ELLOS...

LOVE ME

Me había resignado a morir solo... En un cuartucho. Y ahora ella pretendía alterar mi plan magistral...

Siempre la ignoraba, pero un día simplemente se lanzó sobre mí y me abrazo asustándome, me paralice – soñé que nos abrazábamos – fueron sus primeras palabras hacia mí – y es tan genial como en el sueño – yo siempre odiando el contacto físico solo me aleje limpiando mi camisa, la seguí ignorando, pero ella parecía seguirme a todos lados, que acaso no se cansaba.

Un día muy lluvioso la deje entrar en mi casa para que esperara a que terminara toda esa tempestad, no sabía que sería mi fin. Cada día sin falta a las 2:45 pm el timbre de mi casa sonaba. Siempre era lo mismo ella entraba saltando y a pesar de decirle que no lo hiciera limpiaba todo a su alrededor – tu desastre de casa necesita una manita, no seas mal agradecido y ayúdame un poco – era lo primero que me decía antes de empezar, yo solo rodaba los ojos y la observaba. Se quedaba hasta la cena, que ella preparaba sin que lo necesitara o se lo pidiera – si no lo quieres ahora entonces lo dejare en el refrigerador pero debes comerlo o te golpearé – una sonrisa y el mismo sermón antes de irse, al día siguiente si la comida seguía allí si me daba un golpe en el brazo, muy fuerte para su baja estatura y poca masa corporal.

Cuando me harte deje de abrirle la puerta y me baño con un balde de agua fría mientras dormía plácidamente en mi habitación – no quiero que seas miserable, vístete, saldremos de aquí - fue todo lo que dijo después de dejarme completamente empapado y salir con una sonrisa de mi cuarto. Aun no tengo la menor idea de cómo entro, pero preferí no preguntar.

Debía admitir que su risa era muy contagiosa, sus chistes eran muy malos pero reírse era inevitable, no había notado lo bonita que se veía a veces. Al ser muy callado mi mente tendía a divagar mucho, pero ella se encargó de que siempre estuviera alerta, el verme distraído hacia que gritara en mi oído y obviamente yo saltara del susto – no pienses tanto, a veces no es sano - era lo que decía después de casi dejarme sordo.

- Las personas son tan tontas... Porque no le dice que la ama y ya, tanto cuesta hacer algo bien... Acaso recoger lo que desechan es tan difícil... Desearía que se vieran en un espejo de la verdad... La tristeza nunca viene sola, igual que la vejez... Siempre hay que caminar, ayuda a sanar... No saber algunas cosas no te hace ignorante, a veces eso es lo mejor – sus opiniones acerca de las actitudes de algunas personas eran duras pero con algo de razón.

Después de cada día se quedaba dormida en mi hombro, ya no me incomodaba, era algo que me hacía feliz a veces o cuando empezaba a susurrar en sueños. No recuerdo haber sido más feliz que en otros momentos, no si no estaba ella.

La primera vez que la bese lo supe – te amare hasta la muerte – fue lo único que pude decir – mejor hasta después de eso, así dura más – me sonrió y esta vez fue ella quien me beso.