Era tan imposible

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Suena el timbre, 1:35 pm. Al abrir la puerta lo ve allí, tan hermoso como siempre, su cabello bien peinado, su ropa de marca como todo lo que poseía; muy caro, su perfume embriagador que te hacia perderte de lo que sea a tu alrededor – hola, ¿Cómo estás? – era lo que siempre decía cuando venía a mi casa.

- Pasa estoy cocinando – lo deje pasar, como cada día a esta hora, todos los días era la misma rutina, él llegaba, saludaba, yo lo dejaba entrar y terminábamos teniendo sexo donde sea.

Desde hace unos cuantos meses llegamos a este acuerdo, durante ese tiempo nos hemos estado viendo, amigo con derecho es como popularmente se le conoce. Como todo necesita reglas esto también las debe tener claro está, sin compromisos, nada de llamadas, nunca contárselo a alguien más; se supone que nosotros no nos caemos bien, si llega a pasar la existencia de un tercero inmediatamente esto se acaba... creo que es todo lo que dijimos, pero claro que algo así es peligroso siempre. El que se enamora primero, muere primero.

- ¿Qué cocinas? Huele genial – llego y se para a mi lado derecho para ver mejor. Lo miro de reojo dios porque es tan hermoso, mierda - ¿Por qué esa cara? – sonríe y hace que me sonroje. Se acerca más y más hasta que me abraza por la espalda y puedo sentir su miembro rozar con mi trasero, mierda recordar ahora las veces que lo hemos hecho aquí no es buena idea.

- Deja – lo empujo un poco – se quemara esto, si eso pasa el próximo en quemarse serás tu – lo empujo un poco más. 'primera regla, no te enamores' resonaba en mi cabeza. Esa fue la primera regla que pusimos al iniciar esto y esa fue la primera que rompí.

- Vamos – besa mi cuello – no creo que se dañe, todo lo que haces siempre sale bien - dice sin dejar de besar mi cuello, debo hacerlo parar, esto me terminara matando.

- No – sigo empujándolo – basta – rio un poco al sentir algo de cosquillas – creo que deberías parar – esta vez sí voltee todo mi cuerpo y me aleje he intente poner la cara más seria que tuviera – esto se está saliendo de mis manos – finalizo.

- Yo no, creo que nada que se sienta tan bien es malo... no para mí – replica el, se acerca para besarme pero le pongo una mano sobre la cara y lo alejo.

- Debes irte, ahora – suspiro – sí, será lo mejor – asiento sin mirarlo.

- ¿adonde? – se acerca de nuevo - ¿aquí? – besa mi hombro - ¿o aquí? – y luego mi cuello.

No tengo idea de cómo termine sobre la isla de la cocina solo en ropa interior con su boca en mi cuello dejando rastros por toda mi piel y después subiendo a mi boca para besarme desesperadamente, gimiendo por sus caricias sin poder resistir cada que apretaba mi trasero o su miembro se movía contra mi y la comida sin quemarse; eso fue lo que más me sorprendió.


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