le faltaba mucho, pero aprendía rápido.

Aparte de sus alas, hubo otra cosa que les llamó mucho la atención. Nina jugaba con Lucinda una vez, y por la alegría la bebé empezó a aplaudir. Entre sus dedos salieron chispas moradas. Con la última palmada creó una pequeña explosión morada; por poco le quema las cejas a su madre, pero aún así reía inocentemente. Eso significaba una cosa: un gran don para magia demoníaca.

Todavía era muy joven para tomar clases, pero ya Azazel estaba planeando sus métodos para enseñarle a crear sellos de poder. Weindirus, al contrario, se preocupó un poco por esto, pero se aseguró de que nadie notara su angustia.

Nina ya se estaba preguntándose si podría también crear esbirros sombras como su padre. Al parecer había heredado casi todo de Azazel, incluyendo su apariencia. Hasta tenía la misma marca morada que el Rey tenía en la cara, solo que ella lo tenía en el brazo izquierdo. Estaba preguntándose si Lucinda habrá obtenido algo de ella cuando se enterró esa tarde de otro incidente con su hija. Azazel trataba de darle de comer a la bebé, pero esta se negaba. En medio del llanto había cogido la mano de su padre. Había tratado el demonio de quitarse del agarre, pero no podía; le estaba estrujando la mano hasta casi el punto de rompérsela.

Tenía súer fuerza, como su madre. Nina estaba feliz con esto. Compartía sus alegrías con su esposo mientras le vendaba la mano lastimada.

-¡Estoy tan contenta de que mi pequeña haya heredado mi fuerza!

-Igualmente-le mostraba Azazel su mano vendada.

Se desplomó de espaldas a la cama, muerto del cansancio. Su hijita gateó hasta él y se echó en su pecho. Azazel la acomodó mejor, y luego Nina se acostó a su lado, y los abrazó a ambos.

 Azazel la acomodó mejor, y luego Nina se acostó a su lado, y los abrazó a ambos

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-Oye cariño, quisiera preguntarte algo

-¿Qué pasa?

-Bueno, he estado pensando en esto un poco... Ahora todo está bien; con el castillo, el reino, y nuestra familia. Todos la están pasando bien. Pero me preguntaba si... podríamos ir a ver a mi mamá.

Hubo un pequeño silencio incómodo por un par de segundos. Azazel estaba congelado, hasta que su hija lo despertó tirando de sus cuernos.

-Desde la boda que no la veo-agregó Nina-, y quisiera que conociera a su nieta. ¿Qué dices?

Azazel trataba de pensar. Haría cualquier cosa por Nina, pero... digamos que la última vez que la visitó hubieron ciertas dificultades.

...

En el umbral de la entrada de la choza había una figura delgada pero musculosa. Llevaba ropas oscuras, con un gran collar con un rubí. Su piel era pálida, y de sus cabellos plateados sobresalían dos cuernos negros. Sus labios combinaban con sus ojos morados.

Lucinda, hija de AzazelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora